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LA INMADUREZ DE PETER PAN

wafufuApuntes8 de Noviembre de 2021

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P. Francisco Javier del Corazón de Jesús Correa CR. 2021

LA INMADUREZ DE PETER PAN

El primer personaje que recuerdo con resistencia a crecer es Peter Pan, y he de decir que de Peter Pan, me perturba en principio su falta de responsabilidad hacia Campanilla, seguido de su obsesión por «lo nuevo» y su eterna búsqueda de novedad, es decir: su obsesión por Wendy (la nueva), y posiblemente como sucede con lo maduro que busca a lo inmaduro para-ser, así lo inmaduro (Peter Pan) busca a lo-maduro (Wendy), para justamente poder ser todavía: más inmaduro.

En el inicio cuando Wendy acepta seguir a Peter Pan, en un acto de desesperación ante la opresión de lo real que le exige alcanzar su madurez, esta evade la opresión a través del mundo fantástico que le ofrece Peter Pan, pues hemos de decir que es él, el que buscó a Wendy y no al revés, buscándola casi como se busca a una víctima. Después de un tiempo y ya que pasa el primer flashazo lumínico, Wendy termina fastidiada por el mundo de fantasía del nunca-jamás-crecer. Wendy, a diferencia de Peter, sabe que debe crecer y que evitar el crecimiento es un tormento eterno, no sólo para ella sino para los demás, sabe que sus hermanos tampoco pueden permanecer en Nunca Jamás, pues en Nunca Jamás nadie vive para alguien más, sólo se vive para sí mismo, en el egoísmo narcisista del infante, que convierte a todos en niños perdidos, perdidos sin principios (arjé), caminos (méthodos) ni fines (telos). Nunca simpaticé con Peter Pan, pero hemos de decir que es justo su inmadurez, la que nos ayuda a mostrar la diferencia entre tedio aburrimiento, pues aunque lo contrario al aburrimiento es la diversión, el aburrimiento no es del todo, lo contrario al tedio; pues también existe el tedio por exceso de diversión.

Y volviendo al inicio en donde decía que Peter Pan se resiste a crecer, ¿no podríamos decir que este acto es, como se dijo, una resistencia? y que ¿algo de rescatable podría tener? En parte.

¿Qué de bueno podría haber en retrasar la madurez reteniendo la inmadurez? Pues justamente, poner en duda el estadio natural de «madurez». La inmadurez adulta pone en duda a la madurez naturalizada, aunque tal resistencia (en principio genuina) con el tiempo pasa a ser un estado de conservación, pues busca conservar un estado: el estado de inmadurez; y aún la conservación del estado más liberal, se convierte con el tiempo en un acto-conservador. Acto-conservador que no consiste sólo en dejar de buscar la madurez (inacción), pues la inacción es ausencia-de-acción, mientras que la acción-conservadora es un dirigir-fuerzas para conservar, convirtiéndose en estancamiento, y lo que en inicio fue un movimiento anti-madurez y de resistencia a crecer (e incluso subversivo), se convierte en una rabieta conservadora: el conservadurismo de juventud.

SOBRE EL DEMONIO MERIDIANO Y EL PECADO DEL ABURRIMIENTO

Los monjes piden a Dios que les libre de la saeta que vuela en la noche y de las incursiones del demonio meridiano. Pero ¿Quién es este demonio? ¿No será el aburrimiento del que se cree ya en la madurez? Los monjes cristianos a l largo de los siglos, se reúnen siete veces al día para entonar el oficio divino que distribuye los 150 salmos bíblicos en los siete días de cada semana. O sea que una vez cada semana y precisamente los miércoles después de la puesta del sol recitan el salmo 90 en el que piden al Señor que los guarde a sagita volante in nocte ab incursione daemonio meridiano (de la saeta que vuela en la noche y de las incursiones del demonio meridiano). Pero ¡quién es este demonio de cuyas acechanzas con tanta insistencia se reclama protección?

Estos hombres que inician tantas cosas, desde unas reglamentaciones de la vida en común que todavía funcionan hasta las primeras formulaciones de la mística cristiana, hacen también curiosas experiencias y así descubren que a la hora del mediodía, cuando el sol aprieta con más fuerza, al monje le resulta difícil seguir rezando. Se trata naturalmente de una pasmosidad demoniaca y porque ocurre precisamente cuando el sol esta más alto en el horizonte a su instigador le dan el nombre de demonio meridiano. El monje que sufre su acometida ya no siente la alegría que debería sentir al cantar las alabanzas divinas sino que se apodera de él un langor y un sopor y anda triste y malhumorado.

