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Carlos Dawin


Enviado por   •  27 de Octubre de 2013  •  5.116 Palabras (21 Páginas)  •  198 Visitas

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Las Clases subalternas[editar · editar código]

Placa conmemorativa de Gramsci en Moscú.

En Gramsci la hegemonía es el ejercicio de las funciones de dirección intelectual y moral unida a aquella del dominio del poder político. El problema para Gramsci está en comprender cómo puede el proletariado o en general una clase dominada, subalterna, volverse clase dirigente y ejercitar el poder político, o convertirse en una clase hegemónica.

La crisis de la hegemonía se manifiesta cuando, aun manteniendo el propio dominio, las clases sociales políticamente dominantes dejan de ser dirigentes de todas las clases sociales, es decir no logran resolver los problemas de toda la colectividad e imponer a toda la sociedad la propia compleja concepción del mundo. La clase social subalterna, si logra aportar soluciones concretas a los problemas irresolutos, convierte en la clase dirigente e, incrementando su propia cosmovisión también a otros estratos sociales, crea un nuevo bloque social, volviéndose hegemónico. El momento revolucionario aparece inicialmente, según Gramsci, a nivel de superestructura, en sentido marxista, es decir, político, cultural, ideal, moral, pero traspasa a la sociedad en su complejidad, embistiendo hasta su estructura económica, o sea embistiendo a todo el bloque histórico, término que para Gramsci indica el conglomerado de la estructura y de la superestructura, las relaciones sociales de producción y sus reflejos ideológicos.

En Italia, la clase dominantes es y ha sido parcial: entre las fuerzas que contribuyen a la conservación del bloque social están la Iglesia católica, que se bate para mantener la unión doctrinal en modo de evitar entre los fieles fracturas irremediables que sin embargo existen y que aquélla no está en grado de subsanar, pero solo de controlar: “La Iglesia romana ha sido siempre la más tenaz en la lucha para impedir que oficialmente se formen dos religiones, aquella de los intelectuales y aquella de las almas simples”, una lucha que si bien, ha tenido también graves consecuencias, conectadas “al proceso histórico que transforma toda la sociedad civil y que en bloque contiene una crítica corrosiva de las religiones”,sin embargo, ha hecho resaltar “la capacitad organizadora en la esfera de la cultura del clero” que ha dado “ciertas satisfacciones a las exigencias de la ciencia y de la filosofía, pero con un ritmo tan lento y metódico que las mutaciones no son percibidas por la masa de los simples, aunque ellas parezcan revolucionarias y demagógicas a los integralistas”

Tampoco la cultura de sello idealista, en tiempos de Gramsci, dominante y ejercitada por las escuelas filosóficas crocianas y gentilianas, no ha “sabido crear una unidad ideológica entre el bajo y el alto, entre los simples y los intelectuales”, tanto que esta cultura, aunque considerando la religión una mitología, no ha ni siquiera “intentado construir una concepción que pudiese sustituir la religión en la educación infantil”, y estos pedagogos, aunque sin ser religiosos, ni confidenciales y ateos, “conceden la enseñanza de la religión porque la religión es la filosofía de la infancia de la humanidad, que se renueva en cada infancia no metafórica”. También la cultura laica “dominante” utiliza pues la religión, porque no se pone el problema de elevar a las clases populares al nivel de aquél dominante pero, al contrario, quiere mantenerla en una posición subalterna.

Conciencia de Clase[editar · editar código]

Opuesta a la de la Iglesia y del idealismo italiano está la posición del marxismo, que “no tiende a mantener los simples en su filosofía primitiva del sentido común, sino conducirlos a una concepción superior de la vida”. Esto afirma la exigencia del contacto entre aquellos hombres que cumplen la función social de intelectuales y aquellos que no, para “construir un bloque intelectual y moral que haga políticamente posible un progreso intelectual de masa y no solo de escasos grupos intelectuales.

El hombre activo – o sea la clase obrera, - escribe Gramsci, “no tiene una clara conciencia teórica de su forma de obrar… su conciencia teórica hasta puede estar en contraste con su forma de obrar”; él obra prácticamente y en el mismo tiempo tiene una conciencia teórica heredada del pasado, acogida por lo más en un modo acrítico. La real comprensión crítica de sí mismo ocurre “a través de una lucha de hegemonías políticas, de direcciones contrastantes, primero en el campo de la ética, luego de la política para llegar a una elaboración superior de la propia concepción real”. La conciencia política, es decir el ser parte de una determinante fuerza hegemónica, “es la primera fase para una ulterior y progresiva autoconciencia donde teoría y práctica finalmente se unen.

Pero autoconciencia crítica significa creación de una elite de intelectuales, porque para distinguirse y hacerse independientes se necesita organización, y no existe tal sin intelectuales, “un estado de personas especializadas en la elaboración conceptual y filosófica”.

El Partido Político[editar · editar código]

Maquiavelo ya indicaba que en los modernos Estados unitarios europeos la experiencia que Italia habría de hacer propia para superar la dramática crisis emergida de las guerras que devastaron la península desde finales del siglo XV. El príncipe de Maquiavelo “no existía en la realidad histórica, no se presentaba al pueblo italiano con caracteres de inmediatez objetiva, pero era una pura abstracción doctrinaria, el símbolo del jefe, del condotiero ideal; pero los elementos pasionales, míticos… se reasumen y se convierten vivos en la conclusión, en la invocación de un príncipe realmente existente.

En los tiempos de Maquiavelo Italia no tuvo una monarquía absoluta que unificase la nación, porque, según Gramsci, en la disolución de la burguesía comunal se creó una situación interna económico-corporativa, políticamente “la peor de las formas de sociedad feudal, la forma menos progresiva y más estancada; faltó siempre, y no podía constituirse, una fuerza jacobina eficiente, la fuerza precisa que en las otras naciones ha suscitado y organizado la voluntad colectiva nacional-popular y ha fundado los estados modernos”.

A esta fuerza progresiva se opuso en Italia la “burguesía rural, herencia del parasitismo dejado en los tiempos modernos por la derrota, como clase, de la burguesía comunal”. Las fuerzas progresivas son los grupos sociales urbanos con un determinado nivel de cultura política, pero no será posible la formación de una voluntad colectiva nacional-popular, “si las grandes masas de campesinos

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