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Unidad IV. La Expresión Escrita

Samuel15377829Ensayo2 de Abril de 2016

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Universidad de Oriente

Núcleo de Nueva Esparta

Escuela de Hotelería y Turismo

Expresión Oral y Escrita

Profa. Rhoiza Bonillo

Unidad IV. La Expresión Escrita

        Las asignaturas Expresión Oral y Escrita (006-1922) y Comprensión y Expresión Lingüística I (006-1913) forman parte del grupo de materias básicas en numerosas carreras que se cursan dentro de la Universidad de Oriente. De hecho, afuera existen otras que se le comparan por tener en común el interés por el estudio del lenguaje: maravillosa cualidad, habilidad o don con el que cuentan las distintas especies en el mundo.

        Cuando de expresión se trata, oralidad y escritura se hallan presentes por su influencia en el ámbito de la comunicación y por lo que pudieran representar al visualizarse como una plataforma válida en cualquier escenario, sencillamente porque una surge como complemento de la otra.

        Hay quienes consideran que, antes de los humanos pisar la tierra, los animales ya habían resuelto el problema de la comunicación, usaban sonidos, colores, sabores, olores y movimientos para comunicarse entre sí, dejando entrever que las personas no son las únicas en expresar y/o comunicar mientras existe el deseo por manifestar algo.

        Si bien es cierto, las formas de comunicación evolucionaron en la medida que hombres y mujeres lo han hecho. Al principio, éstos no hablaban, gruñían y usaban gestos, después aprendieron a hablar, pero no por eso perdieron sus “habilidades básicas para comunicarse sin palabras”. También notaron que hablar es una forma muy rápida de transmitir lo que se piensa, acabando tan pronto como el eco de las palabras; su carácter efímero hizo que el ser humano se hallara en la imperiosa necesidad de retener consigo, en el tiempo, lo que dijese y pensara, dándole cabida a la escritura, un sistema que originariamente se concibió para almacenar información.  

        Mucho tiempo ha transcurrido desde esta última idea, por cuanto es oportuno abordar lo siguiente: ¿en el mundo de hoy, qué es escribir? Claramente la escritura no debe entenderse como la culminación de un proceso simple y espontáneo, al contrario, resulta una actividad que implica trascendencia y cierto nivel de complejidad; al escribir, el autor se debe asegurar de que con sus palabras denota lo que en realidad desea transmitir.

        En palabras de Muñoz (2014), la escritura se compone de un complejo sistema de símbolos que representan no solamente ideas, sino palabras o sonidos que pueden ser leídos y pronunciados, permitiendo inferir que su dimensión y alcances son inimaginables, de hecho, sin ella, es probable que mucha de la información conocida y manejada en la actualidad se desconociera.

        El propósito en que asignaturas como éstas se dicten en nuestra Casa de Estudios es garantizar el acceso a la información que va a servir como nutriente y posible catalizador en el proceso de enseñanza y aprendizaje que el estudiante de pregrado se aventura a explorar, pues, hay que recordar que no fue sino hasta la mitad del siglo XIX cuando las sociedades pudieron acceder en su mayoría a este tipo de conocimiento y habilidad: la escritura.

        Indudablemente,  escribir es una acción que tiene cabida en cualquier ámbito y cuya intención puede variar, pero la Universidad es la cuna del conocimiento, por tanto, el educando debe procurar una visión holística de lo que representa la escritura, de producir con competencia y calidad, pues es notable su influencia en el plano de la comunicación y la profesionalización.

        Un sujeto que se forma, entre otras cosas, se educa para llevar a la cúspide del conocimiento su intelectualidad, por consiguiente, debe apropiarse del escribir, habituarse a ello y dejar de lado: predisposiciones, apatías, traumas infundados o cualquier idea obstaculizante, procurando emerger ante la realidad y tras el reto de asumir la responsabilidad consigo y su proceso de autoformación.

        En consonancia con lo que se aprecia dentro del perímetro universitario por parte de un porcentaje considerable de población estudiantil, existe la preeminencia de una necesidad, que, a su vez se entremezcla con anhelo, expectativas, sueños y el inquietante deseo por aprehender en relación a un área, disciplina, incluso una carrera, pues la meta es una licencia que faculte su desempeño profesional, pero ante ello es menester potenciar habilidades, cultivar destrezas: he aquí donde entra en juego la preocupante aventura de escribir, asegurar que las palabras denoten lo que realmente se desea.

