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INTERSEXUALIDAD

daniela8 de Noviembre de 2013

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INTERSEXUALIDAD

Es una condición (mas no enfermedad) poco común por la cual un individuo presenta discrepancia entre su sexo cromosómico (XY / XX), gónadas (testículos / ovarios) y genitales (pene / vagina) , poseyendo por tanto características genéticas y fenotípicas propias de hombres y mujeres, en grados variables. Anteriormente se empleaba el término hermafrodita, pero el mismo ha empezado a reemplazarse, pues puede resultar engañoso, insensible y confuso por comparar una característica común en algunas especies de animales y plantas con una condición de nacimiento que ocurre en algunos pocos seres humanos, la cual se asemeja a la anterior solo remota y analógicamente.

Se dan en distintos grados y con diferente frecuencia, dependiendo de la causa subyacente:

• Clitoromegalia.

• Genitales ambiguos al nacer.

• Micropene.

• Fusión parcial de los labios genitales.

• Hipospadias.

• Genitales con apariencia inusual al nacer.

• Ausencia o retraso de la pubertad, o cambios físicos inesperados en la misma.

• En niños aparentes: testículos aparentemente no descendidos (que podrían ser ovarios).

• En niñas aparentes: masas labiales o inguinales (ingle), que pueden resultar ser testículos.

La creación de una categoría específica para la persona intersexual plantea varios problemas, como por ejemplo el riesgo de acarrear una marginación social.

Algunos creen que no debería existir una definición clara y que no es necesario tener una definición legal; otros opinan que ninguna definición podría ser exacta, porque todas las personas son diferentes. Puede ser necesario que las personas intersexuales se identifiquen con algún término referente a su identidad sexual más cercano que el de “varón” o “mujer”.

El mayor problema al que se enfrentan los intersexuales suele ser su incapacidad para decidir por sí mismos su identidad sexual, pues ésta suele habérsele sido asignada por sus padres o médicos. La preocupación de los padres sobre qué nombre ponerle al bebé, o cómo criarlo, puede hacer que lo sometan a intervenciones quirúrgicas que resulten dañinas para su salud, a veces dejando efectos secundarios como dolores, infecciones o pérdida de sensibilidad en los genitales. Es posible que al llegar a la edad adulta el sujeto no se muestre conforme con la identidad asignada, y se considere perteneciente al sexo contrario del asignado previamente.

Algunas personas consideran que la clasificación general de las personas en hombres y mujeres es demasiado radical y que en realidad existen más de dos sexos, y por tanto que los individuos intersexuales deberían ser tratados de "manera neutral" hasta que sean capaces de decidir por sí mismos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que no es posible tratar a un niño de "manera neutral" como un enfermo de identidad indefinida, sin que su sexualidad deje de ser algo privado, y no se sabe hasta qué punto la educación que reciba durante la infancia condicionará su identidad en el futuro.

EL PROCESO DE DIFERENCIACIÓN PSICOSEXUAL

El desarrollo sexual normal requiere de la presencia de cromosomas sexuales normales (en número y estructura), el desarrollo de las gónadas correspondientes, los conductos sexuales y los genitales externos, y finalmente, de un medio ambiente hormonal adecuado. Las distintas alteraciones de estos factores a su nivel correspondiente traerán por resultado anomalías de la diferenciación sexual que, en la mayoría de los casos, van a traducirse en grandes variedades de ambigüedad sexual (no siempre visibles), de acuerdo con la intensidad y el momento en que se produjo la ruptura de este equilibrio.

La ambigüedad sexual puede manifestarse de diferentes formas; por ejemplo, una persona puede nacer con una apariencia externa femenina pero tener una anatomía interna típicamente masculina. Se ha estimado que las anomalías genitales ocurren en uno de cuatro mil quinientos nacimientos (Hughes et al., 2006).

La anatomía intersexual no siempre se detecta al nacer en todos los casos. Algunas veces sólo es develada cuando la persona alcanza la pubertad y algo no esperado ocurre en el desarrollo psicosexual asociado al desarrollo o ausencia de los caracteres sexuales secundarios (crecimiento o no de los vellos axilar y pubiano, cambios en la voz, aparición de intereses y preferencias «incongruentes» con el género asignado), o bien se descubre en la vida adulta con la presencia de infertilidad. Algunas personas pueden vivir e incluso morir sin que el trastorno sea develado para él/ella o la ciencia.

