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Darwin

ricardozamoraInforme10 de Diciembre de 2012

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Ninguna teoría científica ha hecho correr tanta tinta como la teoría de la evolución.

Desde que en 1859 Charles Robert Darwin publicó su famoso libro titulado El origen

de las especies la polémica en torno al alcance y los límites de esta teoría no ha

dejado de ser objeto de airado debate. Dentro de la ciencia prácticamente nadie

duda de la realidad del hecho evolutivo, lo que se discute es cómo se produce la

evolución, cuáles son sus causas, de qué manera se ha ido desarrollando, si ha sido

de forma lenta y gradual o a través de saltos bruscos que se han dado en momentos

puntuales. Pero las discusiones más agrias se han producido más allá de la ciencia.

No hay duda alguna de que en la actualidad uno de los debates más intensos entre

ciencia y religión es el que hace referencia a la compatibilidad entre la teoría

científica de la evolución y la doctrina religiosa de la creación. 150 años después de

la publicación de la citada obra de Darwin los debates siguen tan abiertos como

entonces; quizás, incluso, con mayor vigor y con una vitalidad renovada. Detrás de

la obra está el autor. Pero… ¿quién fue realmente Charles Darwin? Su teoría

científica fue utilizada bien pronto como arma arrojadiza contra la religión. ¿Cuál fue

su intención? ¿Sólo aspiraba a establecer una teoría científica alternativa al fijismo

imperante o también pensaba que estaba aportando pruebas científicas a favor del

ateísmo?

En 1809 Jean Baptiste Pierre Antoine de Monet (1744-1829), más conocido

como el Caballero de Lamarck, publicaba el libro en el expuso sus teorías

evolucionistas: La philosophie zoologique. El 12 de febrero de ese mismo año nacía

Charles Robert Darwin; y lo hacía en el seno de una familia acomodada de

Shrewsbury, capital del condado de Shropshire, al oeste de Inglaterra y cerca del

País de Gales. Fue el quinto de seis hermanos, cuatro chicas y dos chicos. Su

padre, Robert Waring Darwin (1766-1848) era, un médico de gran prestigio, lo

mismo que su abuelo paterno Erasmus Darwin (1731-1802), quien había escrito un

poema en el que apostaba por una visión evolutiva de la vida. Su madre, Susannah

Wedgwood (1765-1817), era hija de Josiah Wedgwood I, un ceramista famoso de

Maer que había triunfado con el inicio de la revolución industrial.

Por voluntad expresa de su madre, para realizar los primeros estudios

ingresó en la escuela Unitaria del reverendo Case. Pero la muerte prematura de

Susannah Wedgwood en 1817 llevó al señor Darwin a tomar la decisión de trasladar 3

a su hijo al internado del Dr. Butler. Darwin nunca fue un alumno brillante. En la

enseñanza básica sus notas fueron normales y en su paso por la universidad

tampoco logró destacar académicamente. La realidad es que fue un estudiante

normal y corriente.

La ilusión del Sr. Darwin era que sus dos hijos fueran médicos, por eso los

envió a estudiar medicina a la prestigiosa Universidad de Edimburgo. Charles se

trasladó allí a finales de 1825, su hermano había ido antes. El joven Darwin se dio

cuenta bien pronto que él no estaba hecho para eso. Las clases le resultaban

extremadamente aburridas; pero lo peor era cuando tenía que asistir a alguna

operación; no hay que olvidar que en aquella época se hacían sin anestesia. Tan

solo asistió a dos, pero la segunda le marcó definitivamente, se trataba del a

operación de un niño; esa experiencia le resultó tan traumatizante que descartó de

forma definitiva esta profesión, aunque continuó en Edimburgo el resto del curso.

Sin embargo, no todo fue malgastar el tiempo; allí conoció al naturalista Robert

Edmond Grant (1793-1874), un evolucionista seguidor de Lamarck que le reavivó su

pasión por la naturaleza introduciéndole en diversas sociedades científicas de

Edimburgo. Fue por esas fechas cuando Darwin impartió su primera conferencia

científica en los sótanos de la Sociedad Plineana.

