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LA EXTINCIÓN DE LENGUAS

renzobmsDocumentos de Investigación5 de Octubre de 2021

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Una reflexión crítica en torno a la muerte de las lenguas

Manuel Toscano

La diversidad lingüística presenta múltiples manifestaciones; al fin y al cabo, lo que denominamos “lenguas”, como el español, el árabe o el urdú, contienen o están sujetas a toda clase de variaciones regionales o sociales. Si queremos ser precisos, una lengua no es más que una población de idiolectos, es decir, de idiomas individuales, dentro de los que cabe cierta variedad de registros en función de la situación comunicativa; ninguno es idéntico a otro, aunque sí suficientemente cercanos para hacer posible la comunicación entre sus hablantes. En este trabajo, abstraemos todo ese fondo inagotable de diversidad lingüística, que surge de las diferencias individuales, para hablar solo de las lenguas. En concreto, se considerará el fenómeno de la muerte de las lenguas, situación sobre la que lingüistas y antropólogos se han manifestado en los últimos años.

A lo largo de la evolución humana, podemos registrar una curva ascendente en la expansión y diferenciación de las lenguas que acompaña a la dispersión de las poblaciones humanas sobre la Tierra. Sin embargo, esa tendencia parece haberse invertido drásticamente en algún momento del siglo XX. Las lenguas, según las informaciones que ofrecen lingüistas y etnógrafos, están desapareciendo en un número y a un ritmo sin precedentes en todo el mundo.

Datos globales sobre lenguas amenazadas

Para examinar si está ocurriendo esa revolución señalada por Laponce, se utilizará el trabajo seminal de Michael Krauss, “Las lenguas del mundo en crisis”, que constituye una referencia obligada en la literatura sobre lenguas en peligro. En efecto, dicho trabajo no solo fue uno de los primeros trabajos en dar la voz de alarma dentro de la profesión sobre la pérdida sin precedentes de la diversidad lingüística, sino que, además, sus datos y estimaciones son repetidos sistemáticamente en la literatura posterior sobre el tema. Como señala el propio Krauss, especialista en lenguas amerindias, existe una enorme dificultad de conseguir datos estadísticos precisos de un asunto así, acrecentada cuando se trata de obtener una perspectiva global. Esto se debe a la intrínseca dificultad de contar lenguas y de saber cuántas lenguas hay en el mundo. Se ha dicho que contarlas es tan difícil como contar nubes, pues nunca se sabe dónde acaba una y empieza otra, dónde tenemos un dialecto, una modalidad de la misma lengua, o tenemos una lengua diferente.

El criterio que se utiliza para identificar una lengua y distinguirla de un dialecto es, sencillamente, el éxito en la comunicación: dos lenguas son distintas si sus hablantes no se entienden, si son mutuamente ininteligibles. Un criterio poco claro y preciso: de hecho, el éxito en la comunicación y la mutua ininteligibilidad depende de un buen número de variables, relacionadas con la propia situación comunicativa y, sobre todo, con la disposición y habilidad comunicativa de los hablantes individuales.

No se tiene duda de que el español y el guaraní, o el inglés y el javanés, son lenguas distintas y no meras variedades dialectales. No obstante, en la frontera entre Alemania y Holanda, los hablantes de uno y otro lado pueden entenderse sin problemas, a pesar de que hablan lenguas distintas, como es posible que un español y un italiano, hablando pausadamente cada uno en su idioma, se entiendan. No ocurre lo mismo entre el hablante de un dialecto de la Suiza germánica y del alemán estándar o “alto-alemán”. Este problema manifiesta una verdad importante acerca de las lenguas que debemos entender: la razón por la que no podemos hacer del todo abstracción de la diversidad en el interior de una lengua es que las lenguas son ellas mismas una abstracción,

se realizan a partir del comportamiento comunicativo de los hablantes y, generalmente, las comunidades lingüísticas carecen de fronteras claras y definidas.

A eso hay que añadirle el insuficiente conocimiento de campo de la situación de lenguas y hablantes en muchos lugares del mundo. Si no se sabe bien qué lenguas se hablan en ciertas zonas del mundo, aún resulta más difícil determinar su viabilidad o el peligro que pesa sobre ellas, por el deficiente conocimiento de sus condiciones y circunstancias. De este modo, solo se pueden realizar con estimaciones y proyecciones a partir de datos poco precisos. Sin embargo, incluso manteniendo la necesaria reserva hacia el modo en que se barajan los números demolingüísticos, las cifras son realmente impresionantes: Krauss calcula que un 50% de las lenguas del mundo se hallan moribundas, es decir, que ya no son aprendidas por los niños como lengua materna. Tales lenguas están condenadas irremisiblemente a medida que vayan desapareciendo sus hablantes mayores. Si se calcula en torno a 7000 el número aproximado de lenguas en el mundo, eso significa la desaparición de unas 4000 lenguas.

