Cruzadas En Jeans
123mike45611 de Mayo de 2013
3.734 Palabras (15 Páginas)337 Visitas
udolf Hefting, joven holandés de 15 años, contempló impresionado “el transmisor de materia” que cubría el muro del laboratorio. Su padre era amigo de los dos inventores de la máquina y ahora, tras meses de súplica y por motivo de las Navidades, Dolf por fin había logrado autorización para visitarla. Esa máquina era capaz de enviar cosas al pasado, pero aún estaba en la etapa de prueba porque sufría de sobrecalentamiento y tardaba en regresar las cosas al presente.
Dolf insistió y convenció a los científicos de probar con él la máquina. El experimento se realizó y llegó a Mantiuray, Francia, el 14 de junio de 1212. Para ello le dotaron de unos rotuladores, una caja de cerillos y un cuchillo; los primeros le servirían para marcar el sitio adonde llegara, ya que cinco horas después de su arribo tendría que colocarse en el mismo lugar para poder regresar.
Al iniciarse el despegue Dolf experimentó un fuerte impacto y sintió punzadas en todo el cuerpo; al abrir los ojos se encontró sobre una piedra plana y se percató de haber llegado a un camino; sabía que estaba en otro lugar pero ignoraba en cuál época, aunque sabía la hora porque su reloj marcaba la 1:02. Después de marcar la piedra y bajo un intenso calor divisó una población no muy moderna. En el camino a ésta una riña llamó su atención; un hombre era asaltado por dos delincuentes. Mientras él hirió con su cuchillo a uno de ellos, lo cual le hizo sentirse avergonzado, la persona asaltada mató con su garrote al otro ladrón, hecho que le estremeció. El hombre que iba a ser asaltado, en agradecimiento, compartió con él pan, carne y vino y se presentó como Leonardo de Pisa, a su vez él se presentó como Rudolf de Amsterdam. Rudolf reconoció en su hablar algunas palabras de holandés antiguo, a pesar de ello pudo comprender que Leonardo venía de París, que se dirigía a Bolonia y que viajaba solo. Por su parte Rudolf, quien de aquí en adelante se llamará Dolf, le explicó que él iba al torneo de Mantiuray, lo que sorprendió a Leonardo quien le dijo que la población que se veía a lo lejos era Espira y no Mantiuray, entonces Dolf comprendió que estaba en Alemania, junto al Rhin. Trató de repasar sus clases de historia para saber lo que ahí había ocurrido en el año 1212; recordó que había cruzadas, torneos, luchas locales entre príncipes y rivales, y que la gente era supersticiosa y el conocimiento científico no estaba desarrollado. Dolf le informó a Leonardo que procedía de Holanda, que era estudiante y que sabía un poco de matemáticas, así que ante el interés de Leonardo pasó un rato explicándole los números arábigos. Cuando Dolf miró el reloj ya eran las 4:30, hora en que tenía que partir; le regaló a Leonardo los rotuladores, le enseñó cómo usarlos, y él a cambio le entregó una medalla de la Virgen.
Siguieron juntos por el camino y se encontraron con una procesión de niños que impidió a Dolf llegar a tiempo a la piedra marcada, así que en su lugar un muchacho del siglo XIII que se encontraba en la piedra justo a la hora fue transportado por la máquina del tiempo de regreso al s. XX.
Durante la procesión Dolf vio caer a una pequeña niña, Leo la revisó y dijo que estaba muerta; más tarde la enterraron pero Dolf seguía sin comprender lo que estaba sucediendo. Leo le dijo que era la cruzada de los niños que iban a Tierra Santa para librar a Jerusalén de los sarracenos.
Dolf sabía que las cruzadas eran de adultos, de caballeros y no de niños, por ello sentía su corazón lleno de pesar y apenas si podía contener las lágrimas. Mientras comenzaban a caminar rumbo a Espira observó con asombro el rostro de su inmutable compañero, pero ¿quiénes eran estos niños? Era el ejército infantil de Nicolás, su jefe, quien los dirigía. Muchos de estos niños habían escapado y otros eran huérfanos. No habían podido entrar a Espira porque las personas del pueblo se negaron a dejarlos pasar, lo que les generó una reprimenda del sacerdote del lugar, quien les hizo notar que se trataba de niños y que al no dejarlos entrar al pueblo les estaba orillando a robar. Dolf y Leo decidieron pasar la noche en el campamento de los niños. Muchos de ellos empezaron a meterse al río, pero no sabían nadar por lo que Leo empezó a salvarlos, Dolf no entendía por qué se metían si no sabían nadar.
Llegó la noche y Dolf se durmió pensando en su madre. Más tarde lo despertó una tormenta que dañó seriamente la ciudad de Espira; un rayo había incendiado el pueblo. Una pequeña de aproximadamente 10 años, asustada, corrió hacia él y durmió a su lado. Cuando todo pasó Dolf vio que los niños rezaban y Leo se santiguaba, entonces sintió un vago deseo de hacer lo mismo, algo extraño porque su familia no tenía contacto con la religión.
