Defensa Apasionada Del Idioma Español
arturo10p523 de Abril de 2014
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Defensa apasionada del idioma español
Hablar un idioma que admite inmensidad de adeptos en el mundo, como lo es el español, con una tradición enriquecida con el espíritu de cada pueblo, impulsa el orgullo de sus letras, de su música. Y así, entenderlo, apoderarte de él, emanarlo, desierta lo más profundo de tu interior, lo libera.
Somos totalmente dependientes del idioma: somos sus hijos, pero también sus creadores, por tanto, debemos respeto, aprecio y cuidado. Ha sido testigo de nuestra evolución: acuñó una expresión pluricultural. Es que sin él no podríamos hacer nada: charlar con el amigo, querer al novio, amar a la familia, ni concebir un amanecer o divagar la dialéctica.
Yo creo en la humanidad, pues a partir de su lenguaje fue que adquirimos la identidad social. Fue así como ascendió nuestro raciocinio y estamos dichosos de eso.
Me gusta mi lengua. Es de las más ricas gramaticalmente. Aprehenderla es muy complicado porque es vasta y frondosa y esa magnitud nos brinda infinitas posibilidades. Me gusta porque con ella sé quién soy, sé mi nombre y tras él mi biografía y mi bibliografía.
Eternamente, mi idioma sufre el mal uso de sus hablantes, ¿cómo reacciono ante ello? En primer lugar me avergüenza leer o escuchar
Semejantes errores, después me da risa y luego pienso por qué no les importa expresarse correctamente. Me pregunto: ¿no les aburre dirigirse siempre igual?, ¿no les aburre no conocer?, ¿por qué no practican la lectura?
Yo he estado en esas situaciones de comodonerías donde pensar en activar tu mente te fatiga y tomar “información” de la televisión ya es algo. Entonces me llego una luz ilustradora y decidí cultivarme.
Una forma de corregir a la gente de bárbaras pronunciaciones es hacerles notar su desacierto y rectificarlos. Eso podría o no funcionar; nunca está demás hacerlo puesto que sabemos la influencia de nuestros actos. Es esa cuestión para mí indispensable: el hecho de que nuestras obras contagien a los demás.
Me encantaría ser una defensora apasionada del idioma español, aunque para eso necesito conocerla ampliamente. Esta defensa es el producto de la pasión por el habla, por la comunicación. ¿Cómo puedo defender mi idioma?, ¿será redactar en libros o periódicos para informar a la comunidad?, ¿será dar pautas prácticas a medio planeta, al vecino?, ¿será amaestrarme en el tema y predicar con el ejemplo?
Soy una fiel soñadora: la libertad es inalienable y cada quien escoge su manera del habla, no quiere decir
que lo distorsione, sino más bien adecuarlo a tus preferencias y contextos.
Defender mi idioma no lo tomo como el disgustarme por mal-emplearlo, sino como una convicción: salir y realizar mi vida paralela a un lenguaje digno del ser humano, un lenguaje recto y conciso y por qué no poético- adoro la poesía-, para alcanzar mis objetivos comunicativos y sólo eso, una sana interacción social. Sólo así los demás querrán alinearse a esa perspectiva del buen lenguaje. Hay que poner el ejemplo.
Cada cabeza es un mundo y, conforme el tiempo pasa, será dificultoso componer a alguien que creció su vida con una pobreza y desinterés del vocabulario.
Es posible, todo es posible; todo puede cambiar. Pero no podremos forjar el cambio, éste es natural, hierve, se cocina en el alma y se evapora en actos deliberados, por primera vez contemplados.
Yo amo mi lengua, porque es la materna. Nací, crezco y moriré con ella. Adoro los escritores que escriben en español, con cálida y explosiva sensación latina. Mi lengua es romance, pero sobre todo lo evoca; te incita, te excita con sus acentos y diptongos y qué sé yo; es inefable. Tal vez, antes de morir, cuando alguien algún día me llame extranjera, le contaré lo inexplicable de mi lengua.
1. Una lengua en deterioro
La
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