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Enredos de Ordenanza Ortega (comedia)


Enviado por   •  18 de Agosto de 2019  •  Resúmenes  •  12.323 Palabras (50 Páginas)  •  147 Visitas

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“Los Enredos del Ordenanza Ortega”

Original de la adaptación libre de “Les Fourberies de Scapin” de Moliere

ACTO PRIMERO

EL ESCENARIO REPRESENTA UNA PLAZA. A LA IZQUIERDA ESTA LA CASA DEL ALMIRANTE Y A LA DERECHA LA CASA DEL GENERAL. AL INICIARSE LA ACCION APARAECE EL TENIENTE OCTAVIO Y SU ORDENANZA SILVESTRE.

ESCENA 1:

OCTAVIO:        (Entra desesperado)¡No puede ser! ¿Es verdad Silvestre, que el General, mi padre, vuelve?

SILVESTRE:                Así es, mi teniente.

OCTAVIO:                ¿Y que llega, hoy en la mañana?

SILVESTRE:                Hoy en la mañana, mi teniente.

OCTAVIO:                ¿Y que también trae a mi madre con él?

SILVESTRE:                A su madre con él, mi teniente.

OCTAVIO:                ¿Y que ambos se han puesto de acuerdo para casarme?

SILVESTRE:                Para casarlo, mi teniente.

OCTAVIO:                ¿Con la hija del Almirante?

SILVESTRE:                Del Almirante, mi teniente.

OCTAVIO:                ¿Y quién te lo contó?

SILVESTRE:                Su tía, mi teniente.

OCTAVIO:                ¿Eso quiere decir, que mi tía Carlota lo sabe todo?

SILVESTRE:                Todito, mi teniente.

OCTAVIO:        ¡Pero dí algo más, hombre! No es posible que te saque las palabras de la boca.

SILVESTRE:                ¿Y qué más quiere que diga, mi teniente?

OCTAVIO:                Pero al menos dame un consejo. (Pasea nervioso)

SILVESTRE:        (Lo imita) Estoy tan desorientado como usted, mi teniente. Y dispuesto a recibir yo mismo cualquier consejo.

OCTAVIO:                ¿Quieres decir que... estoy perdido?

SILVESTRE:                ¡Estamos perdidos, mi teniente! (Se abrazan llorando)

OCTAVIO:                ¡Santo Dios! ¿Cómo voy a salir de esto? ¿Qué voy a hacer?

APARECE ORDENANZA ORTEGA, Ordenanza de su amigo Leandro.

ESCENA 2:

ORTEGA:                ¿Qué le pasa, mi teniente? ¿Por qué esa cara de desesperación?

OCTAVIO:                Ay, Orteguita, estoy perdido.

ORTEGA:                ¿Por qué?

SILVESTRE:        Porque su padre, el General, y su mamá doña Ismenia, vuelven hoy a la ciudad.

ORTEGA:                ¿Y qué tiene?

OCTAVIO:                ¡Tiene! ¡Que mis padres quieren casarme con la hija del Almirante!

ORTEGA:                ¡No!

SILVESTRE:                ¡Si!

ORTEGA:                ¿Si?

SILVESTRE:                ¡No! digo, ¡Sí!

OCTAVIO:                ¡¿Te das cuenta, Orteguita,  que estoy metido en un tremendo lío?!

ORTEGA:                ¡Manso lío, mi teniente!

OCTAVIO:        Orteguita, tú eres mi salvación, inventa algo para solucionar este enredo.

ORTEGA:        (Muy orgulloso) Para serle franco, mi teniente, hay muy pocas cosas que yo no pueda solucionar. Lo que pasa es que recibí un don del cielo, una especie de talento para enredar y desenredar situaciones, es decir, no hay nadie como yo para armar intrigas. (Ríe maliciosamente) Eche pa’juera no más, mi teniente.

OCTAVIO:                (No entiende) ¿Qué dices?

ORTEGA:                Cuente todo desde el principio.

OCTAVIO:        (Se reconstruyen las escenas) Bueno, resulta que hace dos meses mi padre: el General, y su amigo el Almirante se embarcaron con sus respectivas esposas en un viaje de placer por las islas de la Polinesia, (Aparecen con lentes oscuros y collares de flores) en ese viaje también aprovecharon de resolver en secreto una misión conjunta entre el ejército y la marina (Firman un documento y se dan la mano).

ORTEGA:                Eso no lo sabía.

OCTAVIO:        (Se observa a cada Dama con su criada) Cada una de las Damas se llevó a sus respectivas criadas. En ausencia de ellas, tú y Silvestre se preocuparían de mi amigo Leandro y de mí. ¿Recuerdas?

ORTEGA:                ¡Cómo no voy a recordar, mi teniente!

OCTAVIO:        Ustedes nos cuidarían día y noche y sobre todo, nos alejarían de cualquier lío amoroso. ¿Verdad?

ORTEGA:                Usted lo ha dicho.

SILVESTRE:        Pero resulta que a los pocos días de haber quedado solos, ¡El señor Leandro se enamoró de una gitana!

ORTEGA:                ¡No me digan! (Haciéndose el desentendido)

OCTAVIO:                ¡¿Acaso no lo sabías?! Como Leandro y yo somos grandes amigos, me contó su secreto y lo acompañamos a conocer a la gitana. (Aparecen las gitanas danzando alrededor de ellos) 

SILVESTRE:                El señor Leandro disfrutaba de la compañía de las gitanas.

OCTAVIO:                Ellas lo adoraban. (Lo abrazan) 

SILVESTRE:                Lo atendían (Le traen una bandeja con comida) 

OCTAVIO:                Lo mimaban (Le toman la mano, leen una bola de cristal, etc) 

...

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