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Cosmogonía Azteca


Enviado por   •  11 de Mayo de 2015  •  1.443 Palabras (6 Páginas)  •  244 Visitas

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Cosmogonía Azteca

LOS MITOS COSMOGÓNICOS AZTECAS

Los Cinco Soles

Los distintos mitos aztecas carecen de unanimidad sobre quien fue el creador supremo. Según alguna versión, sólo existía una divinidad principal, el dios del fuego, llamada Ometeotl. Era una figura andrógina que se mostraba como una dualidad masculina y femenina llamadas respectivamente Ometecuhtli y Omecihuatl. De este dios hermafrodita, o pareja cósmica, descendían los dioses creadores de los cuatro primeros soles y el resto de las divinidades.

Otra versión prescindía de Ometeotl y otorgaba la categoría de supremo creador a Ometecuhlti quien, junto a su esposa Omecihuatl, infundió la vida sobre la tierra.

La leyenda mexica señalaba que vivían en el quinto Sol, o quinta era, tras la destrucción de los cuatro anteriores. Según este mito, los dioses creadores pretendían alcanzar la supremacía en el mundo utilizando cada uno su fuerza cósmica: tierra, fuego, viento y agua. Mientras esas fuerzas se mantuvieran en equilibrio, el mundo estaría en orden y podía existir la era de un sol. Sin embargo, si se producía un desequilibrio, ese sol, junto con la Tierra y los seres humanos, perecerían.

El primero de los soles fue el creado por Tezcatlipoca, dios de la tierra. No obstante, su creación no fue perfecta ya que los seres humanos eran gigantes y además sólo creó medio sol. Los humanos únicamente podían alimentarse de bellotas y piñones por lo que se encontraban débiles y fueron presa fácil de los jaguares que, en un momento determinado, tras devorar el medio sol existente, los exterminaron aprovechando la oscuridad. El primer Sol se llamaba Nahui-Ocelotl (Cuatro-Ocelote o Jaguar), porque había sido destruido, después de tres veces cincuenta y dos años, por los jaguares a quienes los aztecas consideraban como una representación zoomorfa del dios Tezcatlipoca.

El segundo sol fue creado por Quetzalcoatl, dios del viento. En este período soplaban fuertes vientos y los humanos, deficientemente alimentados con semillas de árboles, no pudieron sobrevivir a los huracanes, excepto aquellos que consiguieron transformarse en monos. El segundo Sol se llamaba Nahui-Ehécatl (Cuatro-Viento) y desapareció después de siete veces cincuenta y dos años al desatarse un gran huracán, manifestación de Quetzalcóatl, que transformó a los supervivientes en monos.

Tlaloc, dios de la lluvia y señor del rayo, creó el tercer sol llamado Nahui-Quiahuitl (Cuatro-Lluvia de fuego), que desapareció al cabo de seis períodos de cincuenta y dos años, bajo una lluvia de fuego enviada por Tláloc Los habitantes de la tierra, que sobrevivían exclusivamente de cereales, fueron pereciendo a causa del fuego y de las cenizas procedentes de las erupciones volcánicas. Únicamente escaparon de la destrucción aquellos que lograron convertirse en pájaros.

La encargada de la creación del cuarto sol fue la diosa del agua, Chalchiuhtlique. Este sol, conocido como Nahui-Atl (Cuatro-Agua), acabó con un terrible diluvio una vez transcurridos tres ciclos de cincuenta y dos años, El agua emergió del centro de la Tierra causando una catástrofe de la que sólo algunos humanos sobrevivieron tras adquirir la forma de peces.

Cada uno de estos soles corresponde a un punto cardinal: Norte, Oeste, Sur y Este, respectivamente.

Las cuatro creaciones anteriores habían sido destruidas por catástrofes habiendo desaparecido todo lo existente en cada una de las eras.

Fray Bernardino de Sahagún, en su obra “La Historia General de las cosas de la Nueva España”, también conocida como: “Código Florentino”, recoge la leyenda, transmitida por los aztecas, que habla sobre la creación del quinto Sol y de la Luna.

La leyenda decía así:

“Antes de que hubiese día, se reunieron los dioses en Teotihuacan y dijeron, “¿Quién alumbrará el mundo?” Un dios rico, Tecuzitecatl, dijo “yo tomo el cargo de alumbrar el mundo”. “¿Quién será el otro?”, y como nadie respondiera, se lo ordenaron a otro dios que era pobre y buboso, Nanahuatzin. Después del nombramiento, los dos comenzaron a hacer penitencia y a elevar oraciones. El dios rico ofreció plumas valiosas de un ave que llamaban quetzal, pepitas de oro, piedras preciosas, coral e incienso de copal. El buboso ofrecía cañas verdes, bolas de heno, espinas de maguey cubiertas con su sangre, y, en lugar de copal, ofrecía

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