Monólogo-El sí de las niñas-Rita
LidiaGApuntes28 de Enero de 2016
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Mi nombre es Rita, yo nunca he sido acomodada, y la mayor parte de mi vida me he dedicado a servir a la señorita Francisca y a su madre, Doña Irene.
Doña Irene dispuso que la señorita Paquita se fuera para un convento, para que aprendiera con esas buenas señoras de Dios, todo lo que una buena señorita debe de saber, ser recatada, rogar a Dios, honrar a los padres y obedecer al marido. Yo me fui con ella y ahí pasamos mucho tiempo, yo sentía lastima por la criatura porque ella nunca había conocido al mundo hasta que un día salimos del convento y fuimos a una pequeña fiestesita, ahí había un muchacho desde que llegamos no le quito la vista de encima a la señorita Paquita, con él había un sirviente, no estaba del todo mal. Don Félix dijo llamarse y así empezó el amorío de la inocente Paquita.
Yo aconsejaba a la muchachita, a pesar de ser mi señora éramos como amigas y siempre me contaba todo. Un día Doña Irene vino con planes de bodorrio y nos sacó del convento conocimos a un tal Don Diego, él no era mala persona pero el corazón de Paquita jamás sería suyo.
Cuando llegamos a la casa nos llevamos sorpresa tras sorpresa, no más llegar me encontré con Calamocha, el acompañante de Don Félix, yo estaba llevando los regalitos de la señorita al cuarto. Pero al verlo ahí tuve que contarle todo, para que fuera y se lo dijera a Don Félix. Yo no estoy de acuerdo con esta boda, pero es que en esta vida lo que importa es el buen nombre y el tamaño del bolsillo. No digo que Doña Irene sea ese tipo de persona, tal vez un poco, pero es que ella ha vivido mucho. Yo quería ayudar a la pequeña Paquita, así que cuando Don Félix fue avisado y llegose a la casa yo entretuve a Doña Irene y a Don Diego, hablando de los muchos maridos e hijos de la buena señora, y es que cuando ella empieza nada la detiene. Siempre me trae de aquí para allá y me dice los mismos cuentos que siento que hasta ya los viví.
Es que había que verle los ojos a la muchachita brillando en felicidad, aquí es cuando yo digo que es mejor escuchar al corazón que a la mente. Ya más tarde, y yo con tordo en mano porque a Doña Irene le molestan sus rezos y recién lo saque del cuarto, venía yo en aflicción porque viendo al buen mozo salir del pueblo sin decirle nada a la señorita, hombre desalmado tenía que ser para hacerle eso a su tierno corazón, tanta fue mi rabia que deje al animalito allí. Pero para sorpresa regresó y hasta con instrumento, pero esa vieja contraseña no engañaba, eran ellos. Los deje que hablarán y yo siempre vigilante para ayudar a Paquita, escuche un gran estruendo, era pobre el animalito que patitas arriba lo fui a encontrar y yo en la precisión me choque con no sé qué cosa.
Ellos le arrojaron una carta a Paquita, fui a buscarla con el corazón en mano y luego me pusieron una luz en toda la cara, perdida soy, pensé a este punto hasta hubiera querido que Don Félix nunca hubiera llegado, ¿qué hacía ahora? Simón se sorprendió mucho al verme, pensé en todas las excusas del mundo pero al final dije lo primero que pensé, “escuche un gran ruido y vine a ver” vi al pobre animal revuelto en la jaula y no dude en usarlo a mi favor, discutimos sobre un gato, pero yo seguía muy asustada, me fui con Doña Paquita y le dije que no encontré el papel que tanto problema había causado. Ella como es muy lista no le tomo ni un minuto saber que Don Diego la tenía ya consigo, ella ya se daba por pérdida, pobrecita.
Se estuvo buen rato con don Diego mientras yo me ocupaba de Doña Irene y yo pensaba que si ella alguna vez dejará hablar a alguien podría darse cuenta de muchas cosas, pero como dicen “perro viejo no aprende truco nuevo”. Yo estaba aflijida por Paquita, ¿qué iba a pasar ahora? Pero claro que ella haría lo que Doña Irene quisiera si ese es el trabajo de los hijos, obedecer sin rechistar, no importa que el error este tan evidente. Cuando regresé con todos me di cuenta que Don Félix en realidad era Don Carlos y era el sobrino de Don Diego, hay que ver que es hombre de buen corazón porque hasta su bendición y su apoyo les dio a los muchachitos. Se veían tan contentos, tan feliz estaba doña Francisca que hasta a mí me dio contagió y me dijo que yo siempre había sido su amiga. Y es que así tienen que ser las cosas los matrimonios sin amor y la mujer como regalo es algo que yo no acepto, pero esa es la realidad, pero en mi corazón queda que al menos mi amiga Paquita será feliz y amada.
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