Julio Cortazar y la revolución literaria
vgh93Ensayo25 de Noviembre de 2018
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Julio Cortázar y la revolución literaria
Víctor González Hidalgo
Julio Cortázar (Bruselas, Bélgica; 1914-1984) fue uno de los escritores más comprometidos con la realidad latinoamericana. Si bien hay que subrayar que su conciencia de la responsabilidad social del artista nació como consecuencia de sus vivencias con la Revolución Cubana. A partir de ese momento, Cortázar proyecta esta idea de compromiso en su producción literaria, es decir; concibe la literatura como un arma para transformar la sociedad. Su obra adquiere así nuevas posibilidades temáticas, y el contenido social y político pasa a un primer plano en muchos de sus textos. Un buen ejemplo de ello sería El libro de Manuel (1973), una novela muy controvertida con un claro contenido político. Ahora bien, Cortázar no abandona lo fantástico –al menos en su producción cuentística-, más bien se propone una fusión entre lo fantástico y lo político.
Por todos estos motivos señalados, la Revolución Cubana se torna fundamental para entender la evolución literaria del escritor argentino. El objetivo de este ensayo es comprender el cambio de mirada que experimentó Cortázar tras su relación con Cuba, y cómo esta nueva mirada comprometida con la realidad se proyecta en su literatura; y en especial, en la obra cuentística de sus últimos años. El presente trabajo se estructura en dos apartados. El primero apartado se concentra en Julio Cortázar y su experiencia de la Revolución Cubana; y más concretamente, en la conciencia política que despierta en el escritor argentino este acontecimiento histórico. El segundo apartado comprende un análisis de dos cuentos del escritor argentino: “Apocalipsis de Solemtiname” y “Alguien que anda por ahí”. La particularidad de estos dos cuentos seleccionados es que pertenecen al género fantástico pero presentan un contenido político; y por consiguiente, responden a una evolución de su literatura.
La Revolución de la mirada: Cuba y la necesidad de compromiso
En 1951, Julio Cortázar descontento con el peronismo decide viajar a Paris, donde es contratado por la UNESCO como traductor. Desde ese momento, Cortázar se olvida de la realidad hispanoamericana; y su única preocupación es la literatura: en esta ciudad se consolidará como escritor, sobre todo a partir de la novela Rayuela publicada en 1963. Por tanto, Cortázar disfrutará de una vida acomodada, ajeno a todos los hechos históricos que ocurren en el continente latinoamericano. Ahora bien, un acontecimiento marcará un antes y un después en el pensamiento del escritor argentino, y no es otro que la Revolución Cubana. A partir de entonces, Julio Cortázar se convierte en un escritor comprometido con la defensa de los derechos humanos de los pueblos latinoamericanos -participa como miembro del jurado en el Tribunal Bertrand Russell-. También apoyó abiertamente algunas revoluciones –Cuba y Nicaragua-, hecho que suscitó una gran polémica a su alrededor.
La Revolución Cubana fue vivida con gran entusiasmo por Cortázar. Ahora bien, no fue un simple hecho histórico que despertó la admiración de Cortázar sino que representaba para él algo más elevado: el logro de lo auténticamente humano. En este sentido, Pablo Mantonaro apunta: “el triunfo revolucionario encabezado por Fidel Castro en el año 59 se convierte para Cortázar en “la primera gran experiencia histórica” de su vida. Acontecimiento que no se transforma en una simple satisfacción personal en cuanto al plano histórico o político, sino en una encarnación de la causa del hombre como por fin había llegado a concebirla y desearla”[1].
Desde el primer momento, Cortázar comprendió la importancia de la Revolución Cubana: “Yo vivía en Francia cuando estalló la revolución cubana, cuando toda la lucha en Sierra Maestra. Es decir, que todo era a nivel de telegramas: a los franceses les importaba un bledo, y los cables eran de fuente norteamericana, o sea bastante deformados y sin muchos detalles. Sin embargo, algo, una cuestión de olfato, me dijo, que eso era importante. Que eso no era, una vez más, un levantamiento contra un dictador. Yo no tenía una idea precisa de lo que era el gobierno de Batista. Lo asimilaba a cualquiera de los otros dictadores del momento, pero algunas declaraciones de Fidel Castro cuando recibió a aquellos periodistas yanquis, Matthews y demás, me abrieron los ojos. Había una cuestión de tono y me dije: “Esto es diferente”[2].
