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Don Quijote


Enviado por   •  5 de Diciembre de 2012  •  897 Palabras (4 Páginas)  •  374 Visitas

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Comienza así la novela: En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda… Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, aunque quizás se llamaba Quejana. Este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda. Y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio. A tal grado llegó su locura que decidió hacerse caballero andante e irse por todo el mundo con sus armas. Limpió unas viejas armas y montó en su rocín flaco, al que llamó Rocinante; y el se llamó don Quijote de la Mancha, pues la Mancha era su tierra. Pero como todo caballero andante, debía tener una enamorada. Y escogió a una moza labradora llamada Aldonza Lorenzo, cuyo nombre cambió por Dulcinea del Toboso, porque era originaria del Toboso. Capítulo IV. Vuelve a su casa para hacerse de dinero y de un escudero. Al pasar por un bosque, escucha unas voces. Es un muchacho atado que es castigado por su amo. Viéndolo don Quijote, lo obliga a que lo desate y le pague lo que le debe. El muchacho, Andrés, dice: nueve meses, a siete reales cada mes. Se marcha el caballero satisfecho por haber deshecho el primer agravio, pero después el amo castiga con más rigor a Andrés. Luego se topa con unos mercaderes, que su locura los hace ser caballeros andantes. Les ordena que confiesen que la sin par Dulcinea del Toboso es la más hermosa del mundo. Luego arremete contra quien dijo no conocerla, pero se salva porque tropieza Rocinante. Sin poder levantarse, un mozo le partió la lanza y con un pedazo le dio en las costillas. Y aún se tenía por dichoso, pareciéndole que aquélla era propia desgracia de caballeros andantes. Capítulo V. Un labrador vecino lo socorre y se da cuenta que está loco. Lo lleva a su casa, justo cuando la sobrina les narra al maese Nicolás, el barbero, y al licenciado Pérez, el cura, que su tío está loco por culpa de los libros de caballería. Capítulo VI. Al día siguiente el ama y la sobrina presencian la quema de los libros que hacen el licenciado y el barbero. Se salvan el Amadís de Gaula, Palmerín de Inglaterra y Don Belianís. Así mismo muchos libros de poesía. Toma un libro el cura y dice: La Galatea, de Miguel de Cervantes dijo el barbero. Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado

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