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La niña del papagayo


Enviado por   •  4 de Julio de 2016  •  Apuntes  •  677 Palabras (3 Páginas)  •  3.925 Visitas

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LA NIÑA DEL PAPAGAYO

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Ruy era un chico muy débil y pálido. Como siempre estaba enfermo, se pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en su habitación y sólo con muchos ruegos conseguía que su mamá le permitiera colocarse en la ventana de la sala, para mirar a través de los vidrios a los niños que jugaban en la calle.

Una tarde gris, mientras afuera caía la lluvia, el pobre Ruy aburrido y triste, se fue a sentar en un sillón de la sala, buscando algo con qué distraerse, y así fue como tropezaron sus ojos con un cuadro situado en un rincón oscuro, en el que nunca había reparado. Se puso a observarlo detenidamente. Era una linda niña, vestida de azul, y que tenía en la mano un papagayo rojo y verde. Después de mirarlo un largo rato, notó que la niña le sonreía y para convencerse que no era una ilusión suya, se frotó los ojos. Cuando volvió a mirar el cuadro la niña había desaparecido.

-Vamos a jugar, le dijo ella, saltando al suelo. No puedo demorarme mucho.

Pero no pudieron jugar porque a la niña del papagayo no le gustaban los juguetes de su nuevo amigo.

-Mañana volveré a la misma hora y te llevaré a mi casa-dijo la niña.

-Se enojará mi mamá-dijo Ruy.

Al día siguiente, fue a sentarse otra vez en el viejo sillón de la casa y al mirar al cuadro, la niña le sonrió nuevamente. Al poco rato estaba sentada en el sillón junto a él.

-Vamos a mi casa-le dijo. Pero quítate los zapatos, porque de otro modo con tanto peso, no podrás correr en el campo.

Ruy obedeció y la niña del papagayo lo tomó de la mano y lo introdujo en el marco de la vieja pintura. No bien se encontró dentro, Ruy empezó a sentir el rumor de las hojas de los árboles agitadas por el viento y el suave calor del sol sobre su cabeza. La chocita estaba muy lejos.

-Otro día iremos a tu casa-le dijo el pobre Ruy muerto de cansancio.

-Tienes razón, ya pronto serán las siete.

Y echaron a correr. Llegaron en el preciso momento en que la madre de Ruy encendía la luz. Por fortuna, no se dio cuenta de nada… Sólo al acercarse notó a Ruy agitado y sudoroso y se asombró más al ver sus medias y zapatos en el suelo.

En castigo tuvo que quedarse en cama todo el día siguiente.

La primera tarde que pudo ir a la sala, la niña del papagayo no se sonreía con él.

-¿Irás conmigo hoy?-le preguntó ella.

-Me puede hacer daño-le contestó Ruy. Hace mucho aire en ese camino y me puedo enfermar.

Mientras estaban discutiendo el papagayo se escapó y empezó a volar por la habitación, dando grandes chillidos. En vano trataron de cogerlo.

-Pronto serán ya las siete-dijo sollozando- y tendré que volver a mi cuadro sin el papagayo. ¿Qué haré?

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