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EL LLANO EN LLAMAS


Enviado por   •  5 de Enero de 2012  •  401 Palabras (2 Páginas)  •  2.076 Visitas

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El llano en llamasº

El Pichón recuerda la época en la que luchaba al lado de Pedro Zamora contra las tropas del gobierno. Mataban y destrozaban sin sentido, más bien en plan de juego (“daba gusto, era bonito”). También cuando ni siquiera tenían bandera por la que pelear. Pero un día, se pasaron de la raya e hicieron descarrilar un tren matando a mucha gente. Desde entonces, el gobierno los persiguió con rigor. Después de cinco años de fuga, el Pichón acabó en la cárcel. Cuando salió, lo esperaba una mujer, a la que había raptado y a cuyo padre había matado sin razón. Tuvo un hijo suyo que llevaba el mismo nombre que él. Cuando su mujer destacó que él no era ningún bandido, ningún asesino, que él era " gente buena" , el Pichón agachó la cabeza.

La noche que lo dejaron solo

Feliciano Ruelas y sus tíos Tanis y Librado luchan en la rebelión cristera. Atraviesan la Sierra y han de viajar de noche para no ser atrapados por las tropas del gobierno. Vencido por el sueño, Feliciano se detiene y pasa la noche solo, sintiendo el frío del rocío. De día prosigue su camino, siempre temiendo que lo delaten los arrieros con quienes se topó. De repente, se encuentra con los soldados y con sus tíos colgados de un árbol, cabeza abajo. (Oye que los soldados comentan que, si no dan con él, van a matar al primero que pase para cumplir las órdenes.) Se echa a correr y consigue huir.

El cuento mezcla diálogos, inserciones de un narrador en tercera persona y monólogos.

No oyes ladrar los perros

Un viejo transporta en sus espaldas a su hijo Ignacio que va herido de muerte. Su relación es tan malísima que el padre trata a su hijo de usted, pues éste se hizo salteador de caminos. Pero por el recuerdo de su mujer difunta, el padre lo lleva, montaña arriba, hasta Tonaya, con la esperanza de encontrar allí a un médico. No se divisa el pueblo y el viejo al menos quiere que su hijo escuche el ladrar de los perros para asegurarse de que ya están llegando. Al soltar el cuerpo muerto de su hijo destraba difícilmente los dedos con que su hijo viene sujetándose de su cuello y oye el ladrar de los perros. Hasta con esta última esperanza su hijo no lo ayudó.

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