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La Leyenda De Anachue


Enviado por   •  1 de Febrero de 2014  •  1.057 Palabras (5 Páginas)  •  8.325 Visitas

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LA LEYENDA DE ANACHUÉ

Biachú había llegado a la más alta prominencia de la montaña que circunda el valle. Su miradainquieta volvióse sobre el camino recorrido fatigosamente y divisó a lo lejos, todavía entre lasbrumas del amanecer, una multitud de techumbres pajizas que empezaban a engalanarse conleves aspirales de humo azulado. Una construcción magnífica sobresalía de aquel conjuntomiserable. Era el Templo del Sol, refugio de la religiosidad y del sentimiento de aquellos hombresse4midesnudos y hermosos que cada día elevaban a su Dios una oración sencilla y ferviente.El paisaje comenzaba a desnudarse, y los jirones de niebla, dispersos como corderos, perseguidoscorrían a esconderse más allá de aquel lago encantador que pertenecía a los dominios delCasique Suamox, lago temblorosamente y cambiante, primorosamente decorado por altos juncalesdonde saltaban aves suntuosas y desconocidas. La colina descendía suavemente sobre el lechode aguas transparentes y se adornaba con árboles gigantes en cuyas copas se diluía un verdeprimaveral, símbolo de vida y esperanza.Cuando Biachú apartó los ojos de aquel paisaje donde había dejado la mitad de su vida, sintiónostalgia por el abandono del surco amado y fecundo, por la fuga del remanso familiar, donde allado del fogón que cuece el sustento y Calienta los músculos, él dejaba salir su corazón en buscade recuerdos.Biuachú sintió el ansia de volar, de hacerse sutil como el viento y sus ojos negros, de unaprofundidad escalofriante, brillaban sobre un fondo de sombras. El ansia se dibujaba en su rostromoreno y sensual curtido por el frío del páramo, y así quería que sus brazos fuertes convertidos enalas, lo llevaran más allá de la montaña azul. Sudoroso y cansado, con los pies sangrientos, llegó ala cima del monte y mientras el sol se filtraba por entre las ramas de los arbustos, decidiódescansar a orillas de un manantial semioculto por la fronda, donde el agua nacía fresca y puracomo la risa de Anachue. Y así empezó a soñar aquel hombre, primitivo, noble y valeroso comotodos los de su raza.Fue una noche cuando la tribu reunida alrededor del templo, celebraba con danzas y música LAVISITA DE UN CACIQUE DE LEJANAS TIERRAS. Había llegado de los dominios de Suamox,precedido de un enorme séquito de guerreros armados. Lo acompañaba su hija, la india Anachué.Suamox y su huésped presenciaban las danzas, sentados en el suelo y ataviados con vistosasadornos de oro y de plumaje. Biachú repartía la chicha a los altos personajes en recipientes deoro, y a danzarinas acompañantes en odres de cuero y tazas de cerámica. Cuando tendió aAnachue el dorado vaso, sintió que sus ojos humedecidos se clavaban en él. Un estremecimientonunca presentido corrió por sus venas, como si el veneno de aquel licor amargo y enervante sehubiese transportado a los ojos de ella Anachué lo siguió con los ojos durante el festín, por entreaquella loca confusión de cuerpos semidesnudos y sudorosos que se retorcían poseídos por eldemonio de la danza lujuriante.La noche era magnífica y la luna arropada con su mano color de tisú, presidía aquella fiestarumorosa y sensual. ¡ Cuántas estrella seguían el ritmo voluptuoso de la danza! Y queintensamente seguían brillando en la oscuridad de su noche lo ojos de Anachué y Biachú dialogabaconsigo mismo. ¿

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