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Cosmogonía


Enviado por   •  4 de Mayo de 2023  •  Trabajos  •  1.875 Palabras (8 Páginas)  •  42 Visitas

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Esteban Hurtado Torres

En el principio, solo existía un ser supremo y poderoso conocido como Itsumo, El Creador. Este ser, que no tenía forma ni muchas limitaciones, decidió crear un universo con forma ovalada. Dicho universo fue dividido en cuatro partes. Primero formó un espacio gigantesco que ubicó en la parte más alta del óvalo; lo denominó Cielo. Con el fin de poder observar con mayor claridad lo que ocurriera en el universo que estaba construyendo, Itsumo otorgó a este espacio una estrella con un resplandor poderoso a la cual llamó Sol y, para darle cada tanto un descanso a esta estrella, creó una figura redonda que pudiera reflejar el brillo de Sol mientras ésta descansaba; a esta figura la llamó Luna.

Lo siguiente que creó, y que situó justo debajo de Cielo, fue Tierra, un lugar más pequeño que pobló con vasta vegetación, montañas, selvas, valles, volcanes, lagos, y con unos seres vivos a los cuales llamó animales. El tercer espacio surgió de un líquido salado y transparente que expulsaba Itsumo al usar mucha energía en pro de perfeccionar su creación; este líquido, al cual llamó Océano, rodeó a Tierra en casi toda su extensión, e hizo que ambos se mezclasen un poco. Finalmente, hubo un fragmento del Universo que El Creador dejó vacío para arrojar allí las invenciones que no le habían satisfecho; a este pedazo lo ubicó debajo de los otros tres y le puso el nombre de Inframundo.    

Con el fin de vigilar, proteger y hacer crecer y mejorar los espacios de su creación, Itsumo sacó de sus entrañas a tres seres fantásticos llamados Auriel, Thalassa y Astaroth. A cada uno le otorgó un fragmento diferente de su universo y, confiado en que estos tres seres cuidarían su obra, se dispuso a descansar y a observarlos eventualmente desde el espacio gigantesco al cual había llamado Cielo. Así, el reparto del universo fue el siguiente: a Auriel, Guardián de la Luz, se le dio Cielo y se le asignó el gobierno sobre Tierra. A Thalassa, Madre del Agua, se le adjudicó Océano. Y a Astaroth, Señor del Caos, le concedió Inframundo. Este último, al tener cabeza de serpiente y cientos de manos y piernas, fue el ser que menos le gustó a Itsumo, y por ello decidió enviarlo a custodiar este desolado lugar.

Poco tiempo después, Astaroth, absorto por la belleza y serenidad de Thalassa, quiso acercarse a ella para pedirle que poblasen y juntasen los territorios que ambos tenían. Sin embargo, Thalassa rechaza su propuesta y le pide que regrese a Inframundo. Preso de la insatisfacción que le producía el lugar que Itsumo le había otorgado, y lleno de ira por el rechazo de la Madre del Agua, Astaroth le advirtió a ésta y a Auriel, el Dios hermano de ambos, que acabaría con el mundo aéreo, terrestre y marino que estos dos últimos habían construido a través de los años.

Así pues, Astaroth, Señor del Caos, creó siete monstruos diferentes que le ayudasen a cumplir con su advertencia. El primero fue un dragón de fuego, capaz de quemar todo lo que tocaba. El segundo fue un gigante de hielo, capaz de congelar cualquier cosa que se interpusiera en su camino. El tercero fue un demonio de la oscuridad, capaz de crear sombras aterradoras que engullían todo a su alrededor. El cuarto fue un ciclón gigante, capaz de destruir todo a su paso con sus vientos huracanados. El quinto fue un monstruo marino, capaz de crear tsunamis y destruir todo lo que hubiese en Océano. El sexto fue un golem de roca, capaz de destruir territorios enteros con su fuerza bruta. Y el séptimo y último fue un ser de energía, capaz de lanzar rayos y descargas eléctricas que derribaban todo lo que le rodeaba.

Al finalizar su creación, Astaroth envió a los siete monstruos a la Tierra. Decidió no enviarlos a todos al mismo tiempo, pues consideró que causaría más sufrimiento y agonía si enviaba a uno diferente

cada semana, sorprendiendo a sus dos hermanos Dioses y entorpeciendo así lo que éstos pudieran planear hacer para contratacar y defender su universo.

Como era de esperarse, conforme las criaturas monstruosas de Astaroth iban ascendiendo desde Inframundo para destruir todo a su paso en Océano, Tierra y Cielo, Auriel y Thalassa idearon un plan para enfrentarlas: ambos se combinarían para dar nacimiento a 4 guerreros de una nueva raza: los titanes. Para su gestación, Auriel encendió una antorcha con fuego que le dio Sol, atrapó de Cielo fuertes ventiscas, y tomó de Tierra abundante y fértil barro, mientras que Thalassa brindó el agua necesaria proveniente de Océano. Fue así como, juntando estos 4 elementos que habían recolectado, el Guardián de la Luz y la Madre del Agua dieron vida a los Titanes Eurus, Aquarion, Gaia y Pyros, representando cada uno de estos a uno de los elementos de los que habían nacido: el aire, el agua, la tierra y el fuego.

Eurus, el titán del aire, tenía la habilidad de volar y una velocidad sin igual. A Aquarion, el titán del agua, se le otorgó la capacidad de respirar bajo el agua y de nadar a grandes profundidades. Gaia, la titánida de la tierra, estaba provista de gran fuerza y resistencia que le permitía soportar grandes cargas y ser resistente a casi todos los golpes. Finalmente, a Pyros, el titán del fuego, se le confirió la capacidad de controlar el fuego y de resistir altas temperaturas.

A pesar de lo poderosos que eran, y de que su incursión en la batalla contra las criaturas de Astaroth estaba dando buenos réditos para poderlas vencer definitivamente, los 4 titanes tenían una gran debilidad en común: a diferencia de sus progenitores, Auriel y Thalassa, ninguno de ellos era inmortal. Conscientes de esta limitación y apremiados por el desgaste de arduos meses de disputa para salvar al universo de la destrucción orquestada por Astaroth, Señor del Caos, Eurus, Aquarion, Gaia y Pyros deciden reunirse para crear en conjunto a un nuevo tipo de seres vivos, hechos lo más semejante posible a ellos mismos. Fue así como nacieron los Humanos, una raza de guerreros no tan poderosos ni inteligentes como los titanes, pero provistos de fuerza y raciocinio suficiente para que les fuesen útiles en el campo de batalla.

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