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HumNISMO DE JOSE MARTI


Enviado por   •  25 de Marzo de 2013  •  2.164 Palabras (9 Páginas)  •  446 Visitas

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Por Cintio Vitier

Si por humanismo entendemos la corriente cultural que nos viene de Grecia y Roma a través del Renacimiento, esas raíces en Martí son las mismas que en cualquier hombre de su tiempo o el nuestro. La formación humanística es ostensible en sus discursos, en su prosa y en su verso. Un símbolo de ella pudiera ser ese misterioso librito con la biografía de Cicerón (cuya oratoria fue el tema de su graduación en la Universidad de Zaragoza) que llevaba en el bolsillo hasta las vísperas de su muerte. Otro humanismo hallamos también en él, del que se habla menos: el de raíz bíblica, veterotestamentaria y evangélica. Sin la voz de los profetas hebreos y sin la palabra encarnada de Jesús, no es posible entender cabalmente a Martí, quien situó entre sus “verdades esenciales”, esta: “Jesús no murió en Palestina, sino que está vivo en cada hombre.” Este otro humanismo, no tanto cultural como vivencial, se nutrió en él de experiencias personales, como la de la esclavitud a sus nueve años en el Hanábana y la dantesca del presidio político en su adolescencia. Del equilibrio entre la medida clásica (a su vez alianza de Apolo y Dionisos) y la pasión redentora de Cristo, surge el agónico humanismo martiano, creación suya.

espíritus y cuerpos”, escribió Martí en un apunte sin fecha. No sabemos si persistió en esta idea, pero es constante en toda su obra una concepción de la Naturaleza como realidad, por así decirlo, magistral. En ella está la inspiración, el ejemplo, la sabiduría, lo cual sólo es posible si, como dice el apunte, ella incluye tanto “el misterioso mundo íntimo” como “el maravilloso mundo externo” y si “la naturaleza observable es la única fuente filosófica”. El verso óptimo será “el verso natural”. La religión futura, la religión “natural”, de la que por cierto también hablara San Pablo (Romanos, 2, 14-16). Siendo así, el humanismo martiano resulta una especie original de “naturalismo” en cuanto la Naturaleza es su paradigma. Una Naturaleza integradora de lo visible y lo invisible, en que “todo, como el diamante, / antes que luz es carbón”, en que la armonía, la justicia y la belleza son hijas del sacrificio, idea madre de su humanismo y de su poesía, la de sus versos y la de su acción histórica.“Naturaleza es todo lo que existe, en toda forma,

En otra página escribió: “Hay en el hombre un conocimiento íntimo, vago, pero constante e imponente, de un gran ser creador. […] La religión está, pues, en la esencia de nuestra naturaleza.” Su humanismo “natural” es, simultáneamente, un humanismo “a lo divino”. Este humanismo es el que está en el Evangelio. La humanidad de Dios se llama Jesucristo. Por eso Martí dijo ser “pura y simplemente cristiano”, entendiendo por ello el sufrimiento redentor: dar su sangre “por la sangre de los demás”. Pero tiene también una visión humanista de la naturaleza física, porque desde temprano (antes de leer a Emerson, ya desde su periodismo mexicano) percibió la analogía entre los hechos físicos y los que llamó “hechos del espíritu”, y porque, como se verifica en sus últimos Diarios, la naturaleza patria que lo recibía en el combate redentor, llegó a ser para él un libro tan abierto, sabio y elocuente como piadoso.

Volviendo a lo que podemos llamar el humanismo europeo de Martí, en cuanto a incorporación y disfrute, se pone de manifiesto en textos como su elogio de Cecilio Acosta, donde revela un enciclopedismo a la altura del prócer venezolano. En años de helenismos ornamentales, a propósito de la poesía de Francisco Sellén, puso el acento en lo griego esencial; y si repasamos su olvidada traducción juvenil de Anacreonte sentiremos el sabor de un vino que no supieron destilar en español, respetando el zumo primigenio, ni Meléndez Valdés ni… Quevedo. Del tránsito de la Edad Media al Renacimiento su figura tutelar fue Dante, que ilumina sus Versos libres y todo lo secretamente auroral de su prosa mayor, desde el “Prólogo a El poema del Niágara” de Juan Antonio Pérez Bonalde. Lo que él retiene de la herencia humanística europea es lo que puede continuar y crecer en América: el Eros universal, la integración de lo dionisíaco y lo apolíneo, las semillas de libertad. Lo que rechaza es la retórica, la preceptiva, el neoclasicismo.

Sabemos que desde sus orígenes la ética cristiana se mostró amistosa con el estoicismo grecolatino, alianza favorablemente acogida por el talante hispánico. Entre nosotros José de la Luz escribió en 1845: “Hállome preso […] entre el imán del estoicismo y el cristianismo. / Para mí el estoicismo, para el prójimo el cristianismo: bien que todo lo bueno del estoicismo se trasfundió en el cristianismo.” Ese reparto de actitudes se reprodujo en Martí, estoico en la resistencia, cristiano en la entrega. Significativamente fue el primero, el de “la lluvia pura, sufrida en silencio” del Diario de campaña, el que más impresionó a María Zambrano, memorable intérprete de Séneca.

Sin que ello implique comprometerlo excesivamente con el hinduismo, a veces Martí nos parece próximo al resumidor dicho hindú Tat tvam asi, que se traduce: “Ello (la realidad última) es lo que tú (un ser humano) eres.” Tal es la tendencia del llamado budismo septentrional (Mahayana), superador de la aniquilación nirvánica al afirmar el ser individual en su proyección hacia el ser universal. Especialmente en el ensayo sobre Emerson, se siente esa proximidad al exaltar la virtud liberadora, purificadora y unitiva de la Naturaleza. Pero allí mismo reitera que “el Universo es siervo y rey el ser humano”, y no deja de reprocharle a Emerson su excesivo apego a “aquella filosofía india” que “embriaga, como un bosque de azahares”, en la que se siente el hombre “dulcemente aniquilado”, y al cabo descubre su falacia, con lo que tal vez alude a la extinción absoluta del yo propuesta por el budismo meridional (Hinayana). De todos modos la Naturaleza, creada y perennemente creadora (Natura naturata y Natura naturans, que dijera la Escolástica), es siempre la clave del pensamiento martiano, en el que antropomorfismo y teomorfismo se confunden.

Por otra parte, en un ensayo titulado “La irrupción americana en la obra de Martí” he señalado coincidencias del pensamiento náhuatl con el humanismo martiano, a partir del libro de Laurette Sejourné El universo de Quetzalcóatl, en el que se leen apreciaciones como estas:

En lugar de plantear el problema de la existencia, sea de lo físico, sea de lo social, sea de

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