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Soledad Perpetua De La Simone


Enviado por   •  13 de Enero de 2014  •  1.415 Palabras (6 Páginas)  •  337 Visitas

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Nina Simone

La expresión de Nina Simone sentada frente al piano era de seriedad intimidatoria. Su belleza física escapaba de las proporciones áureas: tenía nariz ancha, ojos tristes, boca grande… La voz, de madera noble, sigue resonando profunda y felina, rodeada de un halo religioso, entre el desengaño y la fe.

Mezclaba su estricta educación clásica con composiciones agridulces, un registro grave bien utilizado y un carácter que le dio fama de altiva. El Cotilleando a… de esta semana es para Nina Simone, conocidad a su pesar (porque no quería etiquetas) como la Máxima Sacerdotisa del Soul.

1. Eunice Kathleen Waymon,la sexta de ocho hermanos, nació en 1933 en Tryon, un pueblucho de Carolina del Norte. Llegó al mundo viviendo las consecuencias del crack del 29. El padre, John Divine Waymon, fue barbero, tintorero y predicador. La crisis le obligó a prescindir de la cómoda casa en la que vivía la familia, vender el coche y buscar trabajos con sueldos miserables. La madre, Mary Kate Waymon, fue predicadora y después pastora: una mujer profundamente religiosa, de moral estricta, poco afectuosa con sus hijos. Con las dificultades económicas tuvo que buscar trabajo limpiando en las casas de las pocas familias blancas de clase media que podían permitirse ese lujo.

Eunice, la "niña-milagro" a los ocho años

2. De bebé, durante las ceremonias eclesiásticas, Eunice seguía el ritmo de los himnos y pronto se empezó a hablar de la pequeña como de un milagro. Con dos años y medio tocó en el órgano de la casa familiar el himno God Be with You Till We Meet Again: “Lo aprendí de memoria. Mis padres se arrodillaron cuando me vieron tocar algo que claramente nadie me había enseñado”.

3. A los cuatro años abría los oficios del domingo con su música. La llamaban “el pequeño prodigio” y los fieles incluso recorrían cerca de 100 kilómetros para acudir a la Iglesia Metodista de Tryon. La madre de Eunice la advertía de que el don se lo debía a Dios y que no debía ser motivo de orgullo personal.

4. Una de sus admiradoras era la Señora Miller, una mujer blanca que urgió a los padres de la niña a que recibiera clases de piano con Muriel Massinovitch, una profesora local. Miller se hizo cargo del pago durante un año y la pianista la introdujo en la música clásica y le enseñó a escribir y leer música. Eunice aprendía a gran velocidad y pronto se vio encaminada a ser una gran intérprete de piano. Su profesora recaudó fondos para que la “niña milagrosa” pudiera completar su educación musical en la prestigiosa escuela Juilliard de Nueva York.

Eunice a los 17

5. A los 17 años se marchó a la Gran Manzana, pasó el verano en el conservatorio, con una disciplina casi militar y autoimpuesta: no hacía amigos, no salía de su alojamiento -en casa de un predicador amigo de su madre- más que para ir a la escuela, sólo tocaba el piano y se preparaba para el Curtis Institute de Filadelfia. Era la única alumna negra del curso.

6. El examen de ingreso para el Curtis fue el momento de inflexión. Toda su vida fue una niña modelo, que se había dejado llevar por el destino lógico que le habían preparado: iba a ser la primera intérprete negra de una orquesta, no había plan B. Sin embargo, algo pasó en la prueba. Nina Simone nunca mencionó lo que sucedió aquel día frente al jurado de blancos que la evaluaron en 1950, en plena vorágine de segregación racial. La rechazaron. Ella ni siquiera había tenido en cuenta la posibilidad. Su vida quedó hecha pedazos e incluso consideró dejar la música. La tristeza dio paso a la ira: un jurado no iba a decidir su triunfo como intérprete.

7. La transformación de Eunice en Nina Simone sucedió en Atlantic City, la ciudad del estado de Nueva Jersey famosa por sus casinos. Consiguió unos bolos tocando en un tugurio. El dueño del local le exigió cantar si quería el trabajo. Simone cantó por primera vez, mezclando clásicos de blues, gospel e himnos con sus conocimientos académicos, con el pelo recogido en un moño y ataviada con un elegante vestido más propio de un recital clásico. Cada dos horas tenía 15 minutos de descanso en los que bebía un vaso de leche.

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