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Leo El Da Vinci


Enviado por   •  5 de Abril de 2014  •  2.491 Palabras (10 Páginas)  •  271 Visitas

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Uomo Universale

Da Vinci es un caso único en la historia de la humanidad debido a su genialidad. Ningún hombre ha sido asociado a tantas disciplinas y tantas ramas del saber humano como él, lo que da testimonio de su universalidad. La astronomía le ha testimoniado como predecesor de Copérnico (gravitación), de Képler (centelleo de las estrellas), de Maztlin (reflexión solar), de Halley (vientos alisios), de Galileo (movimiento). La mecánica le proclama sucesor de Arquímides (teoría de la palanca); los matemáticos lo ven como el antecesor de Commandus y de Maurolycus (centro de gravedad de la pirámide); la hidráulica lo considera el referente directo de Castelle (movimiento de las aguas); la química lo honra como punta de lanza de Lavoisier (combustión y respiración). Hasta la balística haya en él el cañón a vapor, la carga por la culata y el cartucho de nuestros fusiles; en fin, hasta la aviación ha visto en Leonardo la idea de la máquina de volar.

Es más, en su extraordinaria obra de carácter científico se ha hallado la figura precisa de la bomba de vapor; del volante de los relojes, del laminador, de la cámara oscura, del paracaídas, de la escafandra, el compás proporcional de centro móvil, el sistema de alcantarillas. Nadie en su tiempo sabía tratar tanta anatomía; nadie después de él dibujó tan científicamente: ningún tratado contemporáneo tiene figuras demostrativas iguales a las de Leonardo... Y todo ello nació de la meditación y del estudio.

Sobre el verdadero código Da Vinci

La Última Cena

Lejos de toda especulación, el verdadero genio de Leonardo se manifestó en obras concretas, en particular en pinturas, y aunque pintó muy poco, lo que hizo es suficiente para inmortalizar su nombre. Sus obras constituyen su verdadero código secreto, el que aún después de cinco siglos sigue deslumbrando nuestros ojos y nuestro espíritu. En el presente texto nos referiremos sólo a dos de sus obras, el fresco La Última Cena, y la Gioconda , dos monumentos de la historia del arte que encierran claves secretas aún no descifradas, y cada cual puede aproximarse a ellas, según sea su sensibilidad y su capacidad receptiva frente al arte.

La Cena o Cenacolo es la más importante de las obras que Leonardo pintó en Milán, para los hermanos de Santo Domingo, en Santa María de las Gracias, entre 1495 y 1498. Una técnica deficiente a base de pintura al temple ha quitado parte de la magia original a este célebre fresco -hoy restaurado-, donde el gusto por la expresión psicológica es profusa, intensa y expresiva. Leonardo dio tanta majestad, intensidad y belleza a las cabezas de los apóstoles, que dejó sin terminar la de Cristo, pues no creía poder comunicarle aquella divinidad celestial que requería su imagen.

La Última Cena, donde trece personajes forman un conjunto armónico que preside el Divino Maestro, está trazada con una exquisita sabiduría, en la que cada detalle, desde las figuras hasta los elementos que se encuentran sobre la mesa juegan una perfecta armonía con la arquitectura que lo rodea y el paisaje que se vislumbra a lo lejos.

El realismo de los pormenores y la estudiada perspectiva geométrica realzan la representación espiritual de cada personaje en medio de una atmósfera de místico enigma; Judas no está separado de sus compañeros, por el lugar que ocupa en la composición, pero todo revela en él cuán ajeno está a la tierna escena que se desarrolla a su lado. El ámbito aéreo o atmósfera, que es quizás la más mágicamente lograda por el artista, envuelve y confunde los sentidos, haciéndonos partícipes de aquel instante trágico en que Cristo es traicionado por un amigo, algo monstruoso y a la vez humano, expresado en cada uno de los rostros y acentuado por el lenguaje de las manos, verdaderas pantomimas de gestos.

Algo realmente sobresaliente es que Leonardo logra expresar aquella sospecha que había entrado en los apóstoles al querer saber quién traicionaría a su Maestro. Así puede verse en el rostro de todos ellos el amor, el temor, el enojo o bien el dolor de no poder comprender la intención de Cristo, y no causa esto menor maravilla que el advertir, por el contrario, la obstinación, el odio y la traición de Judas.

Sobre los elementos arquitectónicos y los vacíos poligonales, Leonardo desarrolla la composición con un increíble sentido de masa y de detalles: cada figura responde matemáticamente al grupo. La mesa traída en primer plano y el claroscuro hacen más viva la escena; el dinamismo de los apóstoles llama la atención junto a la serenidad del Maestro que todo lo sabe.

En el Código Divina Proporcione, el artista Luca Pacioli se refiere a la Cena , llamada también el Cenáculo, y dice: "ante nuestros ojos aparece evidentemente en el exquisito simulacro del ardientemente deseo de nuestra salud, en el que no es posible representar con más atención a los apóstoles vivos, el sonido de la voz de la verdad inefable... Con actos y gestos el uno al otro y el otro al uno parecen hablar con viva y afligida admiración, tan dignamente con su diestra mano, lo pintó nuestro Leonardo". Pacioli no proporciona un dato seguro de la terminación de esta gran pintura y nos da al mismo tiempo uno de los primeros juicios francos y por lo tanto expresivos de la famosa composición.

Aquí los personajes de los apóstoles se inspiraron en modelos de la realidad, como lo confirman varias notas de manuscritos vincianos. Sobre la forma de trabajar del artista nos facilita preciosas noticias Bandello y debe creérsele cuando afirma que el maestro se acercaba muchas veces a la obra, la contemplaba durante largo rato y meditaba sobre el trabajo realizado retirándose sin tomar el pincel. Menos admisible es lo que dice el gran novelista cuando nos cuenta la historieta de la pintura de la cara de Judas. Como el guardián insistiese para que la terminase pronto. Leonardo le respondió, según aquella conseja, que no había encontrado todavía a nadie tan cruel que pudiese servirle de modelo para la pintura del rostro de quien vendió a Cristo; pero que si se le apremiase demasiado tendría que elegir la cara del padre guardián, palabras que dicho sea de paso contradicen la última teoría expresada en El Evangelio Prohibido de Judas, donde se afirma que Judas fue el único apóstol que comprendió al Maestro, y que Jesús le dio por misión que lo traicionara. Cabe señalar que Leonardo terminó tan bien la cabeza de Judas, que parece el verdadero retrato de la traición y la inhumanidad.

La

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