No puede extrañarnos que en esta situación sea presa fácil para cualquier tentación como le ocurría a San Antonio eremita, pero 10 que hace posible la tentación es la falta de alegría, el aburrimiento, el desfallecimiento de la voluntad. Didimo el Ciego y Máximo el Confesor en sus escritos que en su tiempo establecieron las bases de la teología mística de la Iglesia de Oriente, describen con detalle esta triste experiencia del anacoreta y la identifican con una palabra griega, poco usada hasta entonces, "acedia", literalmente "falta de empuje". Y tanta aceptación encuentra la descripción que Gregorio de Nyssa, otro de los pilares de la Iglesia Oriental, inscribe la acedia en la lista de 10s siete pecados capitales, aunque para ellos ya no es la desgana a la hora de cantar el oficio, sino en general la desgana para hacer el bien.

El mismo Tomás de Aquino le dedica una "questio" entera en la Suma Teologica. Para él la acedia es una forma de tristeza, la tristeza que se siente obrando el bien, y después de distinguirla de otras formas de tristeza se esfuerza por explicar cóm0 una forma de tristeza y por tanto algo que depende de un estado corporal puede ser un pecado. Pero para los moralistas posteriores la acedia se define cada vez mis por sus consecuencias y así acaba identificándose con la pereza.

Para Dante que tiene una sólida formación teológica, la acedia es una debilidad en el amor universal al bien y es por este pecado es propio de los indolentes con los que el poeta se encuentra en el cuarto circulo del Purgatorio. Destacamos su parecido con "acidia", cualidad de avinagrado, que se utiliza para calificar cosas, pero también maneras de ser humanas. Como no siente alegría por el bien, se avinagra su vida interior y se aburre. Y, por definición, el aburrido aborrece.

Para el monje el aburrimiento es la incapacidad para mantenerse, a solas consigo mismo, en el centro de la existencia, y conduce a la diversión en el sentido de la dispersión, del perderse en la multiplicidad. En cambio, para la mentalidad moderna al menos en sus formas más inmediatas el aburrimiento es por el contrario el resultado de la falta de diversión. Aunque un mínimo de reflexión pronto descubre que el aburrimiento mis auténtico proviene no de la ausencia de diversiones sino de su agotamiento (consumido hasta la última gota).

Paul Claudel, en una miniatura lirica sobre el Vía Crucis presentaba las tres caídas de Cristo en la subida al Calvario que representan tres tropiezos arquetípicos en el caminar del hombre sobre la tierra: la tentación de la juventud, la primera caída, es la desmesura, la tentación de la vejez, la tercera caída, es la desesperación, pero la tentación de la madurez es el aburrimiento. Como el monje recitando salmos en el coro el hombre que a 10s cuarenta años está perfectamente instalado en su vida descubre de pronto que ya no le produce alegría lo que está haciendo y que le horroriza la perspectiva de seguir haciéndolo indefinidamente. Como para el monje la tentación puede tomar figura de mujer o de efebo, pero su raíz se llama aburrimiento.

La verdad es que nadie se acuerda de 61 e incluso su mención ha desaparecido del oficio que rezan 10s eclesiásticos. Fue San Jerónimo quien, al traducir la Biblia al latín allá en el siglo V, introdujo la expresión "demonio meridiano" tomándolo del ambiente monástico que le rodeaba, pero el original hebreo de los Salmos habla simplemente de los peligros de la noche y así dicen las traducciones actuales. Pronto nadie le nombrará, y si nadie le nombra ¿qué se habrá hecho de su existencia? En un momento culminante de la narración de Umberto Eco, El Nombre de la rosa, su sagaz protagonista, el franciscano Guillermo de Baskewille, llega a la conclusión de que lo único que podemos conocer de la realidad es el nombre de las cosas, no la rosa, sino "el nombre de la rosa". Si el escéptico franciscano tiene razón es evidente que olvidado su nombre el demonio meridiano habrá dejado de existir. Pera el langor y el sopor y el desmayo de la voluntad que nos ayudó a descubrirlo seguirán acompañándonos.

El aburrimiento

El aburrimiento es un estado reactivo de la emoción que interpreta la condición de su ambiente como tedioso debido a los estímulos repetitivos, inexistentes o tediosos.1​ El aburrimiento se deriva de la falta de cosas interesantes para ver, escuchar o hacer (física o intelectualmente) cuando se está en el estado de ánimo de "no querer no hacer nada o no tener ganas de No hacer algo".
Aburrimiento (
latín: ab- prefijo «sin», horrere «horror»)2​ es la existencia desprovista de sentido, cuando ya no queda nada por perder, nada a que temer.

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