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Charles Darwin

jbfm8224 de Noviembre de 2011

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DARWIN, Charles Robert

The descent of man and selection in relation to sex (castellano: “El origen del hombre”)

1. RESUMEN DE LA OBRA*

Capítulo I. Pruebas de que el hombre desciende de una forma inferior.

Darwin se propone demostrar en esta obra que el hombre es el descendiente modificado de alguna forma inferior. A esta conclusión llega tras pensar que las variaciones manifestadas en el hombre en cuanto a la conformación corporal, (enfermedades, embrión, órganos, etc.), y también intelectual, están sometidas a las mismas leyes de los animales inferiores. Así, por ejemplo, el hombre posee enfermedades comunes con algunos animales; igual sucede con ciertos parásitos que son comunes; el embrión humano es semejante al de otros animales; la similitud de los distintos miembros del cuerpo es bien notoria, etc.

Este primer capítulo se dirige a probar ciertas semejanzas entre el hombre y algunos animales: en la forma del esqueleto, sistema nervioso, enfermedades, órganos rudimentarios, etc.

Basándose en ellas, el autor concluye que “el hombre y todos los demás vertebrados han sido construidos según un mismo modelo general“ (p. 23); admite que todos ellos tienen un origen común, y niega la idea de que fuesen el producto de actos creativos separados. Y este es precisamente el núcleo de la argumentación científica de Darwin: dos cosas semejantes tienen un origen común; argumento enriquecido con una multitud de datos que en realidad sólo evidencian semejanzas entre los seres vivos de la naturaleza, pero que no necesariamente prueban un origen común.

Capítulo II. Facultades mentales del hombre y de los animales inferiores

Habiendo descubierto señales —que le parecen evidentes— de que el hombre, en su forma corporal, procede de una forma inferior, analiza ahora si a esa suposición se opone la considerable diferencia de las facultades mentales del hombre sobre las de los demás animales. Ante esto sostiene que entre el hombre y los mamíferos más elevados no hay ninguna diferencia fundamental (cfr. p. 25). Todas las facultades mentales son el resultado del desarrollo de instintos que se adquirieron por la selección natural de variaciones a partir de instintos más simples. Las causas por las que surgieron esas variaciones son desconocidas para Darwin. Este planteamiento equipara absolutamente al animal con el hombre en todos los aspectos, lo que posibilita que estén sometidos a las mismas emociones, que en el caso de los animales superiores son comunes a las del hombre: amor, orgullo, vergüenza, miedo, burla, etc.

Darwin estudia las facultades más intelectuales —imaginación, razón, etc.— y concluye que también existen en animales superiores. Reconoce que el lenguaje articulado es particular del hombre, pero admite que pudo haberse originado por evolución desde monos, a base de uso continuo de los órganos de la voz, a lo que habría ayudado el desarrollo del cerebro. El desarrollo del lenguaje habría perfeccionado la inteligencia. Por tanto, concluye, ninguna de las facultades intelectuales impide que el hombre se hubiera desarrollado a partir de una forma inferior.

Algunos autores distinguen al hombre de los animales por facultades como la conciencia, la personalidad, la abstracción, etc. Sin embargo, Darwin sostiene que los animales también poseen una forma de conciencia de sí mismos, pues son capaces, por ejemplo, de reflexionar sobre placeres pasados.

Analiza también en este capítulo la creencia en Dios, y piensa que, siendo indudable la demostración racional de su existencia, es erróneo pensar que “el hombre haya estado dotado primitivamente de la creencia en la existencia de Dios omnipotente“ (p. 51). Sin embargo, todas las razas tienen el sentimiento de la religión, entendida como creencia en agentes invisibles o espirituales, que habría

tenido origen —según Darwin— en los sueños, tras un desarrollo suficiente de facultades como la imaginación, la curiosidad, etc. Este sentimiento religioso aparece de modo semejante en los animales: Darwin recogió algunas opiniones en favor de esto, y la de un autor que sostuvo que el perro veía a su amo como a un dios. Así, “las mismas facultades mentales que han impulsado al hombre a creer primero en influencias espirituales invisibles, luego al fetichismo, al politeísmo, y finalmente al monoteísmo, le han arrastrado también a distintas costumbres y supersticiones extrañas“ (p. 54); éstas son consecuencias indirectas de las facultades más elevadas del hombre y “pueden ponerse al lado de los errores incidentales de los instintos de los animales inferiores“ (p. 55).

Capítulo III. Las facultades mentales del hombre y de los animales inferiores. (Continuación).

