ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

El Origen del Lenguaje a través de la Tradición y los Símbolos

pedro1008Tesis2 de Octubre de 2012

5.055 Palabras (21 Páginas)615 Visitas

Página 1 de 21

El Origen del Lenguaje a través de la Tradición y los Símbolos

JAVIER MUÑOZ

Todo un universo de sonidos nos rodea. Espacios llenos de extraños símbolos fonéticos que emanan de la vida misma, tan naturales para nosotros, que aun formando parte del misterio del ser humano y de toda la Creación, apenas provocan en el hombre impresión alguna en su alma.

Filósofos, científicos, buscadores de todas las épocas, han intentado desvelarlo, de manera que se pudiera comprender parte de la verdad del hombre: ¿de dónde venimos?, ¿cómo surge la vida?, ¿cuál es nuestro origen?, ¿cómo surgió el lenguaje?

De entre todos los buscadores, encontramos el mundo propio de la Tradición. En él se manifiesta de forma natural toda la historia de la Humanidad y del Universo desde los tiempos prehistóricos, que se desarrolla en dos vertientes unidas e inseparables; el mundo de lo interno (las esencias), y el mundo de lo externo (la creación).

La Tradición, conducida en el tiempo por la sabiduría ancestral de Maestros y discípulos, se concreta por vez primera para la sociedad occidental en el siglo XIX, con Helena Petrovna Blavatsky, con sus inmortales obras Doctrina Secreta, e Isis Sin Velo. Éstas, tomadas como ficción por muchos científicos, ¿nos aportan algo sobre el origen del lenguaje? Y si es así, ¿las teorías existentes las afirman o las contradicen?

Esto es lo que con profundo respeto nos planteamos ver y comparar.

Teorías sobre el origen del lenguaje

Entre el gran número de teorías existentes, se pueden reducir a dos las más aceptadas.

Teoría de la onomatopeya

Según la cual, la lengua primitiva vendría a ser una expresión imitativa mediata o inmediata de las percepciones. Se establece como teoría más generalizada.

Teoría de las expresiones afectivas

Se podría llamar teoría interjeccional, por cuanto la lengua tendría su principio en las diversas exclamaciones que hubiera provocado en el hombre la contemplación del mundo.

La Teoría Onomatopéyica nos habla de un lenguaje surgido de la imitación de los diferentes sonidos de la Naturaleza. Sin embargo esta imitación por sí sola no nos resuelve el misterio de cómo llegaron a entenderse y comunicarse los hombres entre sí.

Blavatsky clarifica este problema con el concepto de la mente, y nos dice en su Doctrina Secreta: «El hombre, antes del desenvolvimiento de la mente, desarrolló al principio una clase de habla que sólo era un progreso sobre los diversos sonidos de la naturaleza».

En la Teoría de las Expresiones Afectivas, se nos dice que el lenguaje no surgió como imitación de los sonidos de la naturaleza, sino de las sensaciones interiores producidas por su contacto con el mundo (asombro, dolor, alegría...) cargado de exclamaciones emocionales.

Esta teoría no contradice a la onomatopéyica o imitativa, pues una y otra se complementan perfectamente. El hombre si imita es porque tiene sensaciones. Pero del mismo modo que la teoría anterior, no explica cómo de esa naturaleza animalesca con que se presenta al hombre pudo crearse una relación de ideas.

Blavatsky nos dice: «Hasta que el hombre no adquirió completamente la facultad razonadora, no existió el lenguaje propiamente dicho, sino una especie de conato del lenguaje».

La lingüística recoge plenamente este problema, pero en todas sus teorías no es capaz de explicar cómo se pasó del lenguaje imitativo de los sonidos al lenguaje con coherencia; cómo se pasó del lenguaje que no expresaba ideas, al lenguaje que sí las expresa, o más claramente: ¿en qué momento se adquirió esa facultad razonadora? Y aquí entramos en el siguiente problema: ¿cuándo adquirió el hombre la mente?

A pesar de este problema no resuelto para la ciencia, pero sí para la Tradición, la lingüística nos presenta un desarrollo de la formación del lenguaje desde su origen hasta nuestros días. Este desarrollo se presenta en tres grandes divisiones o grados del lenguaje, que son: Monosilábico, Aglutinante y de Flexión.

Es sorprendente que la Tradición, antes aún de toda teoría nos enseñe lo mismo. Vemos en Doctrina Secreta: «El habla, pues, se desarrolló según la Enseñanza Oculta, en el orden siguiente: Idioma monosilábico, Idioma Aglutinante e Idioma de Flexión...».

El lenguaje monosilábico, según la lingüística, es aquel que comenzó por el período llamado de «raíces» porque se componía de expresiones integrales e indivisibles, y estas expresiones estaban ya constituidas por elementos articulados o compuestos de vocales. Es curioso saber que el primer sonido considerado y que surge de los niños es la «a» para todas las razas humanas; después le sigue la «e», la «i», la «o» y la «u». Así estas primeras raíces monosilábicas fueron compuestas por una vocal, o como mucho por una vocal y una consonante.

