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Febea es un felino salvaje de Nerón.


Enviado por   •  30 de Octubre de 2014  •  Informes  •  350 Palabras (2 Páginas)  •  304 Visitas

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Febea es un felino salvaje de Nerón.

Ligeramente entrenado, como un gran gato real, se acurruca cerca del Cesar histérico, que le acaricia con su mano delicada y viciosa de andrógino corrompido.

Bosteza, y muestra la larga y babosa lengua entre la doble fila de sus dientes, de sus dientes filosos y blancos. Come carne humana, y para ella es habitual ver, en la mansión del siniestro semidios de la Roma antigua, tres cosas rojas: la sangre, la purpura y las rosas.

Un día, lleva a su presencia Nerón a Leticia, blanca como la nieve y joven virgen de una familia cristiana. Leticia tiene el más hermoso rostro de quince años, las más suaves manos rosadas y pequeñas; ojos de una espléndida mirada azul; el cuerpo de un efeo que estuviese para transformarse en mujer digno de un triunfante coro de hexámetros, en una metamorfosis del poeta Ovidio.

Nerón tuvo una obsesión por aquella mujer, deseo poseerla por medio de su arte, de su música y de su poesía. Silenciosa, quieta, tranquila en su casta blancura, la doncella escucho el canto del extraordinario imperator que se acompañaba con la lira; y cuando él, el artista del trono, hubo concluido su canto exótico y bien compuesto según las reglas de su maestro Seneca, advirtió que su cautiva, la virgen de su obsesivo deseo, permanecía en un silencio profundo y cándida, como un lirio, como una púdica vestal de mármol.

Entonces el Cesar, lleno de rabia, llamo a Febea y le señalo la victima de su venganza. El fuerte y soberbio animal llego, esperanzándose, luciendo sus uñas brillantes y filosas, abriendo en un bostezo lento sus anchas fauces, moviendo de un lado a otro la cola sedosa y rápida.

Y sucedió que dijo la pantera: OH emperador valiente y fuerte. Tu voluntad es la de un inmortal; tus aspectos se asemejan al de Júpiter, tu frente esta ceñida con el laurel glorioso; pero permite que hoy te muestre dos cosas: que nunca mis zarpas se verán contra una mujer que como esta derrama resplandores como una estrella, y que tus versos, dáctilos y pirriquios te han resultado detestables.

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