Cuando se levantaron miró cómo la niña, que era muy linda, no se le separaba; ésta le dijo que era María de Colonia.
La gente de Espira, arrepentida de haber tratado mal a los niños, les llevó comida. Leo decidió acompañarlos hasta Bolonia y Dolf optó por quedarse con ellos; ya entonces había resuelto vivir en la Edad Media y romper con el último lazo de esperanza que lo unía con su mundo.
María tomó la mano de Dolf y se pusieron en marcha.
Leonardo, María y Dolf iban en la retaguardia y, mediante una mula, ayudaban a los niños rezagados para integrarlos nuevamente al grupo.
A Dolf le sorprendía mucho ver a los niños descalzos y a un fraile que recorría las filas de los pequeños para vigilarlos.
Dolf le pidió a María mayor información sobre la cruzada; ésta le explicó que se trataba de un milagro, que los ángeles pidieron a Nicolás reunir un ejército de niños que aún conservaran su inocencia. Su propósito era ir a Tierra Santa para cuidar el Santo Sepulcro, vencer a los sarracenos y ayudar a los peregrinos. Dos frailes eran testigos del milagro.
La solidaridad con la que los niños se protegían conmovió a Dolf, sin embargo, pese a que la mayoría estaba sana, algunos de ellos presentaban enfermedades. Ante esto Dolf pensó que era necesaria una mejor organización. Fue a buscar a Nicolás y le propuso una estrategia. Para que los niños estuvieran mayormente protegidos se dividirían en grupos, cada uno tendría una tarea que elegiría libremente según sus aptitudes, de esta manera habría un grupo de enfermeras, uno de cazadores, otro de pescadores, de cocineros, y de recolectores y guardias. Carolus, quien se presentó como el rey de Jerusalén, dijo que se encargaría del grupo de caza y que les capacitaría para ello; Frank, que sabía nadar muy bien y que el día anterior había rescatado a varios niños, se ofreció para organizar el grupo de pesca; Hilda, reina de Jerusalén, quien viajaba a bordo de un carruaje junto con Nicolás, los frailes y los demás niños nobles sería la responsable de la enfermería, pues en el convento en donde había estudiado le habían formado para ello. Hilda decidió que los nobles ya no irían en el carromato sino que en él viajarían los enfermos que no podían caminar; Frieda, su amiga, le ayudaría en su nueva responsabilidad. María se encargaría de recoger plantas medicinales, mientras que Fredo, un noble muy fuerte, sería el encargado del grupo armado. Leo iría al final y les enseñaría a utilizar el garrote.
Dolf sugirió también que los niños se organizaran en grupos para acampar, recoger leña, etc. Dom Anselmus, preocupado, dijo que todo aquello retrasaría mucho el viaje, y que debían cruzar las montañas antes del otoño e ir rumbo a Génova. La ruta por donde pretendían llegar era difícil, pero Dolf viajaba mucho con sus padres a las montañas y conocía precisamente este lugar, así que sugirió ir por otro lado. Nicolás no habló, por lo que Dolf dudó mucho de la verdadera intención de la cruzada. Leo compartió su opinión.
Dolf aportó sentido común y conciencia social a los niños; entre otras cosas, éstos empezaron a confeccionar zapatos con las pieles de los animales cazados. Cuando los días eran difíciles, Carolus, como todo un rey, animaba a su gente. Cierto día se suscitó un problema con unas ovejas que Carolus quería llevar con vida y Nicolás las quería sacrificar, pero decidieron no hacerlo y aprovechar la lana para tejer suéteres. Nicolás no era malo, pero sólo sabía rezar y cuidar rebaños, no entendía quién era Dolf ni lo que significaba la solidaridad.
Dolf estaba impresionado de cómo mediante la organización habían mejorado las cosas, por ejemplo, había un horario para cada actividad, o cuando había niños gravemente heridos se organizaban para dejarlos en ciudades en donde podrían recuperarse.
Más tarde penetraron la selva negra, después llegaron a Rottweil, un pueblo que tampoco les quiso recibir. Los niños estaban mal y tenían hambre, así que Dolf entró al pueblo y cambió sus monedas por dinero para pagar a un panadero para que hiciera pan para los niños. Como era tarde, Dolf se ofreció a ayudarle y trabajó con él toda la noche. Una vez que terminó se dirigió a recoger el carromato para transportar el pan, pero Hilda le dijo que varios niños tenían fiebre, así que Peter pidió al cura del pueblo que dejara que se quedaran ahí los cuatro niños más enfermos. Dolf decidió no usar la carreta porque podía tener virus y consideró que era mejor transportar el pan con la ayuda de algunos niños.
Al ver que muchos pequeños empezaron a mostrarse enfermos Dolf se percató de que se trataba de una epidemia. Lo primero que había que hacer era aislarlos y brindarles cuidados especiales. Como Dolf sabía cómo actuaban los virus, logró su erradicación una semana después, no obstante habían muerto muchos pequeños. Los frailes desesperados
...