Paises Fragmentados

Opinan los entendidos que el retorno al poder del Comandante Chávez no

significa la conclusión de la crisis venezolana. Al contrario, lo más seguro

es que los últimos acontecimientos hayan incrementado el fenómeno de

polarización que sufre el país.

Lo más grave, a mi entender, es que no se trata tan solo de un

enfrentamiento puramente político entre dos tendencias partidistas, que se

pronuncian apasionadamente en las calles a favor o en contra de un

gobernante. Por todo lo que se conoce, la fragmentación es mucho más

profunda y se genera y se alimenta de las diferencias sociales y económicas

que afectan a la sociedad venezolana. Cuestión, sin duda, más difícil de

resolver que las confrontaciones políticas, y que ha sido precisamente el

caballo de batalla del Comandante en las últimas campañas electorales.

Pero del caso venezolano, conviene sacar experiencias y lecciones. Porque

hay que admitir que el mismo fenómeno se registra en casi todos los países

latinoamericanos. Posiblemente en algunos la fragmentación es menos notoria

y grave, pero en otros es mucho más honda y peligrosa. Es que los factores

de la fragmentación son muy diversos y tienen diferente repercusión. En

algunos casos, ciertamente, las distancias se generan por diferencias

ideológicas o políticas, pero si a ellas se añaden las brechas económicas y

sociales, que han llegado a límites insostenibles, y se suman además las

diversidades étnicas y culturales y las reivindicaciones regionales, el

conjunto forma un panorama de dispersión de impredecibles consecuencias.

Por eso, cualquier alternativa de solución que se plantee para nuestros

países, si no quiere concluir en un rotundo fracaso, debe partir del

reconocimiento de esa realidad. Y debe formular, por tanto, respuestas

específicas para esa compleja fragmentación. Respuestas políticas y

jurídicas, pero también pragmáticas, es decir, que señalen caminos claros y

directos para la solución.

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