El primer viaje de Cortázar a la isla cubana fue en 1961, invitado por la Casa de las Américas a participar como jurado de un concurso literario. Durante esta primera estancia en el territorio cubano Cortázar entabló una gran amistad con Roberto Fernández Retamar –además conoció a otros intelectuales cubanos-; y sobre todo tuvo la oportunidad de seguir de cerca el curso revolucionario, con sus aciertos y dificultades; pero ante todo, predominaba en él un sentimiento de orgullo, por el hecho de que la primera revolución socialista que le tocara experimentar fuese una revolución latinoamericana. Tal y como señale anteriormente, Cortázar mostró un enorme desinterés por Latinoamerica hasta el trascendental acontecimiento de la Revolución Cubana. A este respecto, esta experiencia histórica supone su reencuentro con la realidad hispanoamericana. Esta corta visita a Cuba- duró un mes- le permitió a Cortázar vivir “una experiencia extraordinaria, y eso me comprometió para siempre, con ellos y con el camino que luego fueron siguiendo. Es decir, una especie de extrapolación a todo el resto de América Latina.: de golpe me empecé a interesar políticamente por la Argentina, cosa que nunca se me había cruzado por la cabeza”[3].
Conviene subrayar que este primer acercamiento a la revolución conduce al escritor argentino a replantearse su función como intelectual y escritor. En palabras del propio Cortázar: “Y a partir de ese momento, bien se sabe que en lo que yo he escrito comenzó a reflejarse, cada vez más, lo que llaman un compromiso, palabra muy ambigua, pero sobre la cual creo que todos nos entendemos. Es decir que no solamente en lo que seguí escribiendo, sino en lo que empecé a hacer como individuo, como hombre, se reflejó y se sigue reflejando tal compromiso. O sea que “accedí a la historia” a una edad bastante avanzada”[4]. Tal y como se puede desprender de estas palabras, este compromiso no se limita a lo literario o político, sino que es un compromiso con la humanidad.
Cortázar apoyó abiertamente la causa revolucionaria, y consideraba que el cambio político era necesario en un país nunca emancipado de sus metrópolis (España y Estados Unidos). A este respecto, Susana Gómez señala: “resulta pertinente recordar las ideas de Debray y de Fanon, quienes ven la lucha revolucionaria como un esfuerzo necesario que dé vueltas a los valores con los cuales el hombre se piensa a sí mismo. Colonialismo y dependencia son estados del ser –el colonizado, el oprimido- cuyas propiedades han sido naturalizadas. La revolución dotaría al hombre de otras nuevas, tangencialmente diferentes”[5]. Por otro lado, el gobierno cubano inició una estrategia cultural, basada en ganar la simpatía y aprobación de la revolución por parte de intelectuales y filósofos prestigiosos. En este objetivo tuvo una labor primordial, La Casa de las Américas, el principal órgano de difusión cultural: escritores como Sartre, Benedetti, Vargas Llosa, Debray y el propio Cortázar participaron en eventos de la Casa de América; y además algunos escritos suyos fueron publicados en los primeros números de la revista Casa.
Desde su primer viaje, Cortázar comprende la necesidad de cambio, y de que este cambio sea permanente. Por este motivo, realiza varios viajes –invitados en muchos de ellos por la Casa de las Américas para participar en diversos actos- , y siente un apego especial por la isla, como si fuera su propia casa. El escritor argentino en una carta escrita a Roberto Fernández Retamar confiesa el profundo pesar que siente siempre que abandona la isla: “Uno se va de tu isla con una honda herida, con algo que poco a poco se va restañando. Este mes y medio que pase con todos ustedes me ha hecho mucho bien, porque creo haberme identificado un poco más con mi destino”[6].
Este destino individual conecta con el destino de un pueblo. El escritor argentino es consciente de que en la revolución se encuentra “un destino latinoamericano en juego, y que un escritor o cualquier hombre libre, honesto, tiene un papel que desempeñar en ese destino. Ya no es posible refugiarse en la torre de marfil de la literatura pura, el cine puro, la pintura pura. Hay que estar ligado de alguna manera al destino de nuestros pueblos”[7]. En este sentido, Cortázar descubre al pueblo, deja de ser para él una categoría abstracta, y se convierte en las personas que son participes de una suerte de destino común.
Esta responsabilidad social del escritor trasciende a su concepción de la literatura. Pablo Montanaro apunta: “En otros tiempos Cortázar creía que “la literatura de mera creación imaginativa” era suficiente para “sentir que me he cumplido como escritor”. Ahora su noción de literatura ha cambiado porque contiene “el conflicto entre la realización individual, como la entendía el humanismo, y la realización colectiva como la entiende el socialismo”[8]. De este modo, Cortázar cae en una profunda contradicción: “Jamás escribiré expresamente para nadie, minorías o mayorías, y la repercusión que tengan mis libros será siempre un fenómeno accesorio y ajeno a mi tarea; y sin embargo, hoy sé que escribo “para”, que hay una intencionalidad que apunta a esa esperanza de un lector en el que reside ya la semilla del hombre futuro”[9].
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