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Mamá (cuento corto).


Enviado por   •  12 de Septiembre de 2016  •  Tareas  •  873 Palabras (4 Páginas)  •  203 Visitas

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Un insecto volador, algo parecido a una mosca se paseaba sobre mi, saque la mano velozmente en el instante que estaba entre el muro de ladrillo virgen y yo, quedo estampillado,  sus fluidos empezaron a descender lentamente  mientras yo observaba con regocijo inocultable. La línea entre la vida y la muerte es tan delgada… creemos que tenemos control sobre ella y no, en un momento estamos vivos y en el otro muertos. En todo caso siempre he odiado los insectos.

Recuerdo cuando era niño. Mi madre solía tener visita muy a menudo, especialmente de hombres ebrios. Cuando llegaba visita me decía:

---mijito vaya juegue en el jardín hasta que yo lo llame---

Y yo obedecía inmediatamente. Había aprendido que una pisca de inconformismo de mi parte bastaba para una golpiza que cada vez era peor que la anterior.  

Ella le decía ”el jardín”,  un nombre un poco inadecuado para un espacio de tierra alrededor de un árbol viejo y maleza abundante, que a la menor llovizna se convertía en un lodazal. Ahí pase largas tardes, incluso noches, como una vez que intente despertarla desde el lado exterior de la puerta atrancada, pero ella extendida en el piso entre botellas y jeringas solo despertó hasta el día siguiente.   Suerte que no correría unos pocos años después.

Esa noche fue la peor de todas, la única luz a kilometros era la del bombillo de la sala que tenuemente alcanzaba alumbrar afuera gracias a un ventanal grande, sin cortina pero abarrotado. Nada me aterraba mas que la oscuridad y los sonidos tenebrosos que surgian de ella, pero aquel dia tuve que ser fuerte.

El tiempo en “el jardín” lo dedicaba a cazar insectos, era mi juego preferido, arañas, hormigas, abejas, gusanos, cucarachas…. de toda clase encontraba, la mariposa era mi favorito, aunque muy  escasa. Me parecía fascinante como de oruga pasaba a ser algo tan bello. En el breve tiempo que dure en la escuela había escuchado que en el estado de crisálida la mariposa libraba una batalla por salir de su capullo que posteriormente le daba fortaleza para sobrevivir el resto de su vida.

Sin embargo, me resultaba satisfactorio tener el poder de decidir sobre su destino,  sobre sus insignificantes y miserables vidas. Nada me hacía más feliz que el sonido característico de sus repugnantes cuerpos explotando por la presión de mi zapato y el suelo. Desquitaba con ellos toda la rabia y frustración de ver a diario, como la atención de mi madre la acaparaban visitantes pasajeros.

Dicen que antes de morir, en un segundo, toda tu vida pasa en frente de tus ojos. Los minutos parecen horas, no soporto  la espera. Mi pierna derecha parece autonoma, no puedo controlar su inquieto movimiento.

A mi padre nunca lo conoci, ni supe su nombre. Las pocas veces que reuni el valor para preguntar por el, mi madre respondia con una palmada en la espalda y un grito ensordecedor;  cuando estaba de mal humor me decía que nunca debi haber nacido, yo no podía estar mas deacuerdo. Ojala pudiéramos decidir, la existencia es una carga pesada que nunca quise soportar.

Un cuarto detras de la casa era mi lugar predilecto, yo le llamaba: el laboratorio. Un espacio de 4 x 4 metros que albergaba incontables herramientas y piezas viejas  de aparatos, parecía un cementerio de metal. Creo que era un taller contruido por el anterior inquilino y después de su trágico final había quedado abandonado.  Allí fue donde descubri mi gusto por armar y desarmar cosas, sobretodo por desarmar, no era tan bueno costruyendo como lo era destruyendo.

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