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Esto Es Troya

andres69694 de Marzo de 2013

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ESTO ES TROYA FRANCISCO LÓPEZ SALAMANCA

La escena aparece iluminada por la luz del mediodía. Sentado en el suelo, contra la muralla, un centinela duerme.

MARINERO 1: ¡Tierraaa!

MARINERO 2: ¿Tierra?

MARINERO 3: ¿Dónde?

MARINERO 1: ¡Ahí enfrente! ¿No la ves?

ULISES: Ya era hora. Tengo los músculos entumecidos.

MARINERO 6: Como que no has tomado un remo en todo el viaje, ¡Oh, astuto Ulises!

ULISES: Sin criticar, que para algo soy el jefe. Bueno, llegó la hora del discurso.

MARINERO 3: Que sea corto, porque si no, nos vamos.

ULISES: Breve, concreto y claro. Ahí va: ¡Oídme, aqueos…!

MARINERO 4: Ya te oímos, ya…

ULISES: (Retomando el discurso) Después de navegar por los siete mares, después de soportar las más feroces tormentas a través del mar Egeo…

MARINERO 5: ¡Jefe, que no ha sido para tanto…!

ULISES: ¡A callar! Aquí mando yo. Y lo que yo digo es la pura y cristalina verdad. ¿Entendéis?

MARINERO 5: Sí, jefe… Pero como has dicho que…

ULISES: ¡Silencio! A ver… ¿Por dónde iba?

MARINERO 6: Por lo de las cuatro gotas… digo… ¡tormentas!

ULISES: ¡Ah, sí! Aqueos…

MARINEROS: ¿Queeeeé?

ULISES: Después de afrontar las más peligrosas tormentas, henos aquí, delante de la ciudad de Troya. (Indeciso) Al menos… eso creo.

MARINERO 2: ¿Nos podemos bajar ya de la barca, jefe?

ULISES: ¡No! ¡Qué manía tenéis con bajaros de la barca! Filomeno se bajó y ya lo visteis: se lo comió un tiburón.

MARINERO 1: Pero ahora estamos en la orilla, Ulises.

ULISES: ¿Olvidáis a los soldados troyanos? ¡Eh! ¿Lo has olvidado, marinero?

MARINERO 3: No, no...

ULISES: Pues eso: son peores que el tiburón que se comió a Filomeno. Estarán esperándonos para tendernos una emboscada.

MARINERO 3: ¡Es terrible!

ULISES: Sí que lo es. Por eso, yo, que para algo soy el más astuto, saltaré el primero a tierra y veré la forma de conjurar el peligro. Quedaos aquí hasta que os avise.

MARINERO 4: ¡A la de una…! ¡A la de dos…!

MARINERO 5: ¡Y a las dos y media! (de un salto aparece Ulises en escena)

ULISES: (Enfadado) Ya me la han pegado otra vez. Si lo sé no los traigo conmigo. (Se escuchan las sonrisas de los marineros) ¡Chist! ¿Es que no podéis callaros un momento? (se hace el silencio al público) Ahora con todo sigilo me acercaré a espiar. Los troyanos estarán ya sobre aviso. (Se acerca a gatas al centinela dormido. le despierta) ¡Eh, oiga, buen hombre! ¡Despiértese!

ARISTÓTELES: ¡Eh! ¡Ay! ¡Qué susto que me ha dado! ¡Creí que era el capitán! Si me pilla dormido me la gano: una semana en el calabozo a pan y agua. (Se incorporan ambos). Es muy rígido, ¿sabe usted?

ULISES: Dígame, por favor, ¿es esto Troya?

ARISTÓTELES: ¿Es que no ha leído el cartel? Pues no es grande ni nada. Si levanta la vista, lo verá. Lea usted, lea.

ULISES: (Leyendo titubeante) Es-to es Tro-ya. ¡Troya! ¡Cielos! (Aparte) ¡Oh, pérfido Paris, raptor de la preciosa Helena!

