Huari y la chinalinda
xd123nosequeTrabajo21 de Agosto de 2023
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Huari y la chinalinda
En un lejano cerro llamado El Rojizo, en cuyas faldas se situaba una
pequeña comunidad de Cajamarca, y en la que en cada mañana se escuchaban
los chincharros cantar hermosos coros, vivía una pequeña y bella campesina de
cabellos dorados y ojos claros como la brillante luna, su nombre era Huari.
Eran tiempos difíciles para esa comunidad campesina, pues los Apus o
espíritus de los cerros habían castigado a toda la comunidad por ser avaros y
codiciosos con el oro que sacaban del Rojizo; entonces los Apus les quitaron el
líquido elemento esencial para la vida: el agua. Huari y su madre eran humildes,
no tenían oro, y también recibieron el castigo, ya que todo lo que cultivaban se
echaba a perder por la carencia de aquel maravilloso líquido.
Huari era una persona persistente y no se iba a quedar con los brazos
cruzados viendo como cada día sus cultivos se secaban y morían; y así decidida
se levantó de madrugada y fue a su chacra, cavó un enorme pozo, porque había
escuchado que los Apus guardaban el agua en lo más profundo de sus entrañas,
anhelaba encontrar algo de agua, siquiera un poco para sustentar su pequeña
chacra. Así llegó la tarde y no había encontrado nada, ni una gota de agua y ya
cansada se sentó a lado del pozo y no pudo evitar dejar caer algunas lágrimas
acompañadas de ligeros sollozos; de pronto escuchó un gran ruido que la
asustó, sacándola de su tristeza y con mucha cautela se dirigió hacia donde
había escuchado el ruido, logrando ver un ave en el suelo, era una chinalinda,
muy diferente a las que conocía, era grande y un plumaje resplandeciente, la
cogió y al sentir la sangre en sus manos vio que el ave tenía el ala derecha muy
lastimada, su respiración era agitada y estaba muy extenuada. Huari al verla tan
débil la cubrió con su poncho de lana de oveja y se encaminó a su hogar con la
emplumada ave en brazos. Huari curó, cuidó y protegió a la adorable ave hasta
su recuperación que fue en pocos días. Así Huari al verla recuperada y
saludable la dejó libre en la rama de un frondoso sauce.
La agradecida chinalinda que era un ave fuera de lo común, quería
devolverle el favor y sabía exactamente qué hacer, gracias a que entendía el
lenguaje de los humanos y había escuchado la preocupación de Huari ante la
escasez de agua. El ave voló y voló hasta llegar a un hermoso valle verde
rodeado de grandes cerros y rogó a los Apus que le dieran a la buena y
amigable campesina lo que tanto anhelaba, ya que ella y su madre no eran igual
a los demás.
El ave regresó a casa de Huari y la encontró saltando de felicidad, había
un arroyo cerca de su chacra, se había abierto una enorme grieta en medio de
dos grandes cerros, por la cual brotaba agua pura y cristalina que los Apus
tenían guardada, la cual hizo que regrese a la vida la pequeña chacra de Huari.
Al parecer los espíritus de los cerros vieron el arrepentimiento de la comunidad,
se apiadaron de ellos y decidieron regresarles el agua, sin antes advertirles con
voz fuerte y precisa que dependerá de su comportamiento y actitud entre ellos
para que nunca les falte el agua.
La bella Huari pudo distinguir a la chinalinda en uno de los cerros por donde
brotaba el agua, y por alguna razón supo que su amiga había ayudado para que
esto sucediera y se despidió de ella levantando y agitando las manos, ante ello
la chinalinda sobrevoló su chacra y se fue, perdiéndose entre la vasta floresta de
los cerros.
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A veces recibimos ayuda
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