Grant le expuso a Darwin las doctrinas evolucionistas de Lamarck y le

recordó que su abuelo Erasmus también había sido evolucionista. Pero a Darwin no

le convencían los argumentos de ninguno de los dos. Por entonces Charles Darwin

era fijista, es decir, opinaba que Dios había creado todas las especies tal como se

conocían entonces y que las había distribuido por la Tierra de la forma más

conveniente para ellas. Sin embargo, era una situación que no podía mantenerse

por mucho tiempo. Sus hermanas le ayudaron explicándole al padre la falta de

vocación del joven Darwin, principalmente debido a lo mal que lo pasaba en el

quirófano. Aunque descontento el señor Robert Waring no tuvo más remedio que

aceptar la situación. Preocupado por el futuro de su hijo, temía que se disipara en

una vida disoluta, decidió que estudiara teología en Cambridge a fin de que se

convirtiera en un párroco rural anglicano. Después de pensárselo Darwin aceptó;

dos fueron las razones que le impulsaron a ello. Por una parte no le desagradaba

dedicarse a atender las necesidades espirituales de la gente y por otra, esta 4

profesión le dejaría tiempo más que suficiente como para poder cultivar su gran

afición: ser un naturalista.

Darwin estuvo tres años en Cambridge. En enero de 1828 ingresó en el

Christ´s College. Tampoco destacó allí por la brillantez de sus notas. Prefería cazar,

montar a caballo o divertirse con el grupo de amigos que formaba el “Club de los

Glotones” (el Glotton Club), antes que estudiar teología. A principios de 1831 aprobó

el examen de graduación sacando una de las mejores calificaciones entre el grupo

de alumnos que se presentaron a la prueba para los que no aspiraba a nota. Con la

perspectiva que da el tiempo no deja de ser paradójico que Charles Darwin, el

hombre cuyas teorías científicas serían utilizadas por algunos como base para

fundamentar el ateísmo naturalista, tuviera como única titulación académica la

licenciatura en teología; o, para ser más exactos, Bachiller en artes.

El paso por Cambridge fue decisivo en la vida de Darwin. En esta ilustre

ciudad universitaria conoció amistades que le marcarían profundamente; entre ellas

destaca la de John Stevens Henslow (1796-1861), un pastor anglicano y profesor de

botánica. Este eminente sacerdote científico le acogió en su círculo más íntimo. Los

viernes celebraba en su casa una reunión de alumnos a los que invitaba a cenar y

después establecían tertulias científicas. Henslow supo ver bien pronto las grandes

cualidades que encerraba Darwin como naturalista y que en el futuro habrían de

caracterizar la personalidad pública del eminente científico británico. Unas

cualidades que hasta ese momento todavía no habían aflorado, y que permanecían

ocultas incluso al propio Darwin.

Durante el verano de 1838 estuvo haciendo una excursión geológica por el

País de Gales con Grant. Cuando regresó a su casa a finales de agosto de 1831 se

encontró con una carta que, a corto plazo, le cambiaría la vida y a la larga haría que

cambiara la visión que la ciencia y la sociedad tenía del hombre.

La Marina Real Británica había decidió enviar a uno de sus buques, el H. M.

S. Beagle, a las aguas de Sudamérica y a la Tierra del Fuego, para cartografiar las

costas, estudiar el calado de las aguas, medir la longitud de la Tierra y recopilar toda

clase de información que permitiera elaborar cartas marinas mejores que las ya

existentes. La expedición estaría bajo el mando del capitán Robert Fitz Roy y de 5

hecho fueron las cartas marinas que elaboró las que se usaron en la Primera Guerra

Mundial para que la flota británica buscara al crucero alemán Dresden, escondido

en una ensenada de Tierra del Fuego. El segundo oficial al mando de dicho crucero

era el teniente de navío Wilhelm Canaris, futuro almirante y jefe de los servicios de

contraespionaje del III Reich, que acabaría siendo ejecutado por conspirar contra

Hitler.

En noviembre de de 1914 la división naval que comandaba el Almirante Graf

Von Spee había derrotado a una flota naval británica frente a las costas de Coronel,

en Chile. Durante su intento de alcanzar Alemania viniendo del Pacífico Spee

necesitaba abastecerse de carbón, por lo que decidió apoderarse del que había en

las Malvinas. Al llegar a Port Stanley se dio cuenta de que Churchill había reforzado

la flota británica con dos acorazados recién entrados en servicio y mucho más

poderosos de los que él podía oponer. Aunque Spee intentó huir le dieron caza

hundiendo todas sus naves excepto el crucero Dresde que pudo escapar gracias a

que era un poco más rápido que sus rivales, pero falto de carbón era impensable

que pudiera llegar a Alemania, por lo que su capitán decidió refugiarse en Tierra del

Fuego, ocultándose durante meses en los recovecos de sus ensenadas, acabó

siendo hundido en 1915 frente a las

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