En este capítulo, el autor trata una cuestión muchas veces argüida como diferencia entre el hombre y los animales: la conciencia.

Darwin identifica la conciencia con la conciencia moral, y ésta con el sentimiento del deber; sostiene que ésta es la diferencia más importante para distinguir al hombre de los demás animales. Sin embargo, Darwin le atribuye una importancia relativa, pues sostiene que cualquier animal dotado de instintos sociales pronunciados podría haber adquirido un sentido moral. Para fundamentar esto, parte de que la sociabilidad es una característica del hombre también poseída por otros animales, y piensa que las líneas de conducta nacieron en los primeros antepasados del hombre a partir de sentimientos innatos de amistad y de simpatía fortalecidos por el hábito e iluminados con la luz de la razón. Así se alcanzaba, independientemente de la pena o del placer que produjeran los actos humanos, la conciencia del “deber”.

Darwin heredó de Kant la conciencia del deber, y le dio razón de ser a partir del proceso evolutivo: el sentido moral nació para la prosperidad de la comunidad (entendida no como felicidad general, sino como mayor producción de descendientes con facultades plenas), porque se deriva de los instintos sociales, que pueden ser innatos o adquiridos en parte. Los instintos sociales sirven de guía y están orientados a dominar las malas acciones (las contrarias al bienestar ajeno). El sentido moral originó el deseo de ayuda a los demás. Así el hombre llegó a estar sometido a reglas morales; las normas superiores están pues basadas “en los instintos sociales, y se refieren a la prosperidad de los demás; están apoyadas en la aprobación de nuestros semejantes y en la razón” (p. 79); “las inferiores (...) cuando arrastran a un sacrificio personal, se enlazan principalmente con el individuo en sí, y deben su origen a la opinión pública, cultivada por la experiencia” (pp. 79-80). Conforme el hombre se une a otras comunidades mayores, la razón indica que debe extender sus instintos sociales y su simpatía a todos los individuos de la comunidad, aunque no los conozca. Y el mayor grado de cultura moral se adquiere cuando el hombre domina sus pensamientos y los mantiene alejados de las acciones malas que hizo.

Es posible que se produzca una lucha entre el instinto social y los deseos del hombre de orden inferior, que pueden llegar a ser más fuertes que aquél. Sin embargo, en la medida en que los hábitos sociales de virtud toman mayor fuerza en las generaciones futuras, al ser fijados por la herencia, esa lucha será cada vez más débil y la virtud triunfará.

El resumen de la moral de Darwin halla su fundamento en la frase de Kant “haz a los hombres lo que quieras que ellos te hagan” (p. 85). En ese principio fundamenta Darwin su teoría moral, a la que considera como un producto de la evolución.

Capítulo IV. Modo como el hombre se ha desarrollado de alguna forma inferior.

En este capítulo se muestra cómo es posible que una forma simiesca haya podido transformarse en hombre, variando características físicas y morales. Sobre este punto, admite Darwin que no es posible tener pruebas directas demostrativas, pero que sí puede establecerse que el hombre varía actualmente, debido a ciertas causas y obedeciendo a las mismas leyes generales que determinan la variación en los animales inferiores. Las causas de la variabilidad no

son conocidas por Darwin; piensa que “se enlazan con las condiciones a que cada especie ha estado sometida durante muchas generaciones” (p. 88). Pero los cambios de las condiciones no son la única ley para explicar la variabilidad; otras son el uso y desuso de las partes, la cohesión de las partes homólogas, la compensación de crecimiento, etc.

Aunque Darwin admite que cuando se alteran las condiciones a las que los organismos están sometidos, se producen efectos, a menudo considerables, siempre que haya habido el tiempo necesario para ello, reconoce sin embargo que no tiene pruebas claras de esta tesis. Dice también que cuando se producen variaciones que él llama “espontáneas”, las causas hay que buscarlas más en relación con la naturaleza del organismo que con la de las condiciones a las que éste se encuentra sometido.

Piensa que los primeros antecesores del hombre, como todos los demás animales, tenderían a multiplicarse mucho más de lo que permitirían sus medios de subsistencia, con lo que estarían expuestos a una lucha por la existencia, y, por tanto, “se hallarían sujetos a la inflexible ley de la selección natural” (p. 111). De este modo, las variaciones ventajosas se habrían conservado de manera accidental o habitualmente y se habrían transmitido a la descendencia. Las perjudiciales se eliminaron.

El lenguaje articulado del hombre —desarrollado por la fuerza de su inteligencia— la capacidad de observación, la memoria, el raciocinio y la imaginación explicarían su enorme extensión sobre el globo.

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