Efectos del fuego sobre el suelo

Efectos del fuego sobre el suelo

Aunque los efectos del fuego sobre el suelo dependen de la intensidad y duración del quemado, se admite que normalmente los incendios no controlados intensos son devastadores y que, aparte de las repercusiones que pueden tener sobre otros factores ecológicos, la degradación del suelo puede ser totalmente irreversible si los agentes erosivos provocan un fuerte arrastre de los horizontes superficiales o incluso de los horizontes minerales, quedando la roca al descubierto. En condiciones más favorables, cuando la topografía no es propicia para la erosión y arrastre del suelo, se reconocen una serie de alteraciones en las características del medio edáfico que pueden llegar a suponer una disminución de su fertilidad física, química y biológica, dependiendo la regeneración de estas zonas quemadas de la velocidad con la que se restablezca dicha fertilidad, base para el asentamiento de una nueva vegetación. (Fernández, 1997)

El tiempo para la recuperación de los sistemas subterráneos no sólo dependerá de la intensidad de la quema, sino también en las alteraciones anteriores y el reclutamiento de los organismos, prácticas de uso de la tierra, tales como el pastoreo a largo plazo, pueden intensificar aún más los efectos de los incendios en los sistemas subterráneos (Neary et al., 1999).

Efectos del fuego sobre los componentes bióticos del suelo

El efecto más perceptible del fuego es la disminución de la cubierta vegetal (de Celis et al., s. f.) Dependiendo de la intensidad del incendio la diversidad de la vegetación se reduce o desaparece al propiciar la apertura de espacios que son ocupados posteriormente por los árboles (Capulín et al., 2010) El aparente vacío biológico que queda tras un incendio es fugaz. Es frecuente observar una gran actividad biológica posterior y plantas simbiontes con algas tras las primeras lluvias.  (Bodi et al, 2012)

Aunque la mayoría de los incendios que ocurren son de baja severidad, incendios recurrentes de alta severidad pueden observarse ocasionalmente en muchos   ecosistemas. Incendios recurrentes pueden afectar a la vegetación a corto plazo, pero los efectos pueden variar mucho dependiendo de las características de las especies y su forma de expansión. Según su respuesta al fuego existen cuatro grandes grupos de plantas: rebrotadoras, germinadoras, rebrotadoras facultativas y, finalmente, especies que no pueden rebrotar, ni sus semillas resisten las altas temperaturas. Éstas desaparecen temporalmente después de un incendio, pero pueden recolonizar el espacio desde los extremos de la zona quemada. (de Celis et al., s. f.) Después de un incendio no hay sucesión en el sentido de que unas comunidades reemplazan a otras, sino que hay una progresiva reaparición de las especies que pertenecían ya a la comunidad. Tras el incendio, las herbáceas de vida corta cubren el suelo junto con los arbustos y leñosas que rebrotan rápidamente. Las herbáceas alcanzan su pico en 1-5 años, y luego reducen su presencia y diversidad. Hay algunas para las que el fuego es esencial, ya que sólo aparecen tras el incendio al estar sus semillas en estado latente. En este aspecto, las variaciones son grandes y dependen de las características del incendio y del lugar donde se produzca. Esta rapidísima regeneración es muy importante para proteger el suelo de la erosión. (Bodi et al, 2012)

La diversidad biológica bajo el suelo se puede describir como una integración de variables físicas y biológicas a través de todas las escalas de genética, especies, ecosistemas y paisajes, el efecto a corto y largo plazo de los incendios sobre los microorganismos bajo el suelo, y el efecto resultante sobre el ecosistema. Los incendios pueden afectar a poblaciones de microorganismos del suelo y la composición de especies en función de la intensidad del incendio, las temperaturas máximas, el contenido de agua del suelo, la duración del calentamiento, y la profundidad de calentamiento. Los efectos del fuego en los microorganismos son más grandes en los horizontes orgánicos (si está presente) y 1  ± 2 cm de suelo donde las poblaciones de microorganismos son los más abundantes. Aquí es donde los efectos de calentamiento son más grandes, o donde los incendios alcanzan moderada a alta severidad. Dependiendo del microbio, la calefacción de suelo puede ser letal (50 ± 210°C) o puede alterar sus capacidades reproductivas. Mientras que temperaturas tan altas como 210°C puede ser necesaria para matar a grupos específicos de bacterias en suelos secos, la humedad del suelo puede reducir los niveles letales a alrededor de 110°C (Neary et al, 1999). Los cambios en la población microbiana en respuesta a una variación en las condiciones del suelo (temperatura, humedad, pH) tienen importantes implicaciones en los ciclos de nutrientes. (Fernández, 1997)

El horizonte orgánico es un componente crítico de la sostenibilidad del ecosistema en que proporciona una cubierta de suelo de protección que mitiga la erosión, ayuda en la regulación de la temperatura de suelo, proporciona un hábitat y sustratos para la biota del suelo y puede ser la principal fuente de nutrientes fácilmente mineralizables. La entrada de materia orgánica de por encima y por debajo del suelo pueden afectar significativamente las piscinas y el almacenamiento de nutrientes en los suelos. (Neary et al, 1999).  

Efectos del fuego en las propiedades físicas del suelo

Color

Esto es consecuencia de la pérdida de la cubierta forestal; el color oscuro de un suelo incendiado absorbe mayor cantidad de radiación solar, lo que favorece el incremento de la temperatura superficial (Capulín et al., 2010) y la tasa de evaporación (de Celis et al., s. f.).

Repelencia al agua

La repelencia al agua es una propiedad de los suelos que reduce su afinidad por el agua, disminuyendo la tasa de infiltración del agua durante periodos. Al reducir la tasa de infiltración, se incrementa la tasa de escorrentía y el volumen de flujo superficial, lo que tiene otras consecuencias importantes, como un aumento considerable del riesgo de erosión (de Celis et al., s. f.).

Factores como la temperatura alcanzada, la cantidad y tipo de hojarasca consumida y la humedad del suelo antes de producirse el incendio, pueden intensificar o reducir la repelencia del agua en los suelos (de Celis et al., s. f.). Esta condición se puede encontrar en presencia de incendios de alta intensidad. Se forma cuando la temperatura del suelo se elevan por encima 176.8°C y destruido a temperaturas> 288.8°C. Cuando los suelos tienen esta condición, se evita la humectación  de agregados y descensos de infiltración en gran medida. (Neary et al., 1999).  Las substancias orgánicas hidrofobicas en la hojarasca y en la superficie del suelo se volatilizan durante el incendio y una pequeña parte de esa cantidad es desplazada en profundidad (de Celis et al., s. f.).

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