HUGO JAMIOY

HUGO JAMIOY UN DANZANTE DEL VIENTO EN LA ORALITURA DE LOS KAMENTSA

Para poder hablar de Hugo Jamioy, es necesario imitar su oralidad, su forma de hacer poesía a partir de un solo poema, imitarlo y descomponer el mundo y volverlo a armar: Así, para inscribirse en su génesis es necesario entender cómo se construye el mundo. Se hace indispensable hablar en igual dimensión de su métrica y poder acercarse a tener “los pies en la cabeza, dice mi taita, para que tus pasos nunca sean ciegos”. Decir y no poner una sola palabra sobre la tierra no tiene sentido si se trata de entender que sobre ésta se deben disponer los pies para entender esos símbolos ocultos a la vista, que sólo podrán ser visibles como explica Jamioy si se establece que una situación impredecible y trascendente en este sistema de construcción Jamioyano, se centra en la importancia de aprender a aprender y en igual sintonía, saber que el pueblo Kamentsa conserva la integralidad, algo que los demás han olvidado y que en la visión de los pueblos indígenas, es imprescindible para comprender sus tradiciones orales, la esencia tan marcada de sus palabras que construyen universos insondables y demarcan su poesía:

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“Presta bien atención,

Dice mi Taita;

debes llegar a la tierra

donde te esperan.”

Así, el poeta del pueblo Camuesntsa Cabëng Camëntsá Biyá presentado en varias publicaciones como un creador que invita a seguir las enseñanzas de los viejos, de sus ancestros y a volver al encuentro con la naturaleza., con la memoria indígena, aquella que subyace bajo los conceptos de territorio y la lengua indica que "En el territorio es donde se establece una relación con la naturaleza, la tierra y el ser humano. Y a partir de esa relación se empiezan a inventar las palabras. Se empieza a designar, de manera espiritual, cada elemento que conforma nuestra comunidad"

Sea la anterior enunciación, la forma en que se encuentra descrita la relación de Jamioy con la experimentación de “las cosas humanas” como se menciona en el prólogo de sus “danzantes del viento” al querer referirse a aquellas cosas que son comunes a todos atravesando las murallas mentales y físicas establecidas por el hombre para el distanciamiento del mismo hombre. El poeta entonces frente a este aspecto debe imaginarse una propuesta que nace del dolor, aquel dolor social, aquella enunciación borgiana que establece el dolor como un tinte característico de algunos poetas y le llama tinte para acercarlo al plano humano del lector: “Sólo un poco de su color.”

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