La liturgia cívica, arma de dominación 1810 – 1910

La liturgia cívica, arma de dominación 1810 – 1910.

La dirigencia que administraba el Estado Nacional, ante la preocupación por la emergencia de una sociedad cosmopolita, optó por incorporar en la conciencia social valores culturales que relacionaran a la nueva sociedad compuesta por inmigrantes con el pasado. Acción que, incluía debatir los conceptos de argentinidad, rastrear el origen de la sociedad republicana y definir una nacionalidad. En esta diversidad de procesos culturales, la adopción de himnos, símbolos y de  una  bandera, la ritualización de conmemoraciones en liturgias cívicas desplegaron una compleja dinámica, vinculada a las diversas concepciones de autoridades y a la emergencia y consolidación del Estado-Nación durante el Siglo XIX.

 El poder del estado era sostenido por una elite terrateniente en expansión comercial y financiera, a los cuales les resultaba indispensable conceptualizar a la nación e instalar un conjunto de valores culturales e ideológico, definiendo así identidad nacional, lo cual generó la necesidad de homogeneizar a una sociedad heterogénea con una lectura del pasado, para así, proyectar esta visión de identidad hacia el futuro. El clima cosmopolita, la continua circulación de diversas tradiciones sociales, culturales y lingüísticas de los inmigrantes y sus prácticas asociativas reestructuraron a la esfera pública. La liturgia cívica aparece en el ámbito político social como la solución para erradicar el problema emergente.

A mediado de la segunda década del siglo XIX nos encontramos  con un clima político, económico y social donde Las Provincias Unidas del Rio de la Plata eran sesgada por una heterogeneidad estructural fácilmente de identificar. Las provincias evidenciaban una gran diversidad en cuento a intereses diferentes. Los gobiernos que se desarrollaron a lo largo de todo un siglo - en las Provincias Unidas del Rio de la Plata, actualmente Argentina - insistieron en la necesidad de la conformación de una identidad homogénea que condujera a la estabilidad  política y económica. Es así como el desarrollo de las efemérides surgen como el arma más eficiente para este propósito.

Es así como  la liturgia cívica pasa a ser una de las piezas clave en la legitimidad de la autoridad y en el surgimiento de un Estado. Las diferentes efemérides que comienzan a surgir durante la primera mitad de siglo demuestran cambios rotundos en cuanto al relato, lo que hoy en día no deja dudas sobre los diferentes intereses que rondaban en cada desarrollo de éstas. Las conmemoraciones públicas evidencian problemas en cuanto a la dominación por parte de la clase gobernante, allí se evidenciaban la contradicción que giraba en torno al desarrollo de las mismas.

Las actividades patrióticas reflejaban una innegable división social, lo que aparentaba ser una fiesta pública, con tendencia a la igualdad a través de juegos, y ceremonias no eran más que un acto de dominación que la elite ejercía sobre las clases populares. Nos encontramos con una patria divida a la mitad. Por un lado, la sociedad porteña, donde recaía el poder; por el otro, la sociedad cosmopolita, quienes pasivamente se dejaron nacionalizar.

Desde el inicio de la etapa constitucional de 1853, la dirigencia que proponía el valor absoluto del progreso había asignado a la educación una función política al concebirla como una herramienta de cambio social y formación de ciudadanía, generando interrogantes y debates sobre la eficiencia de esta, los límites del cambio social en la modernización y las condiciones de ejercicio de los derechos políticos.

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