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Biografía Epicuro


Enviado por   •  1 de Diciembre de 2011  •  Trabajos  •  10.999 Palabras (44 Páginas)  •  666 Visitas

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BIOGRAFÍA DE EPICURO

1. Epicuro, hijo de Neocles y Cherestrata, fue natural de Gargetto, pueblo del territorio de Atenas, y descendiente de la familia de los Filaidas, como dice Metrodoro en el libro De la nobleza. Otros, con Heráclito en el Epítome de Soción, dicen que como los atenienses sorteasen los colonos que debían ir a Samos, fue educado allí, y a los dieciocho años de edad pasó a Atenas en tiempo que Jenócrates enseñaba en la Academia y Aristóteles en Calcide. Que muerto Alejandro Macedón, y decaídos los atenienses reinando Perdicas, se fue a Colofón, donde vivía su padre. Que habiendo estado allí tiempo y juntado discípulos, regresó a Atenas bajo de Anaxicrates, donde filosofó algún tiempo juntamente con otros; pero luego estableció secta propia llamada de su nombre. Según él mismo dice, se dedicó a la filosofía a los catorce años de edad. Apolodoro Epicúreo, en el libro primero de la Vida de Epicuro, dice se dio a la filosofía en persecución de los sofistas y gramáticos, por no haber sabido explicar a uno de ellos lo que significa en Hesíodo la voz χάους (chaous). Y Hermipo asegura que fue primero maestro de escuela; pero después, habiendo visto por acaso dos libros de Demócrito, se entregó a la filosofía, y que por esto dijo Timón de él:

De Samos ha salido

el físico postrero, el impudente,

el maestro de niños,

el más duro y brutal de los mortales.

2. Por exhortación suya filosofaban también con él sus tres hermanos, Neocles, Queredemo y Aristóbolo: así lo dice Filodemo Epicúreo en el libro X de su Catálogo de los filósofos. Hasta un esclavo suyo llamado Mus filosofó con él, como lo dice Mironiano en sus Capítulos históricos. Siendo enemigo suyo Diotimo Estoico, lo vulneró amarguísimamente, publicando con nombre de Epicuro 50 cartas impúdicas y escandalosas; como también las referidas a Crisipo, ordenándolas como si fuesen del mismo Epicuro. Aun Posidonio Estoico, Nicolao, Soción en la duodécima de las tituladas Demostraciones diócleas, la cual versa sobre la carta 24, y Dionisio Halicarnaseo, son sus perseguidores.

3. Dicen que andaba con su madre girando por las casucas y habitaciones populares recitando versos lustratorios, y que enseñó las primeras letras con su padre, por un estipendio bajísimo. Que prostituyó a uno de sus hermanos, y que él se servía de la meretriz Leontio. Que se arrogó los escritos de Demócrito acerca de los átomos y los de Aristipo acerca del deleite. Que no fue ingenuo ni legítimo ciudadano, como lo dicen Timócrates y Herodoto en el libro De la pubertad de Epicuro. Que en sus cartas aludió indignamente a Mitres, mayordomo de Lisímaco, llamándolo Apolo y rey. Que ensalzó y aduló a Idomeneo, a Herodoto y a Timócrates, que habían explicado sus dogmas hasta entonces oscuros; y lo mismo hace en las cartas a dicho Leontio, por estas palabras: «¡Oh Apolo rey, amado Leontillo, cuán grande alegría y conmoción llenó mi ánimo leída tu pequeña carta!» Y a Temista, mujer de Leonteo, le dice: «Estoy resuelto a ir corriendo a cualquiera parte que me llaméis vosotros y Temista, caso que vosotros no vengáis a verme.» Que a Pitocles, que era muy hermoso, le dice: «Aquí estaré sentado esperando tu ingreso divino y amable.» Que en otra carta a Temista cree persuadirla, como dice Teodoto en el libro IV Contra Epicuro. Que escribía a otras muchas amigas, singularmente a Leontio, a la cual amaba Metrodoro.

4. Que en su libro Del fin, escribe así: «Yo ciertamente no tengo cosa alguna por buena, excepto la suavidad de los licores, los deleites de Venus, las dulzuras que percibe el oído y las bellezas que goza la vista.» No menos Epicteto lo llama petulante en el hablar, y lo reprende en extremo. Timócrates, hermano de Metrodoro y discípulo suyo, después de haber abandonado su escuela, dice en sus libros De la alegría que Epicuro vomitaba dos veces al día por los excesos del lujo y molicie; añadiendo que aun él apenas se había podido escapar de aquella filosofía nocturna y secreto conventículo. Que Epicuro ignoró muchas cosas acerca de la oración, y muchas más en el gobierno de la vida. Que era tan miserable la constitución de su cuerpo, que en muchos años no pudo levantarse de la silla. Que cada día gastaba una mina en la mesa, como dice él mismo en su carta a Leontio y en las que escribió a los filósofos de Mitilene. Que a él y a Metrodoro concurrían también las meretrices Marmario, Hedía, Erocio, Nicidio y otras.

5. Que en sus treinta y siete libros de Física dice muchísimas cosas de éstas, y contradice en ellos a muchísimos, singularmente a Nausifanes, hablando así: «Tuvo éste más que ningún otro una jactancia sofística, como que paría por la boca, semejante a la mayor parte de los esclavos.» Y que en sus cartas dice también de Nausifanes: «Estas cosas lo arrebataron al exceso de maldecirme y llamarse mi maestro.» Llamábalo además «pulmón, iliterato, engañoso y bardaja». Que a los discípulos de Platón los llamaba «aduladores de Dionisio»; al mismo Platón le daba el epíteto de «áureo»; y a Aristóteles lo llamó «un perdido, porque habiendo malgastado todos sus haberes, tuvo que darse a la milicia, y aun a vender medicamentos». Que a Protágoras lo llamaba «Faquín, escribiente de Demócrito, y hombre que enseñaba a leer y escribir por los cortijos.» A Heráclito, «confundidor»; a Demócrito, «Lerócrito» (704); a Antidoro, «Sainidoro»; a los cirenaicos, «enemigos de Grecia»; a los dialécticos, «demasiado envidiosos»; y a Pirrón, «indocto y sin educación alguna».

6. Pero todos éstos ciertamente deliran, pues hay muy bastantes que atestiguan la ecuanimidad de este varón invicto para con todos: su patria, que lo honró con estatuas de bronce; sus amigos, que eran en tan gran número que ya no cabían en las ciudades; todos sus discípulos, atraídos de sus dogmas como por sirenas, excepto Metrodoro Estratonicense, que se pasó a Carnéades, acaso porque le era gravosa su benignidad constante; la sucesión de su escuela, la cual permanece sin interrupción de maestros a discípulos, cuando todas las otras han acabado; su gran recogimiento y mucha gratitud a sus padres, beneficencia con sus hermanos y dulzura con los criados (como consta en sus testamentos), algunos de los cuales estudiaron con él la filosofía, y de cuyo número fue el tan celebrado Mus arriba nombrado.

7. Su piedad para con los dioses, su amor a la patria y el afecto de su ánimo son imponderables. Su extrema bondad y mansedumbre no lo dejaron entrar en asuntos de gobierno. Afligida la Grecia por las calamidades de los tiempos, siempre se mantuvo en ella, excepto dos o

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