ARISTÓTELES: ¿Le pasa algo?

ULISES: No, soldado, hablaba solo. Otra preguntita, si es tan amable…

ARISTÓTELES: Diga, diga, para eso estamos. No faltaría más.

ULISES: ¿Han llegado por aquí unos griegos?

ARISTÓTELES: ¡Ni me los nombre! Desde que Paris trajo a una griega llamada Helena a pasar por aquí unos días, no nos podemos quitar de encima a los griegos.

ULISES: Pero… ¿Agamenón, Aquiles y toda su pandilla vinieron ya por aquí?

ARISTÓTELES: ¿Que si vinieron? Ya lo creo. ¿A que no sabe qué es lo que querían?

ULISES: ¿Qué?

ARISTÓTELES: Pues ajustarle las cuentas al Paris por haber traído a la Helena. Estuvieron un rato discutiendo aquí y luego, como se enfadaron, se marcharon cada uno por su sitio. (Breve pausa) ¿Usted no será griego, verdad? (toma la lanza).

ULISES: (Sorprendido) ¿Yo? ¡Qué va! Es que, pasaba por aquí, y…

ARISTÓTELES: Vamos, vamos, confiéselo. ¿A que sí es griego?

ULISES: Pues yo… No sé qué decirle.

ARISTÓTELES: Es que no nos podemos fiar. Anda suelto cada griego por ahí… (Confidencial) Tenemos orden de… (Hace ademán de cortar el cuello) ¿Entiende?

ULISES: Entiendo. Por ese mismo motivo, buen hombre, ya no le canso más. Voy a dar un paseíto y… usted, a lo suyo, a vigilar, ¿eh? (sale corriendo hacia el foro).

ARISTÓTELES: (Cuando se ha ido Ulises, y asustado) Este individuo no me gusta nada Voy a ver si coincide con la descripción. (Saca un pergamino y describe al actor que hace de Ulises). ¡Por Zeus! ¡Es él! ¡Ulises, el astuto! ¡Se ha quedado conmigo! Esto indica que han llegado más griegos y, si han llegado más griegos, es que va a haber problemas! ¡Abrid, abrid rápido!

ANACLETO: (Voz lejana dentro de la muralla) ¿Qué pasa ahí fuera?

ARISTÓTELES: Que me parece que vienen otra vez los griegos.

ANACLETO: ¡Qué pesados! ¿No será otra equivocación, Aristóteles?

ARISTÓTELES: No, Anacleto. He leído la descripción y coincide con él.

ANACLETO: ¿Con quién?

ARISTÓTELES: Con Ulises, el terror de los mares.

ANACLETO: ¿Estás seguro?

ARISTÓTELES: ¡Claro que sí! Abre de una vez la puerta.

ANACLETO: ¡Voy! (al momento se abre la puerta y entra Aristóteles apresuradamente. Mientras, en la playa, Ulises arenga a los suyos)

ULISES: ¡Aqueos!

MARINEROS: ¿Qué?

ULISES: Bajad del barco. Esto es Troya.

MARINERO 6: ¿Estás seguro?

ULISES: ¿Vas a dudar acaso de lo que afirma Ulises, el de la mano dura?

MARINERO 5: (A Marinero 6) ¿Ha dicho Ulises, el de la cara dura?

ULISES: (Amenazante) ¡Cómo te atrape…!

MARINERO 5: ¡Que no he sido yo, que ha sido éste! (señalando a Homero).

ULISES: ¡Hombre, Homero! Que tú vienes a este viaje en plan periodista, no a insultar a los jefes!

HOMERO: ¡Qué dices, Ulises! El zorro de los mares no hallará jamás en mis labios otras palabras que no sean de elogio. Yo vengo a hacer un reportaje de tus hazañas y nada más.

ULISES: Pues, ya sabes, si me sacas favorecido, hay recompensa.

