El Paso Del Tiempo A Través Del Cuerpo En La última Niebla
gregoriocasa4 de Mayo de 2014
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El paso del tiempo a través del cuerpo en La última niebla
Mucho se ha comentado acerca del tema central de la obra de María Luisa Bombal, La Última niebla, el cual es el amor . Pero si bien éste es un tema importante dentro de la obra, no es el relevante, ya que lo que más le inquieta es sentir la conciencia de su propia individualidad y protegerla del paso del tiempo. Al adentrarnos en la obra nos encontramos que en la vida de la protagonista ocurre una lucha contra el tiempo la cual es el resultado de una profunda disociación psíquica que no le permite tener equilibrio entre la conciencia y la inconsciencia.
Al comenzar a leer La última niebla, nos encontramos con una mujer que vive o subsiste una vida tediosa, donde el lento fluir de los días uniformes nada le ofrecen. Aunque ha contraído matrimonio hace muy poco tiempo con Daniel, ésta no parece experimentar lo que muchos denominan amor, es más, tampoco tiene la esperanza de experimentarlo en un futuro.
La protagonista narra su historia en primera persona y, casi siempre, en tiempo presente. Nunca habla de lo que siente en su interior, su conciencia queda en el más absoluto anonimato; pero cuando asiste al funeral de una muchacha muerta poco después de comenzada la obra, uno como lector advierte que la vista del rostro descolorido e inmóvil de la difunta le hace reconocer, con una absoluta claridad, el vacío de su vida, la inexistencia de amor en su ser:
“Esta muerta, sobre la cual no se me ocurría inclinarme para llamarla porque parece que no hubiera vivido nunca, me sugiere de pronto la palabra silencio. Silencio, un gran silencio, un silencio de años, de siglos, un silencio aterrador que empiza a crecer en el cuarto y dentro de mi cabeza”
Al salir de este trance y correr por el pasillo de la casa, la protagonista, tropieza con unas coronas de flores artificiales, las cuales también carecen de vida. Corre iracundamente hacia el jardín en donde toca árboles, planteas, flores y demás, como si de alguna manera quisiera absorber la vitalidad del prado; luego de un instante exclama: “¡Yo existo, yo existo … y soy bella y feliz! Sí, feliz. La felicidad no es más que tener un cuerpo joven y ágil. (p. 43)
La mujer se siente estancada, le preocupa el paso del tiempo. Ella sabe que en un futuro le espera una realidad no muy distinta a la que tiene y aquello la aterra; el tiempo la lleva rápidamente a la vejez y la posibilidad de encontrar o conseguir el amor – plenitud – se aleja a pasos agigantados, ella debe aprovechar la lozanía de su cuerpo, sus carnes aún están rosas y son aromáticas, luego cuando la nieve cubra su cumbre ya todo estará perdido y la esperanza se habrá agotado. Es así como ella exclama con amargura:
“Y pasado mañana será lo mismo, y dentro de un año, y dentro de diez; y será lo mismo hasta que la vejez me arrebate todo derecho a amar, y hasta que mi cuerpo se marchite y mi cara se aje y tenga vergüenza de mostrarme sin artificios a la luz del sol” (p.55)
Con el paso del tiempo nuestra protagonista comienza a divagar por su imaginación, comienza a cimentar los más ocultos placeres que la carne le tenía destinados. Es en uno de esos divagares cuando aparece su amante, el que la toma y la vuelve a la vida. Por algún instante ella se ve como una mujer completa, no le hace falta nada y por única vez se siente orgullosa de su cuerpo. Su carne está viva y ardiente y el amante solo aprovecha a aquella mujer carente de afecto y pasión.
“Pasan los años, Me miro al espejo y me veo, definitivamente marcadas bajo los ojos esas pequeñas arrugas que sólo afluían antes, al reír … Pero ¡qué importa! ¡Qué importa que mi cuerpo se marchite, si conoció el amor! Y qué importa que los años pasen todos iguales. Yo tuve una hermosa aventura una vez… Tan sólo con el recuerdo se puede soportar una larga vida de tedio.”
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