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Cuentos De Tío Coyote Y Tío Conejo


Enviado por   •  22 de Septiembre de 2012  •  1.023 Palabras (5 Páginas)  •  1.152 Visitas

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Cuentos de Tío Coyote y Tío Conejo

I

Estera una vez una viejita que tenía una sandilla. Sandillas grandes de tierra negra. Un día por ahí, se vieron Tío Coyote y Tío Conejo, y como estaba madurando el sandillal, se concertaron para merendárselo. Tío Conejo cuidaba un rato y Tío Coyote comía, y así, al revés. Pero la viejita que estaba encariñada con su campito de frutas todos los días renegaba: "¡Bandidos, ladrones, me las van a pagar!".

El domingo la viejita al salir de misa se fue donde el Señor Obispo y le dijo:

-¡Señor Obispo, le voy a mandar de regalo una gran sandillota, la más rica!

Y el Señor Obispo la bendijo.

Pero Tío Conejo estaba en el patio robándose unas lechugas y oyó a la viejita y ay nomás salió en carrera onde Tío Coyote:

-Tío Coyote, vamos a hacerle una buena pasada a esta vieja renegona.

Y se fueron hablando.

A poquito llegó la viejita y ellos se escondieron detrás de unas matas. Y la viejita fue tanteando todas las sandillas, una por una:

-¡Esta es la más hermosa! La voy a cuidar para el Señor Obispo y pa que estos bandidos ladrones de frutas no la vean la voy a poner bajo estas hojitas de plátano.

Tío Conejo y Tío Coyote se estaban riendo y se volvían a ver. Y cuando se fue la viejita se fijaron donde estaba la sandilla y diario la iban a ver y la tanteaban.

Bueno, pues; pasaron sus días y ya estaba bien madura la sandía. ¡Grande y hermosa, bien aseada!

Y entonces Tío Conejo le abrió un hoyito y con la pata le fueron sacando y se fueron comiendo todo el corazón hasta que la dejaron vacía como calabazo. Y después se cagaron los dos dentro de la sandía y la volvieron a tapar dejándola a como estaba, bien disimulada.

Al día siguiente llegó la viejita:

-¡Qué buena sandilla! ¡Qué buen regalo para el Señor Obispo!

Y fue a traer su rebozo y cortó la sandía y se fue ligerita donde el Señor Obispo.

-¡Aquí le traigo este regalito, mi padrecito!

-¡Muchas gracias, mijita, Dios te lo pague!

Y cuando llegó la hora del almuerzo el Señor Obispo le dijo al Sacristán:

-Andá traeme un cuchillo grande bien filoso, pues yo mismo quiero partir esta sandilla tan hermosa.

Y ya se puso a partirla. Y pega el brinco. ¡Qué susto! ¡Estaba repleta de ñaña!

-¡Buff, dijo el Obispo, y la aventó de un lado -¡Esta vieja puerca ahora verá!

Y mandó al Sacristán que se la fuera a llamar.

La viejita llegó muy alegre, corriendo. "Esto es que el Señor Obispo me quiere agradecer con algún regalo", pensaba. Pero en llegando, el Señor Obispo esta furioso y le dio una gran regañada y le enseñó la ñaña de la sandilla y le dijo que se iba a ir al infierno por irrespetuosa.

Y se volvió triste. Y le iba echando maldiciones al que le hubiese hecho la trastada.

-Me las paga el que sea, dijo. Y puso a la entrada de la huerta un muñeco de breya (brea).

El Tío Conejo, que es fachento, llegó ese día al frutal y vio el muñeco que le cortaba el paso.

-¿Ideay, hombré? ¡Quitate de ahí o te quito!

Como el muñeco se quedó callado ay nomás le dio un trompón y se quedó pegada la mano en la

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