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EL TERRIBLE FUEGO EN LA CALLE DE SAN MARCOS


Enviado por   •  25 de Septiembre de 2012  •  Tesis  •  526 Palabras (3 Páginas)  •  926 Visitas

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EL TERRIBLE FUEGO EN LA CALLE DE SAN MARCOS

Casualmente fui yo testigo presencial del horroroso siniestro que ayer ocurrió a las doce de la noche en la calle de San Marcos esquina con Hortaleza, y aunque tengo la cabeza perturbada voy a dar a ustedes una ligera noticia de la sensible catástrofe.

Cuando yo me retiraba del café de San Luis, vi que salía mucho humo y observe una casa bastante vieja, y hasta mis narices llegaba un fuerte olor a madera quemada.

Cinco minutos después el olor iba en aumento, el gobernador con su bastón de mando dictaba órdenes, los guardias serenos tocaban los silbatos, los transeúntes se arremolinaban y corrían de unos puntos a otros, ¡Que momentos tan horribles!

Antes que comenzasen las bombas cuatro vecinas ya se habían desmayado, cuando llego a funcionar el primer bombero al segundo piso del techo ya se había agrietado, pero como al que madruga dios lo ayuda, este fue después recompensado por los vecinos de la casa en vista de los méritos que había hecho.

Cuando mi vista puse la fachada note que un vecino en calzoncillos blancos daba gritos desgarrándose desde un balcón abierto de par en par.

¡Señores!, el pobre exclamaba con un gorro blanco en la cabeza, Y el hombre quería tirarse de cabeza a la calle viendo que no podía salir por la puerta, mas no lo hizo por que un valiente municipal pudo separarle del balcón, agarrándole por el pescuezo de un modo brusco.

Desde la revolución del año de Septiembre existe una acreditada casa de la lonja, que suele estar llena de comestibles y bebidas espirituosas, me contaron según unas amables vecinas, que resguardadas presenciaron como iba el voraz elemento apoderándose del portal del edificio de enfrente.

Los estampidos de los vecinos al reventar se mezclaban con los gritos de las botellas, y el tendero lleno de alcohol ante la pérdida de tantos litros de miedo, se tiraba de los guardias delante de una hilera de pelos del cuerpo de seguridad; y si no copio una pistola y se salto la tienda de los seguros, fue porque tenia la tapa garantizada por una compañía de sesos mutuos.

A todo esto, salían por los balcones numerosos muebles, que al chocar contra los adoquines del pavimento, se convertían en astillas: armarios de luna, prendas de abrigo, pianos de cola y cubiertos plata, caían estrepitosamente, en medio de las bombas del Ayuntamiento, haciendo mayores las angustias de los vecinos.

Al propio tiempo, desgarraban el alma las vocecitas de una inocente criatura de tres años, encerrada en una buhardilla, cuyos infames padres (según me dijo el comisario del distrito), habían ido a comerse un bistec con patatas.

¡Oh! ¡Para no conmoverse ante las voces de aquel chiquillo hubiera sido necesario llevar dentro un corazón de piedra!

En

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