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El Si De Las Niñas


Enviado por   •  21 de Marzo de 2014  •  1.834 Palabras (8 Páginas)  •  245 Visitas

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Nos encontramos con un texto perteneciente al ámbito literario, tanto por la calidad presente en la elaboración lingüística de su mensaje (el empleo de epítetos, por ejemplo: “gravísima contradicción, impertinente curiosidad”), como por su contenido ficticio (en este fragmento se ve cómo se plantea don Diego su matrimonio con Paquita, y cómo interpreta ésta su matrimonio con don Diego), como por ser fruto de una creación intencionada por parte de su autor, Leandro Fernández de Moratín, que ha escrito un texto destinado a perdurar y a permanecer inalterable.

Por lo que atañe al género literario, el presente fragmento adopta la forma propia del texto teatral, como corrobora la presencia del diálogo directo entre los dos personajes protagonistas de la obra, diálogo que se lleva a cabo en tiempo presente (¿Qué siente usted?) y sin el acompañamiento de ningún narrador intermediario, así como por el empleo de acotaciones para indicar los movimientos de los personajes (Siéntase junto a doña Francisquita.) o los cambios de tiempo (Vase iluminando el teatro lentamente, suponiendo que viene la luz del día).

La técnica expresiva utilizada es el diálogo dramático, que se caracteriza por ir cada parlamento precedido del nombre del personaje que habla y por aportar así mayor sensación de verosimilitud al contenido mostrado.

En cuanto a su localización, el presente texto constituye la escena VIII del tercer acto de “El sí de las niñas”, determinante en la comedia, pues supone el paso del nudo al desenlace. Tránsito éste que, como ocurre en el resto de la obra, aparece simbolizado por la luz (Vase iluminando el teatro lentamente, suponiendo que viene la luz del día). Con el amanecer, se aclaran también los problemas porque se impone la razón, el sentido común, como no podía ser de otra manera en una obra y en un autor enclavados fielmente en la estética neoclásica propia del siglo XVIII, también llamado de la Ilustración o de las Luces. Don Diego, enterado de los sentimientos existentes entre Paquita y su sobrino, envía a Simón para que obligue a regresar a don Carlos. Mientras, él mantiene esta conversación con la joven.

Precisamente, el extenso parlamento de don Diego, casi al final de la escena, es una exposición de las ideas ilustradas:

DON DIEGO.- Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña: enseñarla a que desmienta y oculte las pasiones más inocentes con una pérfida disimulación. Las juzgan honestas luego que las ven instruidas en el arte de callar y mentir. Se obstinan en que el temperamento, la edad ni el genio no han de tener influencia alguna en sus inclinaciones, o en que su voluntad ha de torcerse al capricho de quien las gobierna. Todo se las permite, menos la sinceridad. Con tal que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que más desean, con tal que se presten a pronunciar, cuando se lo mandan, un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos escándalos, ya están bien criadas, y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor, la astucia y el silencio de un esclavo.

Los ilustrados denuncian la educación mal entendida, la obediencia ciega contra natura y contra las leyes de la razón, la hipocresía en lugar de la sinceridad, el disimulo en vez de la espontaneidad. Estar bien educado es guardar silencio siempre ante la injusticia, ante la sinrazón. Eso para los ilustrados era el principio de muchos de los males que acosaban a la sociedad del siglo XVIII.

El tema que propicia la coherencia del texto y que es el mismo que está presente en toda la comedia es la crítica a la educación de la juventud, entendida como el disimulo y la hipocresía y no la sinceridad, así como sus consecuencias en lo relativo al matrimonio, si no se contrae libremente. De esta forma, desde una actitud didáctica, el escritor intenta persuadirnos de las nefastas consecuencias que se derivan de una educación equivocada.

En el fragmento, estructurado externamente en forma de diálogo, se pueden apreciar tres partes:

Una primera, en que tras un breve intercambio comunicativo totalmente intrascendente, que cumple la función fática del lenguaje en lo que se refiere a la aplicación de la cortesía en el inicio de la conversación, don Diego realiza preguntas acerca de las lágrimas y del silencio de Paquita para que ésta hable, aunque él ya está enterado de los sentimientos de ella hacia su sobrino.

Una segunda parte, en la que don Diego, al no obtener respuesta convincente ya que Paquita muestra su determinación de complacer a su madre aun a costa de su propia felicidad, diserta acerca de los defectos de la educación que se da a las mujeres en su tiempo.

Una tercera parte, en la que don Diego, asumiendo ya un papel de padre más que de galán enamorado, ofrece su apoyo a Paquita.

En cuanto a la adecuación se refiere, el emisor del texto, Moratín, nos transmite su pensamiento sobre todo a través de las palabras de don Diego, reproducidas en el parlamento citado anteriormente.

Por otro lado, el tratamiento de respeto con que se dirigen entre sí los dos personajes responde a unas estrictas reglas de cortesía, si bien don Diego trata a la muchacha como una hija (“¿De quién hija mía?”) y ésta a él como un señor mayor al que debe respeto ante todo (“Sí, señor”, “No señor”).

El nivel de uso de la lengua es culto, con giros complejos y términos adecuados: “¿Piensa usted que no tendré yo mucho gusto en hallar ocasiones

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