Mi Amiga Ocasinal: La Soledad

Mi amiga ocasional: la soledad

La soledad, esa carencia de compañía, aire de melancolía y tristeza al perder a algo o alguien, es tan común entre los seres humanos, que todos en algún momento la hemos llegado a sentir. Siempre hay momentos en los que nos encontramos solos, solo en la casa, solo en la escuela, solo en la iglesia… y también, hay veces en que la soledad se transforma en una forma de vida aunque uno no lo desee.

Algunos como yo, la definimos como el tiempo que se pasa con uno mismo, tiempo de reflexión, de pensar en lo que nos depara el futuro o lo que nos dejó el pasado. Se dice que la soledad es un arma de dos filos: por un lado es buena, todos necesitamos un tiempo a solas, para reflexionar, para entrar en paz con uno mismo, incluso para hacer lo que nos gusta, sea esto leer, escribir, escuchar un poco de música, en fin, un tiempo para dedicarnos a nosotros mismos. El problema es cuando ese tiempo a solas se utiliza tan solo para sufrir, para recordar las caídas, los problemas y para encontrarle el por que a las desdichas que nunca faltan en la vida humana. Al ser la soledad el único acompañante absoluto e indispensable de todo ser humano, notamos que en realidad, puede llegar a ser un único verdadero amigo, ese que no nos deja y que está, de hecho, cuando nadie está.

No hay normas ni reglas para la soledad, cada cual la lleva como puede. Y aún así, tantas personas creen que son las únicas en el mundo que se encuentran solas, que sufren de este mal, tan común como el amor, la tristeza o los sueños. Y en realidad la soledad es la base de todo: al estar solos, llegan recuerdos, imágenes, añoranzas y deseos, que por un tiempo desaparecieron y perdieron sentido; con estos recuerdos hay sentimientos encontrados, felicidad y tristeza, amor y nostalgia. La vida no se trata de buscar algo con que ser felices con los demás, si no de buscar como nivelar y encontrar felicidad con nosotros mismos.

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