No obstante, además de las lenguas moribundas, conviene prestar atención a una categoría distinta: las lenguas “en peligro”. Estas son lenguas que aprenden cada vez menos niños como lengua materna y que es previsible que dejarán de hacerlo con el tiempo si su proceso de declive continúa. La conclusión de las estimaciones de Krauss se torna clara: el siglo XXI contemplará la muerte del 90 % de las lenguas del mundo, si se mantienen las perspectivas actuales. Esto supone un promedio de una lengua muerta cada dos semanas a lo largo del siglo, o unas 25 lenguas cada año. Con la extinción de las lenguas, se afecta la diversidad de la especie humana, pues las lenguas son el componente de esta variabilidad en tanto estas “recogen”, “contienen” y “trasmiten” los conocimientos de los hombres. Al respecto, se debe tener en cuenta que una lengua es una representación de un grupo de gente y la sociedad en que vive, que representa su manera de vivir, sus peculiaridades, sus creencias, su geografía.

En cuanto a la distribución geográfica de las lenguas, esta varía enormemente entre las diversas regiones del mundo, según los datos de Ethnologue, por lo que la pérdida de la diversidad lingüística afecta muy desigualmente a países y continentes. Además, se ha identificado que tampoco sigue un patrón uniforme. Por continentes, Europa contiene el 3% de todas las lenguas del mundo, mientras que América alberga el 15%; África, el 30%; Asia, el 33%; y Oceanía y el Pacífico, el 19%. Aun así, los datos parecen avalar los pronósticos más pesimistas y un claro sentimiento de catástrofe, como lo expresa el lingüista Robert Dixon, estudioso de lenguas de Oceanía, Indonesia y Australia, la zona con mayor diversidad lingüística: “No se puede hacer nada por invertir ni parar el movimiento de reducción continuo del número de lenguas distintas habladas en el mundo, aunque el ritmo de reducción pueda ser ralentizado. Al principio, había 7000 lenguas distintas; en 2100, habrá muchas menos, quizá solo unos cientos”.

Por qué importa y preocupa la diversidad lingüística del mundo

Con relación a lo señalado sobre la situación de las lenguas en el mundo, preocupa el hecho de que se vea amenazada la conservación de la diversidad cultural y, por supuesto, lingüística, ya que es un bien preciado que se debe “conservar y proteger”. Así, en los últimos años, además de un creciente interés académico, que se traduce en investigaciones y publicaciones al respecto, han surgido toda clase de iniciativas tanto por parte de instituciones académicas, gobiernos, organismos internacionales como por asociaciones y fundaciones privadas que tienen por objeto el estudio y la preservación de la diversidad cultural y, en especial, lingüística. Sin embargo, se debe tener en cuenta que, en la medida en que expertos y grupos militantes se dirigen a un público amplio con el propósito de llevar a cabo una labor de concienciación y difusión de sus puntos de vista en favor del respeto de la diversidad lingüística, recaudan fondos públicos y privados, proponen iniciativas legislativas, medidas políticas y hasta declaraciones internacionales, tienen que presentar una defensa de sus planteamientos y reivindicaciones, por lo que parece saludable

abrir la discusión acerca de las justificaciones que ofrecen de su causa. De esta manera, se ha identificado algunos argumentos (4) que más se utilizan en favor de la diversidad cultural y se relacionan principalmente con las consecuencias de la muerte de las lenguas.

En primer lugar, predominan los argumentos relacionados con la defensa de la biodiversidad, ya que se sostiene que la extinción de una lengua genera como consecuencia la pérdida de la diversidad cultural vinculada al pueblo que habla la lengua extinta. Así, defensores de esta corriente se han basado en analogías biológicas y han adoptado un patrón ecológico o evolucionista. Es comprensible que quienes se interesan por el problema de la destrucción de las lenguas encontraran inicialmente un modelo en las preocupaciones de biólogos y ecologistas por la extinción de las especies animales y vegetales. En esta perspectiva, existe la idea de que el trato humano con los diversos entornos naturales se deposita en las diversas lenguas, lo que puede ser recogido por el tercer tipo de argumento.

En segundo lugar, se plantea la necesidad de defender la integridad de su objeto o campo de estudio en tanto las lenguas constituyen la materia de estudio del interés científico de la diversidad lingüística. Si bien las investigaciones se pueden realizar con los datos existentes de lenguas extintas, por ejemplo, estas tendrían una data limitada y, quizás, sería difícil contrastarla con estadios o producciones en contextos variados. Por el contrario,

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