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La Vola Po

martin_klo24 de Septiembre de 2013

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La especie de locura con que vuela un anciano

detrás de las palomas imitándolas

me fue dada en lugar de servir para algo.

Me condené escribiendo a que todos dudarán

de mi existencia real,

(días de mi escritura, solar del extranjero).

Todos los que sirvieron y los que fueron servidos

digo que pasarán porque escribí

y hacerlo significa trabajar con la muerte

codo a codo, robarle unos cuantos secretos.

En su origen el río es una veta de agua

—allí, por un momento, siquiera, en esa altura—

luego, al final, un mar que nadie ve

de los que están braceándose la vida.

Porque escribí fui un odio vergonzante,

pero el mar forma parte de mi escritura misma:

línea de la rompiente en que un verso se espuma,

yo puedo reiterar la poesía.

Estuve enfermo, sin lugar a dudas

y no sólo de insomnio,

también de ideas fijas que me hicieron leer

con obscena atención a unos cuantos psicólogos,

pero escribí y el crimen fue menor,

lo pagué verso a verso hasta escribirlo,

porque de la palabra que se ajusta al abismo

surge un poco de oscura inteligencia

y a esa luz muchos monstruos no son ajusticiados.

Porque escribí no estuve en casa del verdugo

ni me dejé llevar por el amor a Dios

ni acepté que los hombres fueran dioses

ni me hice desear como escribiente

ni la pobreza me pareció atroz

ni el poder una cosa deseable

ni me lavé ni me ensucié las manos

ni fueron vírgenes mis mejores amigas

ni tuve como amigo a un fariseo

ni a pesar de la cólera

quise desbaratar a mi enemigo.

Pero escribí y me muero por mi cuenta,

porque escribí porque escribí estoy vivo.

ELEGÍA A CARLOS DE ROKHA

No hubo dolor en el momento justo

de oír sobre tu muerte.

Fue como si tú mismo la hubieras anunciado

en uno de esos absurdos llamados telefónicos que solías hacer a tus amigos:

una broma sangrienta.

Y la inocencia que, a esas horas, se volvía irritante,

la cigarra de una voz chirriando

en la paja seca del día. No hubo dolor

pero sí, Carlos, la inmediata certeza

de que contigo se eclipsaba la noche

sobre el desierto de un día estable y es como si cayera

un poco de ceniza del cielo sobre tierras eriáceas.

Me he llamado a lo real. Pero qué peso insoportable

tendría ahora un guijarro sobre la palma de la mano.

Todas, todas estas pobres historias diurnas no son sino desgarradoras.

Aquí, también, esta visión confusa y demasiado nítida de caras conocidas.

Si la vida no es más que una locura

lo que importan son los sueños y aún el delirio, la mentira piadosa

de las palabras en libertad arrojadas

al millar de los vientos nocturnos,

como en tu poesía: la oscuridad vidente:

palabras como brasas, balbuceos del fuego.

Tenías que morir acaso así, como quien

despierta de sí mismo en un acceso de sangre;

es sorprendente, pero puntual,

la poesía ha muerto entre nosotros, fue un sueño

tú sabes qué difícil de conciliar entre otros:

palabras y, en el fondo

sigue a la exaltación un cansancio profundo,

sólo una rabia negra que tiende a confundirse

con la oscuridad. Así

todo era destrucción para ti a ciertas horas

tan fácil recaer en la locura aullando

por un poco de paz en el exceso del bosque

“Vuelvo al bosque” –escribiste a tu familia

...

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