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La Prosa Medieval


Enviado por   •  31 de Mayo de 2015  •  2.303 Palabras (10 Páginas)  •  240 Visitas

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LA PROSA MEDIEVAL.

Hoy en día, si le pedimos a alguien que escriba algo en una hoja, escribirá un texto en prosa. Eso nos parece de sentido común, porque se supone que cuando hablamos de manera espontánea lo hacemos en prosa, y que eso siempre ha sido así. En esa misma lógica, lo normal sería que el hombre, desde sus primeras manifestaciones literarias, hubiera escrito en prosa, y que no hubiera llegado al verso hasta una etapa más sofisticada de su evolución. Sin embargo el camino hacia la prosa literaria fue largo y complejo. Las primeras obras literarias narrativas (epopeyas), eran en verso. La cultura clásica llegó a la prosa, pero la mayor parte de su literatura era en verso (no en verso rimado, sino acentual, pero en verso). Hasta el siglo XIII esto se respetó a rajatabla. La razón de ser de la literatura era el “arte del buen escribir”, en un sentido más artesano que artístico, y por tanto era inconcebible que un texto fuera literario si no respetaba unas convenciones fuertes, tales como la rima. Cuando los textos son orales y no hay público lector, las convenciones son fonéticas; cuando aparece ese público y hay una difusión impresa de los textos las convenciones fonéticas se convierten en convenciones temáticas y argumentales. El camino que se inicia en el siglo XIII ha llegado hasta nuestros días siguiendo esta pauta: a mayor alfabetización (derivada de buenas condiciones de vida), más humanismo y más prosa. Hoy en día, es el verso lo que es escaso, habiendo casi desaparecido incluso de la poesía lírica.

De este modo, la civilización occidental llegó a la prosa en el llamado Primer Renacimiento (s. XIII), y este fenómeno guarda relación con el declive del sistema feudal, la aparición de una burguesía con tiempo libre, que sacó la cultura del interior de los monasterios (secularización) y la formación de reinos fuertes y unificados (Francia, Inglaterra, Castilla, Aragón). Los primeros libros en prosa, para ser leídos en voz baja, fueron refundiciones de colecciones de cuentos hindúes (Panchatantra, Calila e Dimna, Sendebar), y árabes (Las mil y una noches), y estos cuentos morales sirvieron de modelo, tanto en temas como en formas, de toda una narrativa ejemplar patrimonial. Este proceso fue espontáneo, pero hubo iniciativas individuales que coadyuvaron a la potenciación de la prosa con intenciones, en su mayor parte, de origen político.

Alfonso X, el Sabio.

Fernando III, el Santo, tuvo un reinado largo lleno de gloria militar. En su tiempo, Castilla acorraló a los árabes en la franja sur de la península. De esta forma Castilla se convirtió en uno de los reinos más fuertes de Europa occidental. Ya habréis oído alguna vez el tópico “una nación es su lengua”. Pues bien, Fernando III fue el primero en intentar desbancar al latín como lengua oficial en incremento del castellano porque la oficialidad del latín suponía un obstáculo en la creación de una legislación común a todo el territorio. Pero el primero en intentar convertirla en lengua principal en todos los ámbitos de la vida del país, excepto el religioso, fue su hijo Alfonso X (1221-1284).

El obstáculo con el que se encontró fue que el castellano era una lengua incompleta, muy limitada al habla coloquial. Alfonso X quiso enriquecerla mediante la ampliación de su léxico y a la proliferación de fórmulas sintácticas. También estableció normas ortográficas fijas, si bien las pronunciaciones continuaron estando poco claras (por eso no habrá una ortografía unificada hasta mucho después). Dando la espalda a la tradición, decidió que todos los libros del campo del saber debían escribirse en ese nuevo castellano oficial que estaba forjando, y los que ya existían, debían traducirse. A tal fin potenció la Escuela de Traductores de Toledo.

La integraban sabios provenientes de todos los lugares del mundo conocido, desde Persia hasta Escocia. Supuso por tanto el intercambio de saberes más importante de su tiempo. Por ejemplo, la filosofía y la medicina grecolatinas habían desaparecido de Europa casi completamente, pero no de los países musulmanes. Durante los siglos precedentes hay una prolija literatura historiográfica y fueron frecuentes las crónicas en latín (por ejemplo la Cronica Roderici, que nos permite conocer la historia del Cid). Ahora se plantean compendiarlas todas en dos proyectos enormes: la Crónica General, que pretende establecer una versión oficial de la historia de España; y la General Estoria, que intenta hacer lo mismo de todo el mundo. También crean códigos civiles inspirados en las leyes romanas (el gran modelo de estado) que se puedan promulgar y aplicar en todo el territorio de Castilla, limitando de una manera notable el poder de los grandes nobles y de la Iglesia (Libro de las leyes, Libro de las Siete Partidas). Se escriben tratados militares, científicos (Tablas alfonsíes), geográficos, lúdicos (el ajedrez llega a Europa), etc. En resumen, se ejecuta una tentativa consciente y voluntaria de abarcar todo el saber y de generar una cultura vasta y propia, que pueda hacer hablar de unas características culturales castellanas correspondientes a una nación independiente, y que forjen símbolos, actitudes, creencias, costumbres, etc., vinculados a la Corona, que es la gran impulsora y la gran beneficiada.

La prosa ejemplar.

Los relatos de origen hindú que llegaron a Europa a través de España, gracias al contacto con los árabes, consistían en breves narraciones en las que se exponían dilemas morales, y que procuraban proporcionar una enseñanza. El género se importó como tal, sin adaptarlo, mediante traducciones, y en un mundo literario en el que lo que importaba era la autoridad y la imitación, no sólo se copiaron las formas, sino incluso los argumentos, hasta el punto de que el corpus de ejemplos y apólogos que nos ha llegado es una especie de colección de “plagios”.

Se ha insistido mucho en la faceta didáctica de estos cuentos, y se supone que los burgueses y los nobles los utilizaban para instruir a sus hijos. Asimismo, los clérigos los intercalaban en la predicación para hacer más ameno su discurso. Sin embargo, siendo lo anterior cierto, lo más probable sea que el factor más determinante en el éxito del género fuera que resultaban divertidos y que eran breves. Triunfaron más como entretenimiento que como enseñanza. Lo que nos hace pensar esto es que la enseñanza de los ejemplos suele ser totalmente tópica, banal y superflua.

Se escribieron multitud de recopilaciones de ejemplos a lo largo de la Edad Media, pero nosotros vamos a destacar El libro del conde Lucanor de don Juan Manuel,

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