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A MI ME SOBRA UN NÚMERO, POR ESO YO SOY ESPECIAL


Enviado por   •  3 de Abril de 2013  •  Informes  •  1.172 Palabras (5 Páginas)  •  434 Visitas

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A MI ME SOBRA UN NÚMERO, POR ESO YO SOY ESPECIAL

Por: Gabriela vazquez

A sus treinta y cinco años se ve mucho menor; su tez blanca, su pelo corto y sus ojos cafés son los de una dulce niña de diez años. Ximena hija única, cuando tenía quince años falleció su padre y dos años después su madre, nadie quiso hacerse cargo de ella y fue enviada a un hogar del Estado en el que vivió cerca de diez años. Su rostro se torna serio y triste al recordarlo, “no me acuerdo de cuando vivía ahí”, cerro los ojos apretándolos y cubriendo su cara con las manos.

Después de diez años en el hogar, la viuda del hermano de su madre supo de su existencia, la visitó un par de veces y quedó encantada con esta niña que habla sin parar y comienza cada oración con el nombre de a quién se dirige.

Un par de meses bastaron para que ambas se encariñaran, y decidió llevársela a vivir con ella. Ahora Ximena tiene su casa y no para de hablar de su pieza “Graaaandeeee y con mi cama cómoda” y de sus hermanos con quienes sale de paseo los fines de semana y que la llevan a la casa de su pololo.

La Xime, como le dicen sus compañeros de la escuela, sueña con casarse con su novio Roberto, quién el año pasado le regaló un anillo que ella muestra a todos como su gran tesoro. Se juntan todos los fines de semana en sus casas, ven películas con su familia. De vez en cuando se toman las manos y se dan un fugaz beso. Las familias están de acuerdo con la relación, sin embargo para ellos el matrimonio no es una opción posible.

Todos los días asiste a la Escuela "Apoyó Integral Down A.C." donde realiza alcancías de papel maché, hace las terminaciones y las pinta, ya que es muy cuidadosa y detallista, dos características que se le notan significativamente a la hora de vestir. Siempre impecable con su ropa combinada, Ximena no sale de su casa sin haber elegido un accesorio que combine: una pulsera, un anillo o un pañuelo. Si no los elige a tiempo, se angustia y se sienta enojada en su cama.

Esta joven sabe que es diferente, y muchas veces pregunta por qué no puede salir sola, por qué su aspecto físico no es igual a los demás o por qué ella no puede casarse. Con todo, para ella no es un tema relevante que la atormente ni la haga sentir mal, pues su familia la mantiene dentro de un círculo en el que no es discriminada y esta cien por ciento integrada.

¡No quiero ser diferente!

“¡¿Por qué no me dejas hacerlo?!”, increpa Rodrigo muy enojado.

“¿No ves que yo puedo?”, repite una y otra vez. “Bueno, inténtalo” dice a la profesora de su colegio. Pierde el equilibrio y cae al suelo Esto junto con sus crisis de ausencia, lo hacen sentir frustrado.

“A veces despierta enojón, anda atravesado y no hay quién lo saque de sus ideas. Él quiere, o cree que puede, hacer algo que realmente no puede, al tratar de convencerlo de esto se genera el conflicto”, relata María Elena, su profesora.

Esta escena se repite una y otra vez: recoger papeles y objetos, querer salir solo a comprar y tomar micro para ver a su polola son cosas que Rodrigo ha dejado de hacer producto de sus 45 años. Las personas con síndrome de Down llegan a la vejez en promedio a los 40 años, lo que equivale a un adulto de 65 años que no presenta

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