Conversion
vilis511 de Septiembre de 2013
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Consecuencias culturales
El poderío, la prosperidad y la confianza de la Europa atlántica y Estados Unidos (a finales del siglo XIX) inspiraron a decenas de miles de misioneros que se dedicaron a difundir versiones del Evangelio cristiano por todo el mundo. Obtuvieron sus mayores éxitos allí donde la extensión de la red había causado más perturbaciones, por ejemplo en las islas del Pacífico, en el África meridional y en el interior de Sudamérica. Pero convirtieron a mucha gente en Corea y también en China. Como siempre, las creencias resultantes de esta labor de predicación fueron sincréticas, y en realidad nacieron religiones nuevas, como las formas coreana o africana del cristianismo. Las religiones locales, indígenas, desaparecieron, como había ocurrido durante siglos.
Algo parecido sucedió en el caso de las lenguas del mundo. Algunas desaparecieron, víctimas de la propagación de unas cuantas lenguas imperiales (chino, árabe, español, ruso, francés e inglés). Las lenguas locales se extinguieron con mayor rapidez en las fronteras imperiales del mundo, en Australia, América, Liberia y el Asia central, pero este fenómeno también sucedió en Europa: la lengua local de Cornualles, en el suroeste de Inglaterra, desapareció en el siglo XIX. A veces las lenguas dejaban de existir cuando lo hacían quienes las hablaban, como ocurrió en Tasmania. Pero generalmente la extinción era voluntaria, porque los padres instaban a los hijos a aprender el idioma que más útil les sería en la vida, la lengua del poder y el prestigio. Así pues, en el plazo de dos o tres generaciones las lenguas cosmopolitas reemplazaron a las de carácter más local. Los misioneros que centraron todos sus empeños en aprender lenguas aborígenes en Australia, Nueva Guinea o Amazonia a menudo lo lamentaron al terminar la traducción de la Biblia, pues quizá ya nadie la necesitaba.
Como en el caso de las religiones, el rápido movimiento de personas y de poder produjo nuevas amalgamas lingüísticas. Las lenguas imperiales incorporaron palabras nuevas a medida que sus hablantes adquirían experiencia del mundo: el inglés adoptó centenares de palabras del hindi o del urdu (por ejemplo, pajama o jungle), y otras de lenguas amerindias (como moccasin o powwow). Las minas y las plantaciones del mundo donde trabajaban gentes de muy diversas procedencias, solían ser crisoles de lenguas totalmente nuevas, las llamadas “pidgins”. Se trata de idiomas reducidos a lo esencial, con un mínimo de gramática común. La mayoría de los pidgins del mundo moderno toman su vocabulario principalmente del portugués o el inglés. Los niños que crecen oyendo una lengua natal aumentan muchísimo su riqueza y su flexibilidad lingüística cuando se les enseña gramática, y la convierten en una lengua “criolla”. Debido a la migración de mano de obra procedente de muchas partes, el Caribe tiene alrededor de veinticinco o treinta leguas criollas, la mayoría de las cuales surgió en los siglos XVIII y XIX (aunque, como todas las lenguas, continúan evolucionando). En escasas ocasiones, una lengua criolla podía convertirse en lengua imperial. El swahili, que inventaron como lengua pidgin los comerciantes de la costa del África oriental, se convirtió en una rica lengua criolla y penetró en el siglo XIX hasta la región de los Grandes Lagos debido al éxito de sus creadores. Algunos observadores, al ver la rapidez de la globalización, pensaron que el mundo necesitaba una nueva lengua internacional e inventaron varias, la más afortunadas de las cuales fue el esperanto, creado en 1887 por un oftalmólogo polaco de origen judío. (se dice que hoy día lo habla un millón de personas). En conjunto, por supuesto, el número de religiones y lenguas disminuyó: la diversidad cultural del mundo decayó, y con mayor rapidez que nunca.
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