Martina Carrilo
Cloned77716 de Septiembre de 2012
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Martina Carrillo
Durante los siglos que duró la esclavitud, hubo en el Valle del Chota y en la Cuenca del Río Mira, distintos gestos de resistencia e intentos de rebeliones, las haciendas donde vivían los esclavos negros, después de la expulsión de los Jesuitas, (1767), habían pasado a ser propiedad del estado que las dirigía por medio de administradores.
A finales de enero de 1778, tres parejas de esclavos, que trabajaban en la hacienda de La Concepción, huyeron para ir a Quito a presentar al Presidente, una serie de quejas referentes al maltrato que recibían por parte del administrador Francisco Arrecoeche
Tres elementos parecen interesantes en este “ir al Presidente”:
1. La consciencia de tener derechos y el valor de reclamarlos.
2. El presentarse no como rebeldes aislados, sino como Comisión enviada por todos los esclavos.
3. La presencia de las esposas, manifestaba el nivel de dignidad y fuerza que la mujer negra había adquirido.
El jefe de la Comisión se llamaba Pedro Lucumí, entre las mujeres estaba Martina Carrillo.
Las quejas que la Comisión presentó al Presidente José Dibuja, fueron las siguientes:
1. A los esclavos se les daba menos comida de lo que la Ley dictaba, haciendo la alimentación netamente insuficiente.
2. La renovación del vestuario no se efectuaba a su debido tiempo.
3. Se obligaba a los esclavos a trabajar los domingos, hasta el medio día, quitándoles tiempo para el descanso y para trabajar sus pequeñas chacras (contrariamente a la costumbre establecida desde el tiempo de los jesuitas).
4. Los esclavos recibían castigos demasiados rigurosos e injustificados, ya que eran cumplidos en sus labores.
El Presidente Dibuja, los recibió y los escuchó, ya que consideraba que los esclavos tenían derecho a recurrir a la autoridad superior. Además pensaba que no había que tratar demasiado mal a los esclavos para evitar mayores rebeliones.
Dibuja decidió enviar a un nuevo administrador, de nombre Andrés Fernández, con el encargo de reemplazar al anterior y de investigar sobre las acusaciones presentadas por los esclavos.
Cuando los esclavos volvieron a La Concepción, fueron duramente castigados: a Lucumí, le dieron 500 latigazos por ser el jefe de la Comisión; a Martina le dieron 300 latigazos que le abrieron el pecho y la dejaron tan mal que el sacerdote le llevó los santos oleos; y así fue con todos los de la Comisión, tanto que después de 15 días todavía no podían regresar al trabajo.
El nuevo administrador, que llegó después de dos meses, vio todavía las señales de los castigos recibidos, a pesar de la orden del Presidente de no castigarlos.
Aunque Arrecochea intentó defender su actuación, después de hablar con los mayordomos y con muchos otros testigos, el nuevo administrador decidió enviar a su predecesor a la prisión real de Quito.
En Quito, le hicieron el proceso y lo condenaron a pagar una multa de 100 pesos al Estado y otra multa de 100 pesos, a los esclavos que habían sido víctimas de su crueldad.
Las tres negras y los tres negros siguieron esclavizados, pero habían conseguido mejorar las condiciones de vida de todos y todas las compañeras y sentar un precedente:
a) La posibilidad para los esclavos de hacer respetar sus derechos y reconocer su dignidad;
b) El poder recibir una compensación financiera por los perjuicios de los que habían sido víctimas.
La Semilla de una vida mejor, había sido sembrada entre los esclavos de La Concepción, una semilla que durante las décadas siguientes iría dando sus frutos y en particular en la familia de Martina Carrillo, de donde surgió otro gran campeón de los derechos del negro, su hijo, Francisco Carrillo.
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