DIME COMO TE ENSEÑARON Y TE DIRÉ QUE MAESTRO ERES

“DIME COMO TE ENSEÑARON Y TE DIRÉ QUE MAESTRO ERES”

Es a partir del desarrollo de esta frase que parte mi reflexión, muchos de los actuales educadores del siglo XXI, entretejimos nuestros modelos de enseñanza partiendo de cómo aprendimos o como fuimos en parte víctimas de una transición entre la escuela conductista a constructivista, donde detrás de una catedra de la escuela histórica social y de aprendizajes significativos, bien se colaba por entre los exámenes, parciales y finales, una ineludible realidad del método conductista y algunas veces arbitrario de nuestros tan recordados maestros. Es así como sutilmente fuimos embebidos y amaestrados por educadores en escuelas bajo una filosofía de la ciencia de la conducta, según así define sobre el conductismo (Skinner, B. 1974/1977), donde las leyes de la conducta es decir las leyes específicas del aprendizaje se aplican al condicionamiento y las adaptaciones humanas, moldeando muestro pensamiento a una voluntad renunciando a las doctrinas del alma, la mente y la consciencia, para ocuparse del estudio de los organismos en interacción con sus ambientes (J. R. Kantor (1963/1990) p. 573).

Sin embargo gran parte de la opresión de la escuela conductista y lo tergiversados de los métodos implementados por una generación de educadores del siglo XX, dio lugar a la escuela cognitivista, con la consideración de la mente como la capacidad que nos permite representarnos la realidad (“Revolución cognitiva Bruner, 1991”) donde se pasa a considerar la mente humana como producto de las fuerzas históricas culturales que conforman toda sociedad (“Revolución cultural Bruner, 2005). Trayendo consigo la sobre valoración de los conocimientos adquiridos y su relevancia en el éxito o no de un estudiante, al punto de concebir la educación en escolares como un ejercicio tan vacío como el rellenar recipiente, para el caso el estudiante, que se llena de conocimientos descritos y expuestos en una aula de clase magistral y catedrática.

Aun cuando seguimos siendo parte de un experimento en los proceso de enseñanza - aprendizaje es el arribo del constructivismo que platea:

“…en efecto ninguno de nosotros somos islas autosuficientes en el océano social. Dependemos de aquel “otro generalizado” para nuestro desarrollo físico, mental y espiritual, determinando que el conocimiento y el aprendizaje no están localizados en los recovecos neurales de la corteza cerebral sino en los encuentros sociales que incansablemente enriquecen, atemorizan, oprimen y liberan nuestra existencia”.(Lev Vigotsky 1978).

Es la escuela constructivista la que en medio de tanto conductismo y cognitivismo en las instituciones de educación actual, hoy por hoy los nuevos educadores intentamos rescatar, aun cuando en muchos casos solo se vea reflejada en los proyectos educativos y poco en la realidad educativa de la que hacemos parte. Personalmente considero importante el fortalecimiento de la escuela constructivista en el quehacer escolar apoyado de una postura cognitivista que trabaja en pro de una construcción colectiva que estimule la indagación y el trabajo científico escolar colaborativo con el firme propósito que desde la escuela se fortalezca la visión socio humanista y contextualizada, que aterrice los proceso de enseñanza - aprendizaje a una realidad cambiante y exigente a nivel de nuestros escolares de hoy en día.

Las nuevas generaciones de escolares son niños y jóvenes con firme visión de la acción y práctica, donde su sentido crítico sobre el aprendizaje apunta al fin con propósito y no a los medios tradicionales, quienes se sienten enormemente atraídos por los que ahora hemos sabido llamar distractores, entre ellos las nuevas tecnologías de la información, que de forma visual y dinámica atrapan las mente de los jóvenes por ende su atención. Considero que es labor de nosotros los educadores dejar

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