SEXUALIDAD, IDENTIDAD Y ESTIGMA SOCIAL

Toda la vida social es organizada y estructurada según el género. Desde la más temprana infancia, los niños y las niñas aprenden que el género es un aspecto central en sus vidas y crecen en un sistema de organización e interacción

social que concibe los sexos y los géneros como una dicotomía: la idea de que existen dos sexos y dos géneros, y sólo dos, y de que son antitéticos, opuestos bipolares.

A pesar de su significado, las expectativas en torno al sexo y género frecuentemente no son percibidas hasta que alguien se nos presenta como una desviación de la «norma», momento en el que son retadas la mayoría de nuestras expectativas sociales básicas. Es el caso de un recién nacido con una apariencia genital no típica.

La creencia rígida de que existen solamente dos sexos y de que el sexo es definido por una apariencia genital específica, crea un problema significativo en algunas personas cuyos cuerpos no encajan en esa «norma». Bajo la influencia de esta dicotomía se va configurando la personalidad y dentro de ésta dos de sus aspectos centrales: identidad y sexualidad.

La reacción social a lo que se considera una desviación de la «norma» es primariamente médica, pero no será la respuesta médica motivo de análisis en el presente trabajo, sino la respuesta social general a la intersexualidad.

En este acápite servirán de apoyo los conceptos desarrollados por Erving Goffman, sociólogo estadounidense que inaugura la corriente dramática del interaccionismo simbólico, para el análisis de la identidad de personas con trastornos del desarrollo sexual. Específicamente en Estigma, la identidad deteriorada (1970), Goffman explica cómo la identidad de la persona, en un sentido amplio, es una construcción social que emerge de la interacción.

Para el autor el estigma es un atributo de la persona, que es reducida a un ser desvalorizado por la visión que tenemos de la misma al estar presente ante nosotros. En ese encuentro, «el extraño» puede demostrar que es dueño de un atributo que lo vuelve diferente de los demás dentro de la categoría de personas a la que él/ella tiene acceso, y lo/la convierte en alguien «menos apetecible». A veces el estigma recibe también el nombre de «defecto, falla o desventaja». El estigma, entonces, hace referencia a un atributo profundamente desacreditador.

Goffman menciona tres tipos de estigmas: las distintas deformaciones físicas, los defectos del carácter del individuo y estigmas triviales de raza, nación y religión (Goffman, 1970: 14).

En la interacción social, al intentar evitar la estigmatización, las personas con trastornos del desarrollo sexual y sus familiares tienden a ocultar o disimular, por diversos medios, atributos que conforman la propia identidad pero que pueden diferir de lo socialmente atribuido para mujeres y varones: características físicas, del desarrollo psicosexual y de género, preferencias...

En nuestro contexto histórico y cultural, las señales que marcan una diferencia desacreditable para las personas intersexuadas, corresponden a los dos primeros tipos de estigmas para Goffman: deformaciones físicas y defectos del carácter. Las deformaciones físicas son señales inequívocas en la percepción social de los considerados sexualmente diferentes, aprehendidos como tales por referencia a las características morfológicas y al desarrollo de los caracteres sexuales secundarios y de la apariencia genital, tal como lo expresaron los/las entrevistados(as) atendidos en nuestro servicio de psicología:

Siento pena de hablar de mi sexo porque tengo dos sexos y por eso estoy aquí [en el hospital] para resolver mi problema, porque me siento mal con lo que tengo [...]; me daba cuenta que tenía defectos, a mí me daba pena decírselo a mi mamá y de que los demás se dieran cuenta [20 años, estudiante, déficit 5 alfa reductasa].

A mí me extrañó cuando le vi aquello [genitales]. Nunca, nunca en la vida había visto eso y, bueno, aquello a mí me causó… Fue cuando empecé con eso de los nervios míos, porque nunca había visto eso en la vida [...]. En la escuela sí tuvo novios y siempre se dejaban por el problema de que cada vez que la iban a tocar ella sentía complejo con sus senos; tenía complejo de que los hombres le dijeran: ¡Ay, pareces un hombre! [40 años, panadera, madre].

En estas reflexiones de la persona con trastorno del desarrollo sexual y su familia resaltan el distrés opresivo y abrumador, asociado a la ambigüedad de los genitales. La creencia de pensarse «rara» y los intentos y deseos por ocultar los atributos corporales que la hacían sentir «diferente», marcan y definen toda la vida, constituyendo un vacío moral lleno de incertidumbre y confusión. La creencia de que el sexo es definido por una apariencia genital específica, crea un problema significativo que la acompaña en la vida, asociado a la convicción de que se tiene un cuerpo que no «encaja» en la «norma» social.

En cuanto a los «defectos del carácter» citados

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