HOMERO: Me esmeraré y quedarás complacido.

MARINERO 1: (Aparte, a Homero) ¡Pelota!

HOMERO: Envidia pura y amarilla.

ULISES: Bien. Vamos a deliberar.

MARINERO 7: ¿A desayunar? Estupendo, yo ya tengo un poco de hambre.

ULISES: ¡A de-li-be-rar! ¡A pensar una estrategia, pedazo de hambriento!

MARINERO 7: Vale, vale, ya entiendo, ya…

ULISES: Ahí está Troya. Tras esas murallas se esconde Helena y nosotros estamos aquí para devolverla a Grecia. Aqueos… nada nos detendrá. Si hay que tirar la puerta, pues se tira y si hay que saltar la muralla, pues se salta, y si hay…

MARINERO 3: ¡Eso, eso! Se tira, se salta, se…

ULISES: ¡Silencio, imprudente! ¿Olvidas que cientos de ojos nos espían? ¿Qué las paredes oyen? ¿Qué aquí, además de Helena, puede haber gato encerrado? Lo más sensato ahora es buscar a Aquiles y a Agamenón. Tengo una idea estupenda pero quiero que ellos sean testigos. Os la diré. Y tú, Homero, toma nota.

HOMERO: Tomo nota.

ULISES: Construiremos un caballo de madera y nos meteremos dentro. Cuando los troyanos lo encuentren creerán que es un regalo de los dioses e introducirán el caballo en la ciudad, entonces… cuando más descuidados estén, saldremos nosotros y… ¡Troya será nuestra!

HOMERO: ¡Maravilloso! ¡Oh, cuando se enteren en Grecia de tu astucia, genial Ulises!

MARINERO 3: Pero… ¿Se tragarán los troyanos el anzuelo?

ULISES: ¡Y dale con dudar de mí! ¡Ya veréis cómo sale bien!

MARINERO 4: Bueno, pues, hala, chicos, vamos a hacer el caballo.

MARINERO 2: Eso, vamos a hacerlo cuanto antes.

ULISES: No, aún no.

MARINERO 2: ¿No? ¿Por qué no?

ULISES: Primero busquemos a los demás griegos. Deben de estar por ahí. ¡Seguidme! ¡En silencio y sin perderme de vista! (Salen por el foro opuesto a la entrada).

(Voces en off dentro de Troya)

ANACLETO: ¿Se ve algo?

ARISTÓTELES: Espera que me suba. ¡No veas lo difícil que es subir por estas escaleras!

ANACLETO: Claro, si le faltan la mayoría de los peldaños

ARISTÓTELES: Empuja. Ya estoy casi arriba. ¡Huy, qué mareo!

ANACLETO: A ver si te caes y me pillas debajo.

ARISTÓTELES: Ya estoy… casi. (Asoma entre las almenas con el casco cubriéndole los ojos).

ANACLETO: ¿Ves algo?

ARISTÓTELES: ¡Cielos! ¡No veo nada! ¡Me he quedado ciego!

ANACLETO: Pero hombre, no seas bruto… ¡Quítate el casco de delante de los ojos!

ARISTÓTELES: (Se coloca el casco bien) Esto es otra cosa. Ya veo. Menos mal.

ANACLETO: (Asomando, finalmente, por la muralla) Pero… ¿Y los griegos?

ARISTÓTELES: ¡Por las barbas del gran Zeus! Que su rayo poderoso me fulmine si esto no estaba lleno de griegos hace un momento.

(Parpadeo de luces. Retumbar de truenos acompañados de relámpagos. Tras apagarse toda la escena, se encenderán varias luces formando un irreal color azul. En off)

ZEUS: (Con una voz grave e impersonal) Esto es un aviso, Aristóteles. La próxima vez te la ganas. Ya estoy harto de que mis venerables barbas estén en boca de los mortales. (Al acabar el parlamento, de nuevo, luz blanca).

ANACLETO: (En

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