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El lobo y las 7 cabritas


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2023  •  Tareas  •  713 Palabras (3 Páginas)  •  40 Visitas

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El lobo y las 7 cabritas

Autor: Hermanos Grimm

Érase una vez una vieja cabra que tenía siete cabritas, a las que quería mucho. Un día quiso salir al bosque a buscar comida  y llamó a sus pequeñas. "Hijas mías," les dijo, "me voy al bosque; mucho ojo con el  lobo, pues si entra en la casa se las comerá a todas sin dejar ni un pelo. El muy malo puede disfrazarse, pero lo conocerán enseguida por su ronca voz y sus negras patas." Las cabritas respondieron: "Tendremos mucho cuidado, madrecita. Puedes marcharte tranquila." Despidióse la cabra con un beso y, confiada, se fue.

No había transcurrido mucho tiempo cuando llamaron a la puerta y una voz dijo: "Abran, hijitas. Soy su madre, que estoy de vuelta y les traigo algo para cada una." Pero las cabritas comprendieron, por lo rudo de la voz, que era el lobo. "No te abriremos," exclamaron, "no eres nuestra madre. Ella tiene una voz suave y cariñosa, y la tuya es bronca: eres el lobo." Se fue a la tienda y se compró un buen trozo de yeso. Se lo comió para suavizarse la voz y volvió a la casita. Llamando nuevamente a la   puerta: "Abran hijitas. Pero el lobo había    puesto una negra pata en la ventana, y al verla las cabritas, exclamaron: "No, no te abriremos; nuestra madre no tiene las patas negras como tú. ¡Eres el lobo!", fue al encuentro del molinero: "Échame harina blanca en el pie,". El molinero, comprendiendo que el lobo tramaba alguna maldad, negándose al principio, pero la fiera lo amenazó: "Si no lo haces, te devoro." El hombre, asustado, le blanqueó la pata.

Volvió el rufián por tercera vez a la puerta y, llamando, dijo: "Abran, pequeñas; soy su madrecita querida, que está de regreso y les traigo buenas cosas del bosque." Las cabritas replicaron: "Enséñanos la pata; queremos asegurarnos de que eres nuestra madre." La fiera puso la pata en la ventana, y, al ver ellas que era blanca, creyeron que eran verdad sus palabras y se apresuraron a abrir. Pero fue el lobo quien entró. ¡Qué sobresalto, Dios mío!. Corrían en toda la choza las pobres cabras. Pero el lobo fue descubriéndolas una tras otra y se las comió menos a la más pequeñita que se ocultó debajo de la cama. Y satisfecho, el lobo se alejó y, llegado a un verde prado, se quedó a dormir a la sombra de un árbol.

Al cabo de poco regresó a casa la mama cabra. ¡Santo Dios, lo que vio! La puerta, estaba abierta con un desastre. Buscó a sus hijitas, pero no

aparecieron por ninguna parte; las llamo a todas, pero ninguna contestó.  Hasta que  escucho a la más pequeña la cual, con vocecita dijo: "Madre querida, estoy aquí  y entonces la pequeña le explicó que había venido el lobo y se había comido a las demás.

Salio al campo en compañía de su pequeña, y, al llegar al prado, vio al lobo dormido debajo del árbol, roncando tan fuertemente que hacía temblar las ramas. Al observarlo de cerca, le pareció que algo se movía y agitaba en su abultada barriga. ¡Válgame Dios! pensó, ¿si serán mis pobres hijitas? Y envió a la pequeña a casa, a toda prisa, en busca de tijeras, aguja e hilo.

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