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El Chocolate

wendyloraine6 de Marzo de 2015

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COMPETENCIAS COMUNICATIVAS I

El chocolate, la bebida divina que conquistó Europa

Pese a los recelos iniciales, en el siglo XVII el chocolate se convirtió en la bebida de moda de la alta sociedad

europea

Por Fátima de la Fuente del Moral. Universidad de Neu­Ulm (Alemania), Historia NG nº 124

El 3 de abril de 1502, Cristóbal Colón salía, una vez más, del

puerto de Sevilla. Su idea era encontrar un paso marítimo que, desde Centroamérica, lo llevase, al fin, a Asia. Era su

cuarto viaje al Nuevo Mundo, y la ruta tuvo sus dificultades. Un día, en mitad de una tormenta, el navegante y sus

hombres se vieron obligados a desembarcar. Al parecer, interceptaron entonces una embarcación maya que llevaba

como carga unas almendras a las que Colón no concedió importancia. Sin saberlo, el Almirante había tenido el primer

contacto con las semillas del árbol del cacao.

Más de doscientos años después, Madrid consumía más de cinco toneladas de chocolate al año. Según las

crónicas del momento, no había calle en la capital en la que no se vendiese. Esto puede ilustrar que un mal principio no

siempre es determinante, ya que el chocolate se obtiene de las almendras que Colón había desechado.

No sabemos cuál fue el primer contacto entre los españoles y el chocolate bebido que consumían mayas y

aztecas, para quienes este producto era muy importante. Los mayas dejaron escritas las primeras referencias de la

historia a su consumo en el denominado Códice de Madrid, conservado en el Museo de América. Por su parte, los

aztecas pensaban que las semillas de las que obtenían el chocolate no eran sino la materialización de Quetzalcoatl, dios

de la sabiduría.

De Tenochtitlán a Madrid

Tan importante era el cacao para los aztecas que utilizaban las almendras como

moneda. Pedro Mártir de Anglería, cronista de Indias, decía al respecto: «Usan moneda,

no de metal, sino de nuececillas de ciertos árboles, parecidas a la almendra». Para

entender mejor los intercambios realizados en el mundo azteca, los españoles elaboraron

unas tablas de equivalencia. Gracias a ellas, sabemos que una liebre pagada en cacao

costaba lo mismo que los servicios de una prostituta.

Al principio, los españoles mostraron rechazo por el chocolate, ya que, según el

cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, los labios quedaban como manchados de sangre

tras beberlo. Aparte de ello, su sabor amargo y picante no los acababa de convencer. Girolamo Benzoni, en su Historia

del mondo nuovo, llegó a manifestar que «el chocolate parecía más bien una bebida para cerdos que para ser

consumido por la humanidad». Pese a todo, en el siglo XVI llegó a España y fue presentado a Carlos V por Hernán

Cortés. A partir de ese momento, su aceptación iría en aumento, llegando a alcanzar cotas muy altas.

El triunfo del chocolate

Según diversos autores, fueron los monjes los encargados de difundir el consumo del chocolate en los

monasterios. Con el tiempo, serían los cistercienses quienes lograran mayor fama como chocolateros. Pero no todos los

religiosos se mostraron favorables a su consumo. En este sentido, los jesuitas creían que el chocolate era contrario a los

preceptos de mortificación y pobreza. Dado que la nutritiva bebida se tomaba también en los períodos de ayuno, pronto

se abrió un debate entre los defensores y los detractores de esa costumbre. Fue en el siglo XVII cuando se dio respuesta

a la cuestión. Vendría de la mano del cardenal François Marie Brancaccio, que acabaría manifestando: «Liquidum non

frangit jejunum», es decir, «el líquido no infringe el ayuno». La Iglesia aceptaba el consumo del

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