La Voz De Juan
mafale16 de Julio de 2011
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Mi autobiografía sería una novela, porque todo lo que tengo en mi memoria son puras invenciones.
Empecé como todos los niños, pero en vez de parar, me seguí. No encontré otro medio de vivir ni como individuo ni como gente social más que de la pintura. Como individuo era muy retraído, no me gustaba estar en sociedades, no podía, era un niño muy débil, muy neurasténico, muy nervioso, hijo de una familia que había atendido a muchas mujeres: me sentía siempre lejos de la vida familiar, y la escuela, lo mismo.
A mí no me gustaba jugar futbol ni tenis ni ir a nadar; a mí me gustaba estar todo el día, o leyendo o haciendo monos: pequeños trabajos de escultura, trabajos manuales. Pasaba horas viendo libros. Lo que me llenaba eran horas y horas de trabajo personal. Me metía a los museos, aunque fueran de etiquetas de puros, para ver las formas.
Me inicié en la pintura haciendo retratos. Tenía ocho años y me fascinaba hacer dibujos de los hijos de mi nana que eran de mi edad, así como de mis hermanos y hermanas y amigos, porque desde entonces me atraía describir a la gente, sus facciones.
Desde entonces no pensaba si eran atractivas esas gentes, bonitas o feas, simplemente era una gente y me gustaban sus manos, sus orejas, como que hay una relación siempre entre las orejas, la nariz, los gestos. He tenido encanto por la gente, me encanta la gente; siento un atractivo enorme por la gente. Me esforzaba por ver la forma de sus ojos, sus rostros, sus vestidos.
Luego venía ese momento mágico en el que uno compara lo que hizo con el modelo y siempre resultan diferentes. Ya han cambiado.
He pintado alrededor de cuatro generaciones de mexicanos. Hasta el momento (1990) he reunido, incluidos dibujos, 130 retratos óleos y alguna escultura. Algunos de ellos están en colecciones fuera de México. Me gustaría verlos juntos, porque a diario, cuando menos pienso, me acuerdo de uno de esos retratos, me pregunto quién lo tendrá, si existirá esa persona o no.
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Yo nunca hago algo para impresionar a nadie. Simplemente he hecho lo que me ha dictado mi sensibilidad, a pesar de que a veces lo que llamo las revelaciones hablen de muerte o tristeza. Cualquier revelación me aporta algo único y singular. En el fondo siempre he pintado el mismo cuadro, que soy yo cuando era niño, porque entonces tenía mucha imaginación.
Es el mismo proceso en que a un escritor se le ocurre una frase o un verso y surge un poema o una novela; a mí se me ocurren las cosas así, viendo unos perros y plantas, y siento ganas de hacer un dibujo y lo guardo durante años como una semilla de la que surgirán luego cosas que no sabré ya de dónde vienen.
Creo que debe ser así, porque si se hace algo muy premeditado generalmente no resulta bien la obra, sale muy intelectual queriendo expresar cosas que realmente no sientes y no sabes. Porque las cosas surgen de golpe, surgen de la relación con el mundo natural; algo que sabes profundamente pero que en realidad no sabes bien hasta que se hace, hasta que toma la forma de una paloma o un dibujo o un cuadro.
El mundo natural es mi mundo, estoy absolutamente feliz en el mundo. Me gustan mucho todos los animales, hasta las bacterias se me hacen cosas prodigiosas, todos los gérmenes de la vida, todos los cambios que experimenta una persona o un animal, se me hacen maravillosos, como un jardín, como una ciudad.
La gente puede apreciar muy bien los cuadros sin necesidad de saber que nací en Guadalajara; o que en mi estado llamado Jalisco hubo tales y tales pintores. Eso es para la otra historia, pero no explica un cuadro. Un cuadro se explica solamente a través de la sensibilidad de otro hombre que lo lee y lo puede ver.
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