LA OFRENDA DE PAN Y VINO EN EUCARISTÍA
karushaTesis30 de Abril de 2013
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LA OFRENDA DE PAN Y VINO EN EUCARISTÍA Conviene que nuestros ojos miren que nuestro entendimiento pondere las ofrendas de pan y vino al inicio de la liturgia eucarística de la misa. Para que así pueda ser, el pan aparezca como pan y el vino como vino. Así lo pide la prescripción oficial: “La naturaleza misma del signo exige que la materia de la celebración eucarística aparezca verdaderamente como alimento” (OGMR 32).
El pan y el vino en cada misa tienen y son un mensaje. Hay que dejarles hablar. Su significación natural nos ayuda a acoger con asombro el Pan de Vida y la Bebida de Salvación. ¿Qué nos dicen las ofrendas de pan y vino?
1. Vienen de lejos. En las ofrendas de pan y vino pulsa la historia del universo. En ellas la creación ha alcanzado un momento estelar. Por el pan y el vino entramos en comunión de vida con la tierra, el sol, el agua y el aire; comulgamos con la naturaleza que nos envuelve y cobija maternalmente. Vivimos gracias a los frutos de la tierra.
Con humildad y gratitud ofrezcamos lo que tiene su origen en un humus y una gracia antes y fuera de nosotros. “Bendito seas, Señor, Dios del universo por este pan y este vino; serán para nosotros pan de Vida y bebida de Salvación”.
2. El pan y el vino de la misa son dones dignificados por el trabajo de muchísima gente. En esta larga cadena de trabajadores y trabajadoras por el pan de cada día la gente humilde ocupa un sitial privilegiado. El pan y el vino de la misa pertenecen más a ellos que a otros. ¡Contempla con detenimiento estos dones! En ellos están objetivados el esfuerzo, el sudor, el cansancio, la creatividad, la alegría y la solidaridad de las personas que te han dado la vida y que te mantienen con vida.
Qué preludio impactante para las palabras del Señor: “Esto es mi cuerpo entregado por ustedes…esta es mi sangre derramada por ustedes"
3. No dejemos de vincular el pan y el vino de la Eucaristía con las experiencias más entrañables de nuestra vida: las comidas en familia y en comunidad. Comer juntos significa sellar alianza, compartir una misma alegría, comprometerse uno por el bien del otro.
Estas comidas generalmente se deben a una iniciativa de convidar. Lo propio del convite consiste en compartir donando. El que da, hace posible el recibir y el que recibe, hace posible el don ¡Cómo no intuir incoado en la comida humana el misterio de la Eucaristía y de la Iglesia!
4. Los dones de pan y vino contienen también el drama, tal vez más crucial, de la convivencia humana. No nos neguemos hacer de las ofrendas de la misa una lectura política y ética. En cada pedazo de pan late el hambre de muchos y el vino refleja la tristeza de los muchos no invitados a la cena para todos.
Sí, ¡escucha el mandato del Señor durante una catequesis sobre la Eucaristía: “Denles ustedes de comer”!
5. También es el momento de recordar la participación de Jesús en muchas comidas según los relatos evangélicos. Jesús practica y recomienda una comensalidad inclusiva. De una manera provocativa Jesús comparte la mesa con pecadores y justifica su proceder en el nombre del Dios compasivo. Manda invitar a quienes nunca son invitados y anuncia que en el banquete del reino los pobres y marginados serán los primeros. En una cena muy significativa, cuando ya sabe que llegó la hora, Jesús, lavando los pies de sus discípulos anuncia que permanece en medio de los suyos como el que sirve.
Las comidas de Jesús histórico encuentran su culminación en la Eucaristía. “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.
Conclusión: En estos tiempos las comunidades cristianas de Chimbote se están preparando para la Fiesta de la Eucaristía el 26 de junio. He querido recordar que en las ofrendas de pan y vino se dan una disposición,
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