        Resulta un secreto a voces opinar que la acción de codificar o bien sea producir no es nada fácil, de hecho, no lo es. Por el contrario, representa una tarea comprometedora que, incluso, perfila  posiblemente quién se es en vista de que la sociedad juzga en la medida en que nos expresamos, independientemente del plano que se escoja.

        La unidad IV del contenido programático de la asignatura Expresión Oral y Escrita (E.O.E.) tiene como eje la referida escritura. Su enfoque gira ante el reconocimiento y producción de las diferentes tipologías de textos, manejo y desarrollo de propiedades textuales y el alcance de un uso eficaz del lenguaje como herramienta de comunicación en la identificación y uso adecuado de aspectos formales de escritura. Finalmente, los procesos de escritura: planificación (preescritura), textualización (escritura), revisión (reescritura) y edición (revisión e impresión final) procurando un amplio manejo de los procesos inmersos al escribir. En virtud de esto y, sin más preámbulo, es propicio mencionar qué es un texto y lo que se pudiera desentrañar en él.

        Comúnmente se oye decir que “un texto es una secuencia de oraciones” y hay textos que pudieran ajustarse a ello por su carácter formal (libros, ensayos, artículos, monografías, entre otros), pero la gran mayoría de textos coloquiales, entiéndase diálogos de cualquier clase, se componen de una mezcolanza de oraciones, fragmentos de oraciones y frases hechas, por ende, hay deficiencias en esta definición de texto: la falta de adecuación entre las unidades que lo componen, ya sean oraciones o no, no están simplemente ligadas entre sí en consecuencia, sino que se relacionan de un modo contextualmente apropiado.

        En torno a lo que determina el texto, Cabrera y Pelayo (2001) refieren lo siguiente:

Todo texto es una unidad mínima de interacción comunicativa que ocurre en el transcurso de un tiempo y espacios determinados. Si bien los textos proporcionan un material valioso para la interpretación de su significado en la comunicación, para que un texto funcione, es decir, comunique algo, necesita la contribución de elementos provenientes del contexto, además de propiciar su unión con los marcos de referencia cognoscitiva y afectiva que el lector posee.

        Se podría inferir entonces que, el texto está constituido por elementos verbales que se combinan para crear una entidad comunicativa, intencional y completa, pero no se puede idear sin ser contextualizado, de modo que el lector tenga un conjunto de datos implícitos y explícitos, permitiéndoles descifrarlo, ya que un texto sin contexto es sólo un pretexto.

         Texto y contexto son complementarios. La contextualización es el proceso de hacer que el resultado de la enunciación sea cohesionado y coherente en relación a su texto. Por tal razón, hay que adecuar el entorno comunicativo y ponerse en todo momento en lugar del lector, sólo así se habría hecho una buena configuración, contextualmente hablando.

        La opinión de numerosos autores coincide en la dificultad que bordea el proceso de escritura, por eso, si al crear se contextualiza adecuadamente, parte del terreno aguardado se habrá conquistado. Todo, llámesele, escritor, productor o autor que se dispone a hacer una producción textual debe tener en claro ciertas pautas que pudieran funcionar como guía en su proceso de creación. Es imprescindible saber: ¿Qué escribe? ¿Sobre qué escribe? ¿Para quién escribe? ¿Con qué propósito lo hace? ¿Cómo va a escribir? Existen muchísimas formas de dejar por sentada una información,  por ello hay que planificar qué se desea y cómo lo desea hacer.

        No todo lo que se escribe es con un único propósito, éstos varían y ajustan a determinadas características, para ello siempre hay que apropiarse del manejo de las particularidades que caracterizan un texto: elementos de cohesión (coherencia, claridad, progresión temática, unidad semántica, adecuación discursiva y toda la riqueza léxica aplicable a cualquier producción si se desea ejercer algún efecto razonado en el lector por medio del campo escrito, también a esto se añade la particularidad del estilo, y es que la historia no cambia, varía la forma cómo es contada.

        En torno a la coherencia se hace mención a una cualidad que debe predominar al escribir, siendo necesaria connotar no sólo en el plano académico. Resulta coherente hablar de ella cuando algo es entendible a partir de una lógica, manteniendo una misma línea con una posición previa, es decir, siendo consecuente con un antecedente, por ejemplo: ¿por qué se escoge estudiar una carrera universitaria si no representa una vocación? ¿Por qué casarse si se prefiere la soltería? o ¿por qué tener hijos antes de conseguir la estabilidad económica y emocional para llevar adelante una familia? Todo esto tiene cabida cuando las acciones o manifestaciones de lo que se dice marchan o no en consonancia con lo que se dice y se hace.

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