El Fobaproa

Del paquete de iniciativas financieras que el Ejecutivo presentó al Legislativo, una que destaca por la polémica que levanta es aquella que pretende dividir el Fobaproa en dos organismos: uno que se encargaría de garantizar los fondos de los ahorradores y otro dedicado a la recuperación de pasivos. Ese reordenamiento que en principio parece sensato deberá probar sus bondades, al decir de los opositores, una vez que haya quedado claro qué fue lo que pasó con el Fobaproa en el pasado. Este es el punto.

Hoy la discusión no parece girar tanto en torno a las nuevas modalidades de operación, ni siquiera en torno a la absorción de los pasivos como deuda pública; el verdadero debate es cómo abrir algo que se percibe como una muy jugosa caja de Pandora: 333 mil millones de pesos es el costo fiscal del rescate financiero, y de lo que se trata es de saber qué hay detrás de esa cifra espectacular.

De entrada, la empresa de clarificar el monto no parece sencilla, hay prejuicios sólidamente constituidos entre muchos de los que se han acercado al tema. Por un lado, los críticos del esquema sospechan que tras el rescate financiero lo que hubo en realidad fue un rescate a los banqueros, y que en cuanto las cifras empiecen a fluir será posible detectar irregularidades múltiples e incluso fincar responsabilidades. Del otro lado, los impulsores de la iniciativa insisten en demostrar la racionalidad de la operación y la pertinencia de no dejar pasar más tiempo sin regularizar el tema de los pasivos. Hoy el tema está en el Congreso, y los legisladores difícilmente dejarán pasar la oportunidad (y obligación) que tienen para darle transparencia a la operación de rescate financiero, pero para ello hay al menos tres tipos de dificultades a vencer: el tiempo (que sin duda no es el mismo que el de las autoridades), los recursos (el volumen de información a analizar supera con mucho las posibilidades del equipo actual de los legisladores) y los prejuicios (está visto que hoy sobre el Fobaproa hay más imprecisiones que juicios fundados).

Respecto del tiempo, en un asunto tan delicado y polémico como lo es Fobaproa, vuelve a llamar la atención que los actos de las autoridades se alejen tanto de las nuevas circunstancias del Congreso. En lugar de intentar el consenso con todas las fuerzas por la vía de la información. y cuando no había prisas, el asunto se deja a última hora, y después de haber tenido en un severísimo ayuno informativo a los legisladores, una vez que se presentó la iniciativa, se inunda de información a los legisladores al punto del atragantamiento. Así los legisladores que habían estado mendigando información, se ven superados por el volumen que se les hace llegar a unos cuantos días de que concluya el periodo ordinario de sesiones, y. al momento de escribir estas líneas, aparentemente habían optado por postergar la votación del Fobaproa a un periodo extraordinario.

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