Actividad humana vs. Ambiente: Contaminación acuífera en Yucatán

Introducción

Desde las últimas décadas y hasta la actualidad, el deterioro ambiental se ha hecho cada vez más fuerte. Una de las causas que podemos atribuirle a este suceso, es el mal uso de los recursos naturales por parte del ser humano, que día a día explota incalculablemente el medio natural para obtener materia prima, satisfacer sus necesidades de producción, necesidades básicas y demás.

Un caso que puedo resaltar de hace unos años y que continúa presente en mi estado natal, Yucatán, es la contaminación del manto acuífero. Se presenta, en su mayoría, dentro de las comunidades urbanas y en municipios costeros próximos. La capital del estado y uno de sus puertos más importantes, son utilizados para la descarga de aguas residuales sin suministrárseles tratamiento al suelo o al mar; parte de la contaminación del agua se deriva de la actividad en las granjas avícolas y porcícolas, junto a las actividades agrícolas, de empresas o granjas recientemente establecidas en dichos lugares, que provocan que más de 20 cenotes pertenecientes a 11 municipios cuenten con altas concentraciones de plaguicidas. Esto a su vez, ocasiona que el agua utilizada en las comunidades rurales –o incluso urbanas–, contenida en pozos dentro de las viviendas, no sea apta para consumo humano o uso en general.

Buena parte de la población residente en tales municipios, aún usa sumideros, lo que de igual forma, significa un problema debido a la falta de un mantenimiento adecuado. El mal desecho de los residuos sólidos (basura), es también un conflicto para el suelo y el flujo del agua.

Yucatán posee el tercer lugar en los índices más altos de disponibilidad de agua per cápita, siendo la región con mayor recarga hídrica a nivel nacional; en el año 2014, contaba con 25 mil millones de metros cúbicos (El Universal, 2014), lo que representa el 30 por ciento de la recarga nacional, reserva que es renovada cada año.

De seguir así, el reabastecimiento de agua en municipios de difícil acceso, se verían perjudicados; además de otros problemas y daños graves e irreversibles a este vital recurso.

Desarrollo

El problema en la contaminación del agua ha avanzado y dejado sus primeros estragos en el camino. La misma dificultad para transportar y abastecer a comunidades alejadas, ha obligado a los pobladores a comenzar a consumir el agua de pozos y cenotes; agua infectada con pesticidas y herbicidas prohibidos a escala mundial (por ejemplo: Aldrin, Bieldrin edulsofano, y DDT), a causa de la actividad agrícola en el sector rural y/o costero. Aquello, prontamente ha suscitado problemas graves de salud, tales como el cáncer de mama y de ovario, malformaciones congénitas y mortalidad neonatal. Un investigador de la Universidad Autónoma de Yucatán, Ángel Polanco Rodríguez (2012), anunció que la tasa de los casos presentados de cáncer en la entidad, es mayor a la media nacional.

El mal manejo de los sólidos y las aguas residuales, asimismo, han formado parte del conflicto. Y no solo han contribuido a que tales enfermedades se propicien, sino también al entorpecimiento a la hora de abastecer a las zonas costeras, lo que genera que el aprovechamiento del líquido vital no sea eficiente, y que en un futuro, podría generar que la obtención de agua potable sea costosa. La costa yucateca carece de precipitaciones regulares; y aunado a la falta de reabastecimiento, pone en riesgo al subsuelo. Además, únicamente cuatro municipios en el estado tienen drenaje, el 86.3 por ciento pertenece a Mérida.

La escaza limpieza de estas fosas sépticas incentiva la degradación del paisaje y la riqueza natural, como los manglares de la costa; al igual que los humedales y los petenes, cuya tarea es absorber las aguas residuales que fluyen en los manantiales (SEDUMA, 2011), pero que no han sido tratados idóneamente para su óptimo funcionamiento. Cada año de pierden aproximadamente 4 kilómetros cuadrados de petenes, selva baja, sabana, entre otros recursos costeros.

A tal ritmo, dentro de treinta años los arrecifes de coral habrán desaparecido junto con el 70 por ciento de la fauna marina, entre ellos, el 90 por ciento de los grandes peces del mar (como tiburones, atunes, etc.), lo que originará un grave desequilibrio ecológico y la ruina del comercio pesquero (Comisión de Medio Ambiente del Congreso Local, 2014).

Todos estos problemas son claramente consecuencia de la actividad del hombre, del empleo incorrecto de los recursos naturales, la mala administración y el desinterés hacia el cuidado de su propio medio. La falta de colaboración entre el gobierno y la población para implementar iniciativas en pro de la conservación ambiental dan pie a todas estas problemáticas, que exclusivamente terminan por afectar al mismo hombre y al entorno en el que vive. Si la población, las personas dedicadas a la agricultura y que entran en contacto con la naturaleza y el gobierno del Estado mostraran la debida preocupación hacia el manto acuífero –del que obtienen materia para manufacturar productos de consumo y de necesidad primaria–, estarían en armonía con su ambiente y no tendrían que sufrir los efectos fatales que padecen hoy en día.

La cultura de la preservación ambiental es poca en municipios rurales y urbanos por igual, solo se imparte en las escuelas en donde asisten niños, especialmente con bajos recursos económicos,

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