A este respecto nos dice Blavatsky en Doctrina Secreta: «Los primeros hombres tenían el lenguaje del sonido, a saber: sonidos cantados, compuestos de vocales solamente». «Este idioma monosilábico fue el padre vocal, por decirlo así, de las lenguas monosilábicas mezcladas con consonantes duras. Este lenguaje monosilábico, es el de los primeros seres humanos, de raza amarilla. Este lenguaje todavía se usa entre las razas amarillas».

Esta afirmación la encontramos como idea general y aceptada en el lingüista Estanislao Sánchez, que dice: «Los idiomas más antiguos son los monosilábicos transgangéticos, porque se hallan al norte del río Ganges, entre las razas amarillas».

¿Cuál es la característica de este lenguaje monosilábico?

Como su nombre indica, es el conformado por una sola sílaba, o como mucho por la misma sílaba repetida, que surgió como imitación de los sonidos de la Naturaleza a la vez que de sensaciones.

Estos primeros hombres hablantes, aún no tenían la capacidad de dar sentido a estos conceptos puros o primeras raíces, y por ello no se puede hablar de un verdadero lenguaje. No había una fluidez entre la palabra y la idea, sino que cada una de estas raíces monosilábicas se manifestaban como entes independientes entre sí. La comunicación se basaba en el sonido pero no en su interpretación.

Estas primeras sílabas tenían un sentido principalmente emocional; la relación palabra-concepto no se guiaba por una unión ideal, sino pasional.

A este respecto nos dice J.J. Rousseau en su Origen del Lenguaje: «Las primeras voces tienen su origen en las pasiones». El estruendo del trueno, la caída del rayo, el aire huracanado, el sol, el cielo estrellado; provocaban tales impresiones en el alma de estos primeros hombres que surgieron al tiempo que los primeros sonidos o voces monosilábicas.

Sin embargo estas primeras raíces, aún siendo formadas por las emociones, ya encerraban en sí las primeras ideas debido al desarrollo paralelo de la capacidad razonadora. Así el trueno en su parte emocional provocaba miedo por su formidable poder. Esta emoción al imitar el sonido del trueno, Tron, se convierte en un Dios, y en la mitología escandinava se le llamó Thor, hijo del Cielo y de la Tierra. Thor encierra en sí una emoción y una idea, que es la de fortaleza o poder.

De este lenguaje monosilábico surgió el lenguaje de aglutinación, pero la lingüística no sabe cómo se desarrolló el uno del otro. Todos los lingüistas se encuentran perdidos en este punto, y se sabe que el lenguaje sin el pensamiento no es posible. El uno es el origen del otro.

Estasnislao Sánchez dice ante este problema: «Ante la imposibilidad de hallar el origen del lenguaje, ¿no habrán los hombres primitivos heredado una civilización, una Edad de Oro?». Refiriéndose a los daemon u hombres de oro de Platón.

J.J. Rousseau, intentando desvelar el origen del lenguaje, y tratando por todos los medios de negar su origen divino, tuvo que dar marcha atrás en varios puntos de su desarrollo por la imposibilidad de encontrar en el origen de la lengua un proceso estrictamente humano. Tanto es así, que llega a escribir en su ensayo: «En cuanto a mí, espantado por las dificultades que se multiplican y convencido de la imposibilidad, casi demostrada, de que las lenguas hayan podido nacer y establecerse por medios puramente humanos, dejo la discusión de este difícil problema a quien quiera».

Las escuelas idealistas del siglo XIX no tenían ninguna duda sobre que el origen del lenguaje surgió de un ser superior a nosotros, un ser divino. La Tradición nos dice sobre este punto: «Descendió de una de las regiones superiores el Gran Instructor, apiadado de los hombres tomando a los mejores de ellos para que enseñaran al resto de la Humanidad las ciencias y las artes. Estos primeros hombres, llamados Maestros Divinos; fueron quienes enseñaron el poder de los nombres y las palabras».

¿Podemos considerar descabellada esta idea tradicional ante, como dice J.J. Rousseau, «la imposibilidad casi demostrada de que el origen de la lengua tenga un proceso estrictamente humano?». ¿Y no coinciden estos Maestros Divinos, u hombres más evolucionados, con los Daemon de Platón u hombres de la Edad de Oro, que nos cita el lingüista Estanislao Sánchez?

¿Cómo se pasó del lenguaje monosilábico al de aglutinación?

Tras el lenguaje monosilábico, la lingüística, al igual que la Tradición, evoluciona hacia el lenguaje de las aglutinaciones. Su característica básica es el añadido a la raíz principal de otras sílabas o raíces que pasaron a ser sufijos o prefijos y que modifican la raíz central o idea primordial.

Este lenguaje de aglutinación es el que se desarrolló, según la lingüística, en los pueblos llamados turanianos,

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (33 Kb)
Leer 20 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com