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Viejo Y El Mar


Enviado por   •  24 de Enero de 2012  •  413 Palabras (2 Páginas)  •  549 Visitas

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La práctica de la solidaridad, en un grupo social es la capacidad de actuación unitaria de sus miembros. Este valor manifiesta un alto grado de integración y estabilidad interna. La solidaridad, muy habitual en las sociedades tradicionales, se produce como consecuencia del apego a valores comunes, que lleva a compartir creencias relacionadas con los aspectos fundamentales de los grupos sociales. Son elementos activos de la solidaridad: una actuación mutua que a los valores personales antepone las normas, intereses y valores de la comunidad; el sentido de pertenencia es poco valorado en la actuación de un hombre solidario; el viejo y el mar señala la practica de este valor imprescindible, en la relación del muchacho y el viejo e igualmente como ellos, todos deberíamos ser solidarios en nuestra comunidad, para así realizar un cambio social y desaparecer esa idea de autoengrandecimiento y egoísmo.

El respeto, es la veneración o admiración que se hace a alguien. El muchacho nos expresa por medio de sus actos que no importa la persona que sea, siempre debemos mantener el respeto, aunque sea un desconocido, un familiar, un amigo, etc. Manolín el joven hombre aprende rápidamente a ser una persona de provecho; además tiene como guía y buen consejero, al viejo, que con sus años de experiencia ha sabido reflejar en él los buenos valores, he incluso la enseñanza correcta de cómo ser un buen pescador y también de lo que es un verdadero amigo y cuan valiosa es la amistad en la vida. Aparte se demuestra en la novela que ser humilde no es un signo de fragilidad, sino que, una persona debe aprender a tener conocimiento de sus propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento, esto implica que también es conveniente aprender ha hablar solo lo que se debe y no derrochar innecesariamente nuestras palabras. El autor al final de su interesante historia, nos habla de una derrota y aunque el anciano se siente demacrado por lo sucedido, sabe aceptar lo que le tocó. Cuando aceptamos nuestro destino, la resignación también debe formar parte de nosotros. Esto es lo que le ocurre a Santiago. No se da nunca por vencido, pero, a pesar de su valeroso esfuerzo, el viejo acepta con entereza su destino y la ley que imponen las fuerzas de la naturaleza. Por ello, no se siente derrotado, porque como nos dice Hemingway: “el hombre no está hecho para la derrota; un hombre puede ser destruido, pero no derrotado”.

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