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Biografía del Silencio de Pablo D´Ors


Enviado por   •  5 de Octubre de 2018  •  Ensayos  •  1.488 Palabras (6 Páginas)  •  302 Visitas

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Biografía del Silencio de Pablo D´Ors

Sobre la experiencia de la meditación.

  • Simplicidad del método: sentarse, respirar, acallar los pensamientos.
  • Al comienzo surgen dolores en diferentes partes del cuerpo. La pura observación de ese dolor es transformadora.
  • Comprobé que quedarse en silencio con uno mismo es mucho más difícil de lo que había sospechado.
  • Vivir demasiadas experiencias suele ser perjudicial. No creo que el hombre esté hecho para la cantidad, sino para la calidad.
  • Conviene dejar de tener experiencias y limitarse a vivir: dejar que la vida se exprese tal cual es, y no llenarla con los artificios de nuestros viajes o lecturas, relaciones o pasiones, espectáculos, entretenimientos, búsquedas,…
  • No viajar, no leer, no hablar…: todo eso es casi siempre mejor que su contrario para el descubrimiento de la luz y de la paz.
  • A medida que fui avanzando, se fue dando un progresivo amor a la naturaleza, la afición a la montaña, la necesidad de retirarme.
  • El silencio es solo el marco o el contexto que posibilita todo lo demás.
  • Cuanto más te sientas a meditar, más te quieres sentar.
  • La meditación nos concentra, nos devuelve a casa, nos enseña a convivir con nuestro ser.
  • Empezamos a dar frutos cuando dejamos de construir castillos en el aire.
  • La meditación es una disciplina para acrecentar la confianza. Es una práctica de la espera.
  • Al terminar mi último retiro intensivo de meditación, un día completo que dedico íntegramente a esta actividad una vez al mes, me fui a caminar por la montaña, y durante unos instantes experimenté una dicha insólita y profunda.
  • La felicidad es, esencialmente, percepción. Si nos limitáramos a percibir, llegaríamos por fin a lo que somos.
  • Cuanto más se medita, mayor es la capacidad de percepción y más fina la sensibilidad. Se deja de vivir embotado, se comienza a ver el verdadero color de las cosas, a escuchar el sonido del mundo.
  • Cuando me detenía en alguno de mis pensamientos, este se desvanecía. Esto demuestra que los pensamientos son escasamente fiables mientras que las personas, por el contrario, aunque solo sea porque tienen un cuerpo, lo son en un grado bastante mayor. Decidí entonces que no pondría mi confianza en algo que se desvanecía con tanta facilidad.
  • Los seres humanos solemos definirnos por contraste o por oposición. Así, dividiendo, separando y oponiendo es como precisamente nos alejamos de nosotros mismos. Definir a una persona y no aceptar su radical mutabilidad es como meter a un animal en una jaula.
  • He ido descubriendo que no hay yo y mundo, sino que mundo y yo son una misma y única cosa. La consecuencia natural es la compasión hacia todo ser viviente.
  • Cualquier estado de ánimo que se tenga es el mejor estado de ánimo posible en ese momento para hacer meditación. Gracias a la meditación se aprende a no querer ir a ningún lugar distinto a aquel en que se está; se quiere estar en el que se está, pero plenamente.
  • El secreto es vivir plenamente en lo que se tenga entre manos. Por extraño que parezca, ejercitar la conciencia es el modo para vivir plácidamente sin ella: totalmente ahora, totalmente aquí.
  • Nos pasamos la vida manipulando cosas y personas para que nos complazcan. Esa constante violencia, esa búsqueda insaciable que no se detiene ni tan siquiera ante el mal ajeno, esa avidez compulsiva y estructural es la que nos destruye. No manipular, limitarse a ser lo que se ve, se oye o se toca: ahí radica la dicha de la meditación.
  • Vivir bien supone estar siempre en contacto con uno mismo. meditación y vida deben tender a ser lo mismo. medito para que mi vida sea meditación; vivo para que mi meditación sea vida. no aspiro a contemplar, sino a ser contemplativo.
  • La meditación posibilita que ocasionalmente se nos regalan momentos en que captamos quiénes somos en realidad y para qué estamos en este mundo.
  • Ganaríamos mucho si en vez de enjuiciar las cosas, las aceptáramos.
  • En Occidente vivimos en un mundo demasiado intelectualizado. Para hacer frente a este intelectualismo generalizado es preciso despertar al maestro interior que cada uno de nosotros llevamos dentro y dejarle hablar.
  • En ese fondo todos sabemos bien qué es lo que se espera de nosotros y qué debemos hacer. El maestro interior no dice anda que no sepamos; nos recuerda lo que ya sabemos, nos pone ante la evidencia para que sonriamos. Esa sonrisa a la que acabo de apuntar, indulgente y benévola, es infinitamente más eficaz, de cara a la propia transformación. El niño a quien una y otra vez se descubre en su travesura, terminará por dejar de cometerla. Mirar y sonreír, esa es la clave para la transformación.
  • El problema que nos preocupa no suele ser nuestro problema real. Tras el problema aparente está siempre el problema auténtico, palpitante, intacto. Las soluciones que damos a los problemas aparentes son siempre completamente inútiles. Es así como vamos de falsos problemas en falsos problemas. Destruimos la punta del iceberg y creemos que nos hemos liberado del iceberg entero. Hace falta cierta curiosidad para conocer el propio iceberg. Cuanto más se observa uno a sí mismo, más se desmorona lo que creemos ser y menos sabemos quiénes somos. Hay que mantenerse en esa ignorancia, soportarla. Aceptar que estamos perdidos y que hemos estado vagando sin rumbo. Posiblemente hemos perdido el tiempo, la vida incluso.
  • Despertar es descubrir que estamos en una cárcel. Es descubrir también que esa cárcel no tiene barrotes. Hacer meditación es ese momento en el que salimos. Es descubrir que la puerta nunca ha estado cerrado, que eres tú quien la ha cerrado con doble vuelta de llave.
  • La meditación de la que aquí estoy escribiendo, en la medida en que se profundiza, exige cada vez una mayor madurez, es decir, capacidad de asumir las propias responsabilidades. Iniciarse con la meditación supone haber llegado a un punto en el que ya no te consientes apuntar a las circunstancias o culpar a los demás. Cuando estés en este punto es cuando debes sentarte a meditar.
  • Además de observar la mente, hay otro camino: hacerse uno con la respiración en primer lugar y, después, hacerse uno con lo que se llama Koan. Un koan es una suerte de acertijo con el que los monjes budistas trabajan durante su meditación, pero no de cara a resolverlo, sino a disolverse en él. Se va llegando a la unión con el propio ser o, lo que es igual, a los esponsales con uno mismo.
  • No basta con sentarse en silencio, hay que observar lo que sucede dentro. Cuando más observas, más aceptas. Al sentarse en silencio se obtiene un espejo de la propia vida y, al tiempo, un modo para mejorarla. Mirar algo no lo cambia, pero nos cambia a nosotros.
  • Cualquier atributo que se ponga al yo, aun el más sublime, resulta radicalmente insuficiente. La mejor definición de mí a la que hasta ahora he llegado es “yo soy”. Hacer meditación es recrearse y holgar en este “yo soy”.
  • Cuando dejas de esperar, dejas de sufrir por una causa. Ayudar a alguien es hacerle ver que sus esfuerzos están seguramente desencaminados.
  • Vivimos vidas que no son las nuestras, y por eso morimos desconcertados. Lo triste no es morir, sino hacerlo sin haber vivido. Quien verdaderamente ha vivido, siempre está dispuesto a morir; sabe que ha cumplido su misión.
  • Quienes meditamos solemos ser pájaros solitarios.
  • No cambio jamás, o cambio muy poco, pero cambia el modo en que me enfrento conmigo mismo, y eso es capital. Para observarse bien a sí mismo, la mirada debe ser oblicua o lateral, nunca directa. Esa mirada oblicua debe ser atenta, pero no fija. No consiste en mirar penetrantemente, sino mirar amorosamente, sin pretensión, como quien espera una revelación sin ninguna prisa.
  • Lo más acertado parece ser, en consecuencia, dejar que el otro sea lo que es. Creer que uno puede ayudar es casi siempre una presunción. En el zen se enseña a dejar a los demás en paz, porque poco de lo que les sucede es realmente tuyo. Casi todos nuestros problemas comienzan por meternos donde no nos llaman.
  • Dentro de nosotros hay una ermita, un escondite en el que cobijarnos porque ha sido preparado con este fin. Cuanto más se entra ahí, más se descubre lo espacioso que es y lo bien equipado que está.
  • Vivimos vidas que no son las nuestras: respondemos a interrogantes que nadie nos ha formulado; aspiramos a ideales ajenos y soñamos los sueños de otros.
  • He decidido ponerme en pie y abrir los ojos: he decidido comer y beber con moderación, dormir lo necesario, escribir únicamente lo que contribuya a hacer mejores a quienes me lean, abstenerme de la codicia y no compararme jamás con mis semejantes. También he decidido regar mis plantar y cuidar de un animal. Visitaré a los enfermos, conversaré con los solitarios y no dejaré que pase mucho tiempo sin